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Tras algunos días de trámites, me entregan mis documentos y solo me queda comprar los pasajes de avión para Los Ángeles. Mi padre apenas me habla lo estrictamente necesario, y cada día que pasa actúa más y más extraño. Sale en medio de la noche, o simplemente se va y regresa al día siguiente, me preocupa que haya descubierto mis planes de irme y esté planeando alguna manera de obligarme a que me quede. Chad también se irá conmigo, aunque no sabemos cómo saldremos sin que nos vea. 

Es temprano en la mañana y mi padre ya se fue, por lo que aprovecho a empacar mis maletas, mientras Chad compra los pasajes para dentro de una semana. Saco la ropa del armario y la doblo para guardarla, no la llevaré toda, pues tengo mucha y gran parte de ella nunca me la pongo. Tengo mucha ropa abrigada y para donde me iré creo que no la necesitaré. Mi celular suena, está entrando una llamada de mi padre, hago un gesto de impaciencia y le contesto. 

—Esther —dice— necesito que vengas con tu hermano, va a llegar un cargamento y yo no podré ir ahora, más tarde llegaré a supervisar que todo esté bien. Los muchachos están yendo hacia allá. 

—Está bien, papá —le digo y de inmediato cuelga. 

Cierro la maleta y la guardo en el armario. Luego salgo a buscar a Chad, que está en su habitación. 

—Papá quiere que vayamos a recibir un cargamento —le informo. 

Él asiente y me informa que ya tiene los pasajes. Toma su chaqueta y nos vamos. Mientras conduce hacia el lugar al que tenemos que ir, lo noto nervioso, la cercanía del viaje lo pone así, yo por mi parte, puedo decir que no tengo miedo, pues sé que es algo que debo hacer, estos cambios son necesarios para no seguir perteneciendo a este mundo, no quiero pasar el resto de mi vida siendo una criminal. Largo rato después, llegamos al lugar, los muchachos están ya descargando la mercancía, damos vueltas por los alrededores vigilando que no haya nada extraño. El auto de mi padre se acerca, últimamente, viene a supervisar la llegada de la mercancía, pues como ha dicho ya mil veces, no confía en nosotros. Baja del auto y se acerca a nosotros. 

—¿Va todo bien? —pregunta. 

—Sí —responde Chad. 

Falta poco para terminar, así que, Chad y yo vamos a ayudar a terminar de descargar la mercancía. Una vez mi padre verifica que todo esté en orden, sube a su auto y arranca. Nosotros arrancamos también tras él y lo seguimos a poca distancia. Unas calles más adelante, un auto que viene por la vía en sentido contrario, le bloquea el paso, nos detenemos también y lo vemos bajarse. Miro hacia atrás, donde debería estar la camioneta de los muchachos, hay otro auto, esto me da mucha desconfianza. Miro a mi alrededor y busco el arma en mi abrigo. Alguien se baja de la camioneta que está bloqueando el paso y le dispara a mi padre, dejándolo tendido en el suelo. Intento abrir la puerta y me doy cuenta de que se trata de Alexey Allard. Los que están en el otro auto tras de nosotros son seguramente sus hombres, pues rápidamente se bajan y corren hacia donde está. Los cuento, son cinco y nosotros solo dos, ¿Dónde demonios están los muchachos? 

—Está muerto —grita uno de los hombres y siento una tristeza inmensa, pues aunque mi relación con mi padre no fuera la mejor, no quería verlo morir de esa manera. 

Me bajo del auto a pesar de que Chad me dice que no lo haga, paso por delante y tengo el arma lista para dispararle a Alexey. Me oculto tras el auto de mi padre y espero al momento indicado. Segundos después, le estoy disparando, lo veo caer al suelo antes de escuchar la detonación de otra arma que no es la mía y creo que me dispararon en la espalda, se me dificulta respirar y siento la sangre manchar mi ropa. 

—Esther —grita mi hermano y baja corriendo del auto. 

Antes de que pueda llegar a mi lado, le disparan también y cae al suelo. Busco a Alexey con la mirada, pues ya no puedo levantarme, está tendido en el suelo junto a mi padre, tal vez ambos estén muertos, no lo sé. Los muchachos llegan en la camioneta y al vernos, disparan contra los hombres que estaban con Alexey. Cada vez se me hace mucho más difícil tener los ojos abiertos, escucho el ruido de sirenas a lo lejos y siento que todo da vueltas a mi alrededor, me pregunto si estos serán mis últimos instantes en la tierra. Lentamente, voy cayendo en un profundo sueño, y ya no puedo abrir los ojos. Solo la imagen de cierto chico cruza mi mente, veo de nuevo su hermoso rostro, su sonrisa brillante, sus ojos cafés y su cabello rizado y castaño que caía sobre su frente. Lo escucho cantar una vez más mientras escucho a lo lejos que dicen mi nombre y ya no sé nada más. 

Síndrome de Estocolmo || Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora