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Despierto temprano, pues nunca he sido de dormir hasta muy tarde. Acostumbrada al ruido de la cuidad, me siento extraña entre tanta tranquilidad que da la naturaleza. Me dirijo a la ducha, me baño y me cambio de ropa. Decido dejar mi cabello suelto, que cae en mechones rizados sobre mis hombros. Salgo y voy a ver a Shawn. Lo encuentro mirando por la ventana, observando el espeso bosque que se extiende alrededor de la cabaña. 

—Buenos días, Shawn —digo al entrar. 

—Buenos días, Esther —dice él mientras se gira para mirarme— ¿descansaste?

—Sí, muy bien, ¿y tú?

—De maravilla, aunque es la primera noche en mi vida que duermo con las manos atadas. 

—Eso no debe ser nada cómodo.

—Para nada. 

Me sonríe y pienso en cómo es que puede ser tan amable conmigo a pesar de lo que le estoy haciendo. De nuevo, siento esa punzada de culpa que no sentía antes, aunque supiera que estaba obrando mal. Cierro la puerta con seguro y me acerco un poco, al observar sus manos, me doy cuenta de que la cuerda ha dejado marcas en sus muñecas. 

—Ven conmigo —le digo pensando en el dolor y las molestias que debe estar sintiendo. 

Abro la puerta y le indico que salga, luego, salgo tras él, pues no confío como para darle la espalda. Se sienta en una de las sillas de la barra en la cocina y pone las manos sobre el mesón de granito. Frente a él, separados por el mesón, lo desato con cuidado, descubriendo que las marcas se ven terribles y en algunas partes han hecho pequeñas heridas. Veo cómo su mirada baja hacia donde está el arma, cerca del cierre de mi pantalón. 

—¿Siempre la llevas? —pregunta. 

—Ya me acostumbré, cuando no la tengo cerca, me siento desprotegida —respondo mientras busco bajo el mesón, un pequeño botiquín que tenemos guardado allí. 

Lo saco, mojo un algodón con alcohol y desinfecto las pequeñas heridas con mucho cuidado. Él permanece en silencio, a pesar de que sé que le duele, no se queja ni dice nada. 

—¿Vas a volver a atarme? —pregunta. 

—No creo que ahora sea conveniente —respondo— tendré que confiar en ti y dejarte así. 

—No te preocupes, escapar sería complicado, dado que no sé exactamente en dónde estoy. 

—Tienes razón. 

Lo observo mientras se quita un mechón de cabello rizado que cae sobre su frente. Me dispongo a hacer el desayuno, pienso que con fruta bastará. Así que, saco algunas de la nevera y las corto con el cuchillo sobre una tabla de madera. Luego, las sirvo en dos platos y le doy uno junto a un tenedor. 

—¿Será suficiente con eso? —pregunto. 

—Sí, tampoco acostumbro a desayunar demasiado —responde mientras pincha un trozo de mango con el tenedor. 

—¿De dónde eres? —pregunto sin poder ocultar mi curiosidad. 

—De Toronto, Canadá —responde él con expresión soñadora, seguramente, está recordando su lugar de origen. 

—Estás muy lejos de casa —digo mientras acerco un trozo de fresa a mi boca. 

—Lo sé, a muchos kilómetros de distancia. 

—Pero viajas mucho, ¿no?

—Así es, ya estoy acostumbrado a estar en diferentes lugares alrededor del mundo, pero de igual manera, extraño a mis padres y a mi hermana. 

—Entonces tienes una hermana. 

—Así es, se llama Aaliyah, tiene diecisiete años. 

—Y tú ¿Cuántos años tienes?

—Veintidós, ¿en serio no sabes nada sobre mí?

—La verdad es que no, sabía tu nombre porque en las noticias lo dijeron, pero nada más. Eres famoso, pero no tanto. 

—Bueno, pues me vas a conocer muy bien aquí, con datos de primera mano. Vas a saber más de mí que mi más grande fan. 

Su comentario me hace sonreír, me parece especial estar conociéndolo así, como a una persona ordinaria y normal, no por medio de lo que se dice de él, ni de biografías escritas, ni de entrevistas con preguntas escogidas. 

—Podría ser entonces tu más grande fan —digo— con pase VIP a tus conciertos, con la habitación llena de fotos tuyas, que acampa en el aeropuerto esperando a que llegues, en fin. 

Al escucharme se ríe y es el sonido más bonito que he escuchado en toda mi vida, es que he escuchado muchas risas, muchas voces, pero no como esta, pienso entonces cómo será su voz cuando canta. 

—Me gustaría escucharte cantar —le pido— por favor. 


Él sonríe, se aclara la garganta y piensa por un momento, tal vez buscando en su mente la letra de alguna de sus canciones. 

I know a girl, she's like a curse
We want each other, no one will break first
So many nights, trying to find someone new
They don't mean nothing compared to her, and I know
When people ask about us, now, we just brush it off
I don't know why we act like it means nothing at all
I wish that I could tell you that you're all that I want, yeah
I pretend that I'm not ready
Why do we put each other through hell?
Why can't we just get over ourselves?
And you say hi like you just met me
Why do we put each other through hell?
Why can't we just get over ourselves?
Why can't we just get over ourselves?I know a girl, she's like a curse
We want each other, no one will break first
So many nights, trying to find someone new
They don't mean nothing compared to her, and I know
When people ask about us, now, we just brush it off
I don't know why we act like it means nothing at all
I wish that I could tell you that you're all that I want, yeah
I pretend that I'm not ready
Why do we put each other through hell?
Why can't we just get over ourselves?
And you say hi like you just met me
Why do we put each other through hell?
Why can't we just get over ourselves?

Why can't we just get over ourselves? 

Mientras lo escucho, no puedo evitar sentir una emoción en lo más profundo de mi pecho, entiendo por qué es famoso y tiene éxito, porque tiene un talento inmenso. Pienso en la gran cantidad de corazones que ha conquistado alrededor del mundo gracias a esa voz maravillosa. También he escuchado muchas voces distintas que cantan, pero ninguna es como esta, ninguna me ha tocado el corazón de tal manera. Me reprendo mentalmente por pensar todas estas cosas, a pesar de que puedo ver que es una persona maravillosa solo con mirar sus ojos, que dejan al descubierto un alma hermosa, pero las cosas no son nada fáciles, fue mi idea apartarlo de su vida normal y traerlo aquí para ayudar a mi familia, y ellos siempre han estado primero que todo. No puedo poner mis ojos en él, aunque es casi imposible no hacerlo.

Cuando termina de cantar, aplaudo y sonrío, sintiendo una gran admiración hacia él. 

—Tienes una voz maravillosa —le digo, aunque sé que esa palabra se queda corta. 

—Gracias —dice él, y sonríe de nuevo. 

Espero que su familia pague pronto, no sé qué pasará conmigo si seguimos aquí encerrados, juntos. 

Síndrome de Estocolmo || Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora