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—Everytime I see you baby I get lost, if I'm dreaming baby please don't wake me up. 

Abro los ojos y me encuentro con la sonrisa de Shawn, no creo que haya mejor manera de comenzar el día. Imagino que lo que acaba de cantarme es parte de alguna de sus canciones, si suena tan bien así, no me imagino lo que será su voz acompañada de música. 

—Buenos días, Shawn —saludo girándome para mirarlo. 

—¿Descansaste? —pregunta. 

—Muy bien, ¿y tú?

—Muy bien. 

Es temprano todavía, pero el día se anuncia frío, seguramente va a llover y quiero quedarme todo el día en la cama, aunque no hay mucho que hacer aquí. Estoy tratando de no pensar en que se me acaba el tiempo junto a este maravilloso chico, pronto, tendré que olvidarme de él y no se por qué me duele tanto la idea de lo que será mi vida después de que se vaya. Lo observo en silencio, pensando en por qué es tan atractivo, y no puedo evitar sonreír. 

—Me gusta tu sonrisa —dice. 

—Gracias, pero la tuya es más bonita —respondo, tenía que decirle eso. 

Estira su mano y pone un mechón que se salió de la trenza sobre mi oreja, el breve contacto me provoca un escalofrío, en verdad espero que no sé dé cuenta, aunque debe estar acostumbrado a impresionar a todo el mundo en cualquier lugar al que vaya. Me levanto de la cama y tomo mis cosas para ir a bañarme. Shawn también se levanta, lo veo antes de cerrar la puerta. Cuando estoy a solas, pienso en lo mucho que me he acostumbrado a su presencia, debo admitir también que me atrae, pero es mejor reprimir mis sentimientos o esto se pondrá muy desagradable para mí. 

Cuando salgo, no lo veo por ahí, me pregunto a dónde habrá ido. Me dirijo a la cocina y preparo café para el desayuno, en verdad está haciendo frío, lloverá más pronto de lo que creía. Cuando está listo el café, lo sirvo en dos tazas y pienso en ir a buscar a Shawn. Las dejo sobre la mesa y lo veo entrar por la puerta con un ramo de unas flores blancas que crecen en el suelo del bosque, son como las margaritas, pero un poco más pequeñas. Se acerca y me las da. 

—Espero que te gusten —dice. 

—Muchas gracias, Shawn. 

Sin pensarlo dos veces, me acerco y le doy un fuerte abrazo, la sensación de alegría que siento es indescriptible, no es la primera vez que me regalan flores, pero estas son las más bonitas, porque fue él quien me las dio. Voy a buscar una jarra para ponerlas ahí, la lleno de agua y las dejo en el centro del comedor. Él se sienta y bebe un sorbo de café de la taza, la deja de nuevo sobre la mesa y toma el cuaderno donde ha estado escribiendo muchas cosas desde que se lo di, seguramente son canciones. 

—¿Estás muy inspirado? —pregunto tratando de leer lo que está escribiendo. 

—Sí, no recuerdo haber estado así de inspirado nunca antes —responde. 

—¿Puedo leer?

Pone su brazo sobre la hoja y me mira muy serio. 

—Cuando llegue el momento, leerás todo lo que he escrito aquí. 

Asiento, pues en verdad tengo mucha curiosidad por saber qué es lo que tanto escribe, tomo la taza de café y bebo un sorbo mientras observo el pájaro que tiene tatuado en su mano. Terminamos de desayunar y recojo las tazas para lavarlas, al abrir el grifo, el agua que sale está helada, las lavo rápidamente y voy a mi habitación. Tomo una manta que está guardada en el armario y regreso a la sala, me siento en el sofá y me arropo. Poco después, Shawn se levanta y se sienta a mi lado, lo arropo con la mitad de la manta y él busca mi mano para entrelazar sus dedos con los míos. 

—Estás frío —le digo. 

—Hoy es un día muy frío —dice él. 

Pongo mi cabeza sobre su hombro y pienso en lo bien que se siente estar cerca de él, por eso no quiero pensar en cuando miles de kilómetros nos separen. 

—Me gusta ese tatuaje que tienes, el de la guitarra —digo. 

—¿Tú no tienes ninguno? 

—No, me dan bastante miedo las agujas. 

—Este de la guitarra me recuerda a mi hogar, el paisaje que tiene es de Toronto, lo hice porque a veces cuando estoy mucho tiempo lejos y extraño mi casa, lo miro y me siento mejor. 

—Debe ser difícil para ti estar aquí todo este tiempo sin saber de tu familia. 

—Los extraño mucho, pero la he pasado bien aquí. 

—Pronto te reunirás con ellos. 

—Sí, pero tendré que despedirme de ti. 

—Tal parece que estamos hechos para encontrarnos una vez y no volver a vernos jamás. 

—No creo que sea tan así, puede que la vida no se resigne a separarnos para siempre. 

Me alejo un poco para mirarlo y me pregunto por qué está diciéndome eso, por su bien y por el mío, debemos despedirnos para siempre en unos días. Él se acomoda en el sofá, de manera que estamos muy cerca, puedo sentir su respiración, y mirar sus ojos mucho más detalladamente. Mi mirada baja hacia sus labios, son tan rosados y se ven tan suaves, me queda poco tiempo, y si no lo beso ahora, me arrepentiré por el resto de mi vida. Pongo mis manos en sus mejillas y me acerco a él, poniendo mis labios sobre los suyos. De inmediato me responde, pone sus manos en mi cintura y nuestros labios se unen en un apasionado beso que me hace sentir toda clase de sensaciones nunca antes vistas. No es mi primer beso, pero este me ha hecho olvidar todos los que he dado antes, porque ninguno ha sido tan especial, porque besar a Shawn es una cosa completamente distinta. Su boca sabe a café, y me hace pensar en que recordaré este beso hasta el último día de mi vida. Afuera, comienza a llover, solo se escucha el sonido de las gotas caer sobre el tejado, no necesitaba nada más para sentirme feliz. 

Síndrome de Estocolmo || Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora