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¿Por qué será que cuando te sientes feliz, el tiempo pasa mucho más rápido? Durante todos estos días, me he sentido como en una burbuja, ajena al mundo exterior, disfrutando de la agradable compañía de Shawn. Pasamos los días caminando por el bosque, preparando las comidas juntos, él escribe sus canciones y yo hago mis planos de edificios o hago castillos de naipes. Daría lo que fuera por poder seguir así, al menos por unos días más, pero sé que no puedo hacer nada, el fin se acerca, inevitablemente tendremos que decir adiós. Hoy es un día soleado, en la parte de atrás de la cabaña hay una pequeña habitación llena de herramientas y utensilios de jardinería, creo que voy a aprovechar el buen clima y haré un jardín, sembrando algunas semillas que hay allí. Le digo a Shawn que me ayude a llevar algunas cosas afuera, creo que quedaría bien en uno de los costados de la cabaña. 

—No habías mencionado la jardinería como una de tus aficiones —dice Shawn mientras descarga las herramientas donde le dije. 

—Ahora sabes que es una de ellas, en mi casa en la ciudad, tengo un jardín con solo rosas de colores frente a la ventana de mi habitación —respondo mientras comienzo a sacar la tierra y revolverla. 

—¿Vives en una casa muy grande? 

—Así es, en un barrio bastante elegante, pero no pasamos mucho tiempo allí, todo el día estamos en distintos lugares de la ciudad, salimos temprano y regresamos hasta bien entrada la noche. 

Mientras respondo, recuerdo mi casa en la ciudad, desde que tengo memoria, hemos vivido ahí, los domingos son los únicos días que mi padre nos ha dejado libres, y los aprovecho para encargarme de cuidar mi jardín. Hago los agujeros en la tierra y pongo las semillas en ellos. Mando a Shawn por un poco de agua para regarlas y disolver el fertilizante, no sé si crezcan, pero me gusta hacer esto. 

Cuando terminamos es casi el atardecer, entramos a la casa y preparo algo de té mientras Shawn se sienta en el comedor y sigue escribiendo en el cuaderno. No he sabido nada de mi padre desde que se fueron, me pregunto qué estará ocurriendo con él y sus negocios, y qué habrá pasado con la familia de Shawn. Mañana se vence el plazo que les dieron para pagar y pensar en eso me pone bastante nerviosa, pero confío en que todo saldrá bien y Shawn regresará junto a ellos pronto, sano y salvo. Sirvo el té en dos tazas y lo llevo a la mesa. Me siento, tomo una de ellas y la soplo para que se enfríe. Shawn sigue concentrado en lo que está escribiendo, hasta que, de repente, levanta la vista hacia mí. 

—¿Tu padre no se ha comunicado contigo? —pregunta. 

—No, no hemos hablado desde que regresó a la ciudad, no sé qué le estará pasando —respondo. 

—Parece que se olvidó de nuestra existencia —dice y esboza una sonrisa que me hace sonreír también. 

—No creo que tengamos tanta suerte, él nunca olvida nada. 

Lo observo mientras toma la taza y la acerca a sus labios. Cuando le va a dar un sorbo, voy a advertirle que está caliente, pero antes de que pueda hablar, bebe y hace una mueca de dolor, se quemó la lengua. 

—Iba a decirte que está caliente —digo. 

—Hubiera sido bueno saberlo —dice. 

Me levanto y voy a la alacena, tomo una cucharadita de azúcar y se la llevo. 

—Ponte el azúcar en donde te quemaste, así no te va a doler. 

Él me mira y hace lo que le dije. Espera un rato hasta que el azúcar se derrite y me dice: 

—Es un remedio muy efectivo, ¿de dónde lo sacaste?

—Mi padre, sabe un montón de remedios caseros para muchas cosas, no sé dónde habrá aprendido todo eso. 

—¿Lo quieres?

—Por supuesto, que sea un criminal no significa nada, sigue siendo mi padre, a pesar de todo lo que ha hecho. 

—En eso tienes razón, nada cambia que es tu padre. 

Asiento y tomo de nuevo la taza con el té que ya está mucho más frío, lo bebo a sorbos cortos y pienso en mi padre. Poco a poco, el día va dando paso a la noche y afuera, oscurece lentamente. Me levanto y enciendo una luz. Cuando vuelvo a sentarme, Shawn estira su mano sobre la mesa y toma la mía. Por un momento, creo que va a decirme algo, pero no lo hace, termina de beber el té y permanece mirándome en silencio, haciendo que me pregunte qué estará pasando por su mente. 

Cuando está totalmente oscuro, pienso en levantarme a preparar algo de cenar, Shawn lo nota y me detiene. 

—Ven conmigo, luego hacemos algo de cenar. 

Me levanto y lo sigo afuera de la cabaña, miramos al cielo, que está lleno de millones de estrellas brillantes, tan bello como nunca lo había visto. Tal vez sea porque nunca prestaba atención a cosas como estas, o porque en la cuidad hay muchas luces que no dejan ver lo bello que es el cielo nocturno. 

—Escúchame bien —dice pasando su brazo sobre mis hombros— cuando estemos lejos y caiga la noche, mira al cielo y piensa que a pesar de todo, estamos bajo las mismas estrellas, mirando el mismo cielo, llegará el día que volvamos a reunirnos. 

Giro un poco mi cabeza para mirarlo, y siento unos enormes deseos de llorar, pero no pienso hacerlo frente a él, no pienso dejarme derrumbar solo porque fui tan tonta como para enamorarme de este chico, cuando lo único que debía hacer era secuestrarlo y luego olvidarme de que sucedió. Despedirme me va a costar mucho, pero sé que soy una persona fuerte y que no se deja vencer por nada, tengo fe en mí y eso me mantendrá de pie. 

—Quiero que sepas, que siempre estaré feliz de haberte conocido —digo con toda la sinceridad del mundo. 

Él se acerca y nos damos un cálido beso, que me hace pensar que la próxima vez que bese a alguien más, tendré que imaginarme sus labios. Lo tomo de la mano y regresamos adentro. Voy a preparar algo de cenar cuando escucho mi celular sonar, es un mensaje de mi padre: 

«Vamos en camino a recoger el dinero que pagaron por el cantante, te estaré informando qué debes hacer con él, una vez lo hayamos contado y estemos seguros de que está completo.»

Síndrome de Estocolmo || Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora