6

127 15 5
                                    

Por suerte, mi padre creyó que en verdad golpeé a Shawn, no ha vuelto a comunicarse conmigo y me molesta no saber qué está sucediendo, si la familia de Shawn va a pagar o si ya lo hizo, que es probable. Temo que en cualquier momento aparezca sin avisar o que no paguen y me dé la orden de matarlo, porque entonces, no sabría qué hacer, en verdad espero que no ocurra. Los días pasan rápidos y eso me hace pensar en que pronto, este tiempo de vacaciones terminará. Shawn es una persona agradable, me alegra haberlo conocido, aunque haya sido en estas circunstancias. Estuve buscando en los armarios y encontré un juego de naipes, a veces, cuando nos aburrimos, jugamos varias partidas de póker. Ahora estamos jugando, pero soy notablemente mucho mejor que él. 

—Si estuviéramos apostando, ya me habrías dejado sin ni un centavo —dice mirando fijamente las cartas que tiene en la mano. 

—No es para tanto —digo— lo que pasa es que te falta ir al casino más seguido. 

—¿Tú vas mucho al casino?

—Con mi hermano íbamos bastante antes, él tiene muy buena suerte en el juego. 

—Una vez escuché que decían que quien tiene buena suerte en el juego, tiene mala suerte en el amor.

—No sé si eso sea cierto, aunque puede, a él no le ha ido muy bien en el amor. 

—¿Y a ti?

Me quedo pensando antes de responderle y recuerdo los muchos novios que tuve mientras estaba en la escuela. Después de que la terminé, no he tenido más de dos relaciones no muy serias, pues me he dedicado de lleno a los negocios de mi padre. 

—Me ha ido bien —respondo— aunque no de maravilla. A ti ni te pregunto, sé que te deben perseguir las mujeres. 

—No creo que en serio me persigan —dice él, pero no le creo. 

Pienso en la cantidad de mujeres alrededor del mundo que, muy seguramente no lo han visto en persona, pero suspiran de amor por él, tienen razón porque es atractivo, talentoso y, a eso habría que añadir que es amable y buena persona. Me pregunto cuál será su peor defecto, pues en lo poco de él que he conocido en estos días que hemos pasado juntos, no he encontrado nada desagradable. Me quedo mirándolo y estudiando a detalle la belleza presente en cada una de sus facciones, mientras él sigue mirando sus cartas. De repente, levanta su mirada y nuestros ojos se encuentran. 

—Para ser un secuestro, esto no ha estado nada mal —comenta, y una sonrisa asoma en sus labios. 

—Cuando quieras escaparte de tu vida de celebridad, dime y repetimos el secuestro, aunque podríamos sacarte de tu hotel de una manera mucho menos incómoda —respondo en tono burlón. 

—¿Cómo me sacaron?

—Dentro de una caja de madera. 

—Ahora entiendo por qué me dolía tanto la espalda. 

—Pensamos que no ibas a caber ahí, eres muy alto. 

—Tú entraste a mi habitación con el desayuno, ¿verdad?

—Así es. 

Asiente y creo que está recordando lo sucedido esa mañana desde la que han pasado ya varios días. Seguimos jugando en silencio hasta terminar la partida, que de nuevo gano yo. Me estoy acostumbrando a tenerlo cerca todo el día y eso es realmente malo, pronto habrá que liberarlo y jamás volveremos a vernos. 

—¿Habrá algún problema con que me dé una ducha? —pregunta. 

—No creo, a menos que sea alguna estrategia para escaparte —respondo, pero sé que si quisiera escapar, ya lo hubiera hecho. 

—Por supuesto que no. 

Se levanta del suelo donde está sentado y extiende su mano hacia mí, yo la tomo y me ayuda a levantarme. Caminamos sin soltarnos hacia la habitación donde duerme, cierro la puerta cuando entro y me dirijo al armario mientras él va hacia el baño. 

—Te voy a dar algo de mi hermano para que te cambies, aunque no sé si te sirva —digo mientras abro las puertas y miro las prendas que hay allí guardadas. 

Él me espera recostado en el marco de la puerta, observándome muy fijamente, encuentro una camiseta blanca que no se ve tan grande, pues Chad es bastante musculoso y acuerpado. Abro los cajones hasta que encuentro una toalla limpia, la tomo también junto a una pantaloneta. Me acerco a él y entra en el baño. 

—Vas a vigilarme, ¿verdad? —comenta. 

—Por supuesto, no puedo dejarte solo, si te escapas, me costará caro —respondo— no te preocupes, no voy a aprovecharme de ti. 

Mi comentario lo hace sonreír. Sin más, comienza a quitarse la camiseta sucia, doy media vuelta y salgo cerrando la puerta tras de mí. Me siento sobre la cama y observo cada rincón de la habitación, escuchando el sonido de la ducha. Se me ocurre una idea, así que, entro con cuidado en el baño y recojo la ropa que Shawn se acaba de quitar, salgo y cierro, esperando que no haya notado que entré. Voy a mi habitación y recojo mi ropa sucia, luego, voy a ponerla a lavar en la lavadora. Regreso a la habitación de mi hermano y me siento en la cama, comienza a darme sueño a pesar de que no es de noche aún, así que me acuesto y cierro mis ojos. 

—Voy a decirle a tu jefe que te dormiste —me despierta la voz de Shawn— podría haber escapado mientras tanto. 

Abro mis ojos y me doy cuenta de que ya oscureció, ¿Cuántas horas se demoró bañándose? Me levanto despacio y lo miro, se ve fresco,  radiante y huele a jabón. Unos rizos mojados caen sobre su frente, los aparta y deja la toalla extendida sobre la cama. 

—No le digas o tendré problemas serios —digo mientras me pongo en pie. 

—Tranquila, guardaré el secreto. 

Me regala una sonrisa reluciente y sale tras de mí, me ayuda a sacar la ropa de la lavadora y luego vamos a preparar algo de cenar. No debería estar acostumbrándome a esto, pero lo estoy haciendo y será duro cuando ya no vuelva a verlo más que en la televisión. 

Síndrome de Estocolmo || Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora