CAPÍTULO UNO

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- ¡No papá!, ¡por favor!.

- ¡Enrique! Por favor no nos hagas esto.

Eran los gritos que se escuchaban dentro de la casa Mendoza - Santiesteban. Enrique Mendoza el cabeza de esa familia estaba descontrolado. Los niños y su esposa lloraban. Mientras él seguía gritando una serie de improperios.

- Ya me aburrí de ti, mírate estás gorda y vieja, - dijo al tiempo que sacaba a aquella mujer de un brazo y la echaba de la casa - se me van de aquí ahora mismo.

- ¡Esta es mi casa! Aquí vivimos - decía una llorosa Victoria -

- La casa es mía - gritaba él - y aquí vive quien a mí se me pega la gana.

- No papá, no lo hagas - suplicaban Paula y Santiago, mientras la pequeña Mariana de 2 añitos escondía su rostro aferrada a las piernas de su mamá que junto con sus hermanos lloraban sin cesar -.

- No lo hagas Enrique, piensa dónde van a pasar la noche estas pobres criaturas. Son tus hijos.

- Con tus papás, regrésate con ellos, Memé estará "gustosa" de recibirte dijo haciendo énfasis con sus dedos

- Sabes muy bien que jamás me recibirán, ten compasión.

- Yo no te forcé a venir conmigo, dijo un sobrado Enrique

- Por lo menos deja que se queden tus hijos en lo que yo consigo a dónde llevarlos.

- Ya dije que no Victoria, además ni siquiera sé si son míos.

El rostro de la morena se transformó, ese fue un golpe bajo, que no merecía. Pero confiaba en que un día no muy lejano Dios le haría justicia.

- Al menos déjame sacar mis cosas.

- Toma aquí están, dijo arrojándole una maleta con sus cosas. Te ahorré la empacada.

Los empleados de la casa no daban crédito a lo que veían, su joven patrona de 28 años echada a la calle con sus tres hijos Paula de 8 años, Santiago de 6 y la pequeña Mariana de 2. Carlota su empleada de confianza junto Lidya empacaron con cuidado lo que quedaba de las cosas de los niños, al tiempo que Sara la nana hurgaba en la caja fuerte gracias a que Gerardo, el mejor amigo de Enrique casi que por amenaza de Camila y Helena su esposa, dijo cuáles eran los dígitos, y los documentos que debía Victoria sacar.

Camila había dado orden a Carlota de que tuvieran todo empacado y evitaran que Victoria saliera de ahí, que ella iría a recogerlos. Pero no contaban con que Enrique se iba a descontrolar de esa manera y no le hubiera dado tiempo de llegar.

- Lo demás es mío y no pienso regalártelo, dijo mientras otra mujer, un poco más joven que Victoria salía de dentro de la casa para abrazar a Enrique desde atrás.

En ese momento todo quedó claro para Victoria, su matrimonio se había terminado, Enrique había preferido a otra mujer más joven y por lo que se veía más elegante que ella sin importar que sus hijos estuvieran en medio de todo.

- Vámonos mamá dijo Santiago, mientras tomaba la maleta con sus manitas. Paula en ese momento miraba con resentimiento a su padre mientras Mariana seguía abrazada a la pierna de su madre.

- No te quiero volver a ver en lo que me reste de vida, fue lo último que gritó Enrique antes de azotar la puerta.

Victoria y sus hijos empezaron a caminar en dirección a la entrada de la casa, en medio camino las piernas de ella flaquearon y cayó al suelo. Sus hijos intentaron levantarla, mientras sus ojos no paraban de producir lágrimas. Se permitió llorar un poco más, dejando salir toda la frustración que llevaba dentro mientras se aferraba a sus pequeños tesoros.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora