Capítulo 4

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Sonia intentó reprimir de nuevo las náuseas. No estaba acostumbrada a viajar en avión, no solía hacerlo, casi siempre estaba en Galicia y cuando no se movía en coche. Las náuseas habían comenzado desde el momento en que el enorme aparato había comenzado a avanzar por la pista de despegue y todo se había desbaratado al empezar a tomar altura.

Otro motivo más para odiar a su padre.

— ¿Estás bien, nena?

Azahara miraba a su sobrina con rostro preocupado mientras le daba otro sorbo a su bebida. A ella tampoco le gustaban los viajes pero había aprendido a sobrellevarlo con el alcohol, como cualquier problema últimamente.

— Sí, ya estoy mejor, pero a veces...

—Te comprendo. Además está habiendo muchas turbulencias. Ahora entiendo al Papa cuando besa el suelo al aterrizar, creo que yo también lo haré. ¿Cómo hace para no caerse de bruces?

—Tía, creo que es mejor que dejes el brandy de una vez.

—Eres muuuuy joven para ser tan corta rollos. Me acabo este traguito y ya. Te lo prometo.

Sonia negó con la cabeza, estaba claro que no iba a terminar hasta que no aterrizaran, por suerte les quedaba poco menos de media hora.

Cuando el avión comenzó a inclinarse nuevamente para aterrizar se tuvo que agarrar fuertemente a los reposabrazos y cerrar los ojos para que no volvieran las náuseas. Esperaba que a su marido no le gustara mucho viajar muy lejos porque ella lo odiaba con todas sus fuerzas.

Bajaron por las escalerillas que se desplegaron. Abajo las esperaba una enorme limusina con las insignias de los Gotti.

Azahara de inmediato se tensó, reconocía perfectamente el coche. Hasta ese momento había intentado evadirse de lo inevitable, pero ahora todo era mucho más real. Podían notar el olor a Florencia, parecía una tontería pero tenía un olor especial para ella. Al entrar en la limusina por un momento estuvo a punto de echarse a llorar, podía jurar que olía a él.

"¡Vamos Aza, tienes que ser fuerte!" se dijo. Tomó un par de respiraciones profundas sintiendo como el alcohol ya no hacía ningún efecto en ella. Ese era el problema. Se había acostumbrado tanto a beber que ahora ya no le hacía el mismo efecto y no quería caer en el juego de beber más porque sino no podría parar.

Su tía estaba mal, no podía parar de repetirse Sonia. Solo con mirarla se podía adivinar lo mal que lo estaba pasando y no por el efecto del alcohol ingerido durante el viaje. Estaba muy callada, pálida y cada poco tiempo tomaba profundas respiraciones. Ella nunca había estado en Italia por lo que no sabía muy bien cuánto tiempo tardarían en llegar desde el aeropuerto hasta la Casa Gotti, esperaba estar allí antes de que a su tía le diese un ataque de pánico y se echase a correr de vuelta a España.

—Tía, ya has estado aquí otras veces después del divorcio.—intentó darle algo de ánimo.

—Era distinto. Entonces sabía que iba a ver a mis hijos, como mucho a alguna de mis cuñadas, pero tenía toda la certeza de que no vería a Zeus. Ahora todo esto está consiguiendo desequilibrarme. Desde que tu padre me dio la noticia intenté ocupar mi mente con otras cosas, después en el viaje ya ves, pero ahora ya es demasiado inminente.

Sonia agarró por la cara su tía haciendo que se quedasen mirando fijamente.

—Por mucho que se crean esos estúpidos Gotti nosotras somos Cid. Te hizo daño, pero no puedes permitir que él sepa lo mucho que te sigue doliendo. Y yo... yo no voy a dejar que me traten como una muñequita a las órdenes de mi marido, seré independiente.

Saga Familia Gotti 7: Infierno (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora