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— ¡Kang Hyunjin! Quédate tranquilo —ordenó su madre.
Mientras, el niño seguía berreando y pataleando, dispuesto a hacer nuestro trabajo más difícil.
—Daniel, ¡esto es todo tú culpa!—se quejó la pelirroja.
—Claro, todo es culpa del pobre Danniel. Un día me voy a ir por cigarros al Oxxo y se les va acabar su vaina. —amenacé.
—Cállate y pon una rodilla en su espalda, que ya parece un gusano de tanto moverse —pidió la doctora—. Ya, ya Hyun. Colabora como lo hizo tu hermana. Si no la aguja se va a tapar y cuando te inyecte se puede romper.
Hyunjin gritó de inmediato entrando en pánico.
—No ayudas, Dahyun —le reproché.
—Tú mejor no opines Danielito, aquí el médico soy yo —replicó ella.
A ver. Uno, dos, tres... cuatro personas necesarias para poder inyectarle un anticuerpo a mi hijo, un niño de 7 años. Genial.
Ji sujetaba sus manos y cuello para que no mirara la aguja. Yo sujetaba sus brazos y espalda para que no se moviera. Y Dahyun intentaba sujetar sus piernas con ayuda de Yerin para poder pincharlo. Trabajo en equipo.
Todo mientras Hyunjin se tensaba y retorcía negándose a la aguja.
— ¡No! Mamá, te lo juro que yo me porto bien, pero no me hagas esto mamá por favor. Prefiero no mejorarme nunca a que me inyectes, por favor, mamá te lo pido. Ya hoy van 3 punzadas, no más, mi cuerpo no soporta más, ¡MAMÁ! —chillo él una vez el espeso líquido entro en su sistema nervioso.
—Llorón —se burló YeJi observando la escena.
—Está listo, ¿ves Hyun? Sólo una picada de mosquito... —sonrió Dahyun orgullosa por su trabajo—. Yerin, tómate un merecido descanso.
Hyunjin se sentó sobre la camilla y siguió llorando por un buen rato, mientras JiHyo sólo lo regañaba por su actitud. Minutos después llegó Dahyun ordenándole una nebulización para que pudiéramos irnos de nuevo a casa.
—Esta no te va a salir barata Hyun, has dado todo un espectáculo ahí en el hospital, debería castigarte. —amenazó JiHyo. A lo que yo pasé un brazo por encima de sus hombros y le di un beso en la mejilla.
—No lo culpes a él amor, después de todo yo también le tengo algo de miedo a las inyecciones.
—Oh, ¿y en serio dudas de que esto no es tu culpa, Dani?—indagó ella. Logrando que yo retirara mí brazo ahora completamente arrepentido—. Tienes suerte de que soy una madre comprensiva, porque si no...
Yo sonreí y di el tema por terminado. No planeaba meterme en problemas, no un domingo por la noche mientras los niños se van temprano a la cama y tenemos más tiempo para nosotros dos solos.
