Memorias V

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—Así que tienes tu propio estudio de fotografía

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—Así que tienes tu propio estudio de fotografía...

—Sí, no es lo mejor del mundo pero tengo el pan de cada día.

Expliqué mientras sostenía entre mis manos mi preciada cámara.

—¿Sabes?, he estado buscando a alguien que tome fotos de mis reportes... y, eres buena. Así que, ¿qué tal si me ayudas? —no puede ser.

— ¿Estás seguro de que esto no tiene nada que ver conmigo y con el bebé? —pregunté.

—Lo juro —me sonrió, esa sonrisa, esa sonrisa sexy me había metido en muchos problemas—. Ji, ¿por qué me miras así?

—¿Así cómo?

—Como si fuera algún bocadillo —entre abrí los labios sorprendida por mi obviedad.

La cara me empezó a hervir de repente, esas malditas hormonas descontroladas.

—Jamás, Danielito.

—Bueno... —respondió inseguro—. ¿Qué dices? Prometo que la paga es buena.

—Está bien, acepto. —me incliné sobre mi escritorio y lo tomé de los hombros atrayéndolo hacia mí, junté nuestros labios por un instante y luego lo miré—. Pero primero quisiera preguntarte... ¿has fantaseado con hacerlo en un cuarto oscuro alguna vez?

Enrollé mis piernas en su cintura y junté nuevamente nuestros labios, al instante comenzamos a besarnos con desespero. La situación me recordó a aquella noche en el bar. Cuando nos descontrolamos por completo.

El beso se tornaba cada vez más intenso y nuestra respiración era agitada.

Mis manos enredaban el cabello de su cuello y lo halaban intentando conseguir más cercanía.

En dado momento él tropezó y con mis piernas nos di la vuelta, provocando que él cayera convenientemente de espaldas sobre el escritorio. Mi risa ahogada logró que me separara de él y me acomodé a horcajadas sobre su cintura.

—No sé si serán las hormonas o es que eres demasiado suculento para este mundo, pero no pienso salir de aquí hasta revivir los hechos que nos trajeron a este momento —informé. No lo dejé responder y volví a besarlo vorazmente. Sus manos ya comenzaban a acariciar mi vientre.

Sin aplazar más las cosas me quité la camiseta y guié sus manos a mi sostén para que lo desabrochase, las pupilas de Daniel se dilataron todavía más.

—Oye, JiHyo, ¿has visto...? ¡Ah!, yo, ¡ahhh! ¡Qué asco me dan, búsquense una habitación! —gritó Jeongyeon tapándose los ojos.

Bajé del regazo de Daniel enseguida. Y lo cubrí con mi camiseta.

—Cielo, ¿Estás bien?

—SI, muy bien, ¡no vengas Nay! Todo es un desastre, voy en un momento.

—Jeong... —traté de pronunciar.

— ¡No! Cállate, esto nunca paso, ¿okay? Dios mío nunca imaginé que presenciaría pre sexo hetero, me doy vergüenza  —escandalizó al alejarse.

𝙎𝙀𝙍 𝙋𝘼𝘿𝙍𝙀 / 𝙅𝙄𝙉𝙄𝙀𝙇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora