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—Nunca pensé que la inseminación sería tan poco efectiva. —se quejó Nayeon.
—Ah, ¿y por qué no te inseminas tú? —le reclamó su esposa.
— ¿Y perder esta figura que tanto te encanta? Ni en sueños. Quiero un bebé, pero no estoy hecha para sobrellevar un embarazo amor, ¡tú sí! Eres positiva, adorable, todo te queda bien y además sumisa —le sonrió ella—. El paquete perfecto.
Me mantuve al margen de la conversación, si opinaba me darían a elegir entre la una o la otra y no era mi intención, en absoluto.
—No sé cómo accedí a esto — Jeong hizo una trompetilla.
—Eh... porque me amas ¿tal vez? Por eso te casaste conmigo —respondió Imsita alegremente. A lo que Jeongyeon soltó un bufido—. No, pero ya en serio, es ya la tercera vez y no entiendo que sucede. No ingieres alcohol, tienes una dieta saludable, te inseminamos cuando ovulas...
—Y si, ¿el problema soy yo? —susurró la rubia.
Okey JiHyo, momento de huir.
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—Y... ¿Qué hacemos ahora? —lo miré expectante mientras me cubría el pecho con la sabanas.
— ¿En serio preguntas eso JiHyo? No sé, yo pensaba que te recostarías románticamente en mi pecho e intentaríamos dormir una siesta, hasta que los niños se despertaran. Ya sabes, lo de siempre —me respondió.
Yo lo miré haciendo una mueca de culpabilidad y este se sentó sobre la cama ahora cubriéndose de la cintura para abajo.
— ¿Qué hiciste zanahoria endemoniada?
Ese apodo. Como odiaba ese apodo.
—Pasas mucho tiempo con Mina, voy a empezar a ponerme celosa —intenté bromear, pero él me miraba serio— Bien... te he notado algo distante estos días, y sé que es por lo de Eunwoo entonces...
— ¿Qué tiene que ver Eunwoo en todo esto? ¡No me digas que estabas pensando en él mientras lo hacíamos, Park!
Yo no lastimé su orgullo, él se lo lastimó solito.
Se levantó de la cama indignado y comenzó a vestirse.
—Idiota, ¡¿Cómo en el mundo podría si quiera pensar en otro hombre cuando eres tu mi adorado tormento?!
¿Así o más romántica?
Me removí como un gusanito intentando alcanzarlo y lo sujeté del brazo para que me mirase—. Escúchame bien, Daniel. Aclararemos TODO el problema con Cha Eunwoo, hoy, en una cena formal como adultos razonables y maduros que somos, y sinceramente, ¿en serio creíste que estaba pensando en él mientras lo único que hacía era gemir tu nombre? Vaya idiota.
Esta vez la que se levantó indignada de la cama fui yo, y como Dios me trajo al mundo me encerré en el baño. Pero desafortunadamente tuve que volver a salir.
—Olvidé mi teléfono celular —cerré la puerta del cuarto de baño de un portazo, sin esperar a que Daniel pudiera tan solo hablar.
Cretino.
Me di una ducha relajante y salí 40 minutos después como una nueva mujer.
Me envolví en la toalla y caminé al cuarto, en donde busqué ropa qué ponerme.
Oh, no.
— ¿Dani?
—Sí, dime.
—Sólo por casualidad, ¿no has visto la ropa que traje para ponerme hoy después de ducharme?
—Oh, lo siento JiJi.
¿Qué has hecho Kang?
—Yo, la llevé a la lavandería pensando que estaba sucia, lo siento, fue mi error
¿Cómo es que en el cielo y la tierra esa disculpa puede ser tan falsa? Se está mofando.
—Ah, sé que lo que estas tramando, quieres evitar a toda costa la cena de esta noche, pero no lo lograrás. Tú, maldito y celoso hombre.
Sonreí con superioridad y caminé hacia la sala, en donde dejé mi bolso. De este saqué un delgado cinturón con pedrería.
Volví a la habitación, Daniel me seguía como un gato curioso. Abrí su armario y de ahí saqué una camisa de botones suya, me puse la ropa interior y consecutivamente la camisa, abrochando botón por botón, le subí las mangas hasta dejarlas a la altura de mis codos. Ajusté el cinturón y sonreí victoriosa.
—Oh, pero qué corto me queda este vestido improvisado, de haber tenido mi jumpsuit esto no habría ocurrido.
Daniel gruñó con rabia. Él sabía que yo había ganado aquí.
Caminé hacia él y atraje sus labios hacia los míos.
—Te amo melocotón, pero a veces puedes ser tan idiota. Tanto como para enviar a la lavandería el vestido equivocado.
—Te amo Ji, pero a veces puedes ser tan ingenua. Tanto como para creer que en verdad envié tu ropa a la lavandería.
Solté una carcajada y volví a besarlo.
—Ponte guapo que esta será una noche larga, cielito.