AT. "Mark y Jack llegan Cadah"

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Ambos chicos se miraron a los ojos, el menor aun tenía los suyos hinchados y rojos por haber estado llorando toda la noche. Una nueva lágrima rodó por su mejilla, el chico alto y castaño no dudó en soltar su maleta y acercarse a él para limpiar su lágrima.

—Tranquilo, vamos a estar bien, hermanito... Te lo prometo.

—En verdad lamento mucho haberte metido en esto, Jack...

—No es tu culpa, Mark. Ambos hemos perdido nuestras familias, pequeño. Ahora nosotros somos una –repentinamente Mark lo abrazó.

—¿Seguro que puedes hacer esto?

—Mark, mírame... –el pelinegro se alejó tallando sus ojos con la manga de su camisa holgada –Antes de fallecer, mi mamá me pidió que te cuidada. Eres el hermanito que siempre quise tener y estoy dispuesto a no dejarte solo nunca jamás –le dio un leve beso en la frente pero alguien tocó la puerta –Yo iré.

Jack se dirigió a la puerta dejando ver a una mujer alta, delgada y de cabello castaño rebuscando algo en su bolso.

—Tía Fran –la mujer lo miró y se acomodó el cabello.

—Hola Jackie ¿Ya están listos? Hola Mark –el chico saludó con la mamo un poco nervioso.

—Si, tía. Estamos listos –fue a recoger su maleta y tomó a Mark del brazo con cuidado– ¿Seguro que no vas a decirles nada?

—Sí, Jack... Ya no quiere tener nada que ver con ellos.

—De acuerdo, vámonos –Su tía lo miró.

— ¿Tienes los papeles?

—Si... aquí están –Jack le dio una carpeta verde. La mujer le dio un sobre amarillo.

—Aquí tienes, en efectivo –el chico de 15 años sonrió y después de contar el dinero le guiño un ojo.

—Un placer hacer negocios contigo, tía –ella le sonrió y lo abrazó.

—Tengan mucho cuidado, Jack. No se separen y en cuanto aterricen, llámame ¿de acuerdo?

Jack asintió, en cuanto su tía y Mark salieron, giró para echarle una última mirada a su hogar. Respiró profundo y con una media sonrisa cerró la puerta.

Habían pasado dos meses desde que su madre perdió la lucha contra el cáncer, le dejó toda su herencia. Julia Johnson, había arreglado los papeles necesarios antes de su muerte para que su hijo de 15 años y su mejor amigo de 13 recibieran las escrituras de la casa y los papeles legales de la herencia para que ambos pudieran irse por el mundo a viajar, tal y como ella se los había prometido. Su hermana Fran Brown, se había encargado de conseguir alguien que le interesara comprar la casa y el dinero completo era el que le acababa de entregar a su sobrino. Les consiguió un departamento amueblado en un edificio en uno de los pequeños reinos a los alrededores de Londres, Inglaterra. Los inscribió a ambos en la escuela más cercana al apartamento, pero Jack y Mark fueron quienes compraron sus propios boletos de avión.

Mark no había avisado absolutamente nada a sus padres de que se iría a vivir a otro país y no lo haría jamás. Después de todo, a ellos jamás les interesó conocer si quiera a la madre de su mejor amigo, aquella mujer que lo acogía como si fuera su propio hijo, aquella que le hacía de comer sus platillos favoritos, aquella que le enseñaba a cocinarlos, aquella que lo consolaba las noches en que sus padres no lo dejaban entrar a su propia casa. Sin duda fue el que más lloró en el funeral.

Ambos chicos subieron al auto de Fran, Mark miraba por la ventana mientras abrazaba su mochila, pensaba en un montón de cosas: si había hecho bien en escaparse, si había hecho bien en robar dinero de la cartera de madre para comprar su boleto de avión y ayudar a su amigo con algunos gastos, si había hecho bien en dejar la escuela, si había hecho bien en simplemente huir de esa horrible vida. Si apenas hacia un mes que había intentado acabar con su vida ingiriendo todas esas pastillas. Miró a Jack, ese joven delgado de cabello castaño y profundos ojos verdes le había salvado la vida por tercera vez, negándose en rotundo a dejarlo morir, a dejarlo solo a él también. Se mordió la manga del suéter y volvió su vista a la ventana.

Tales of Cadah |#4| © TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora