54-El final de una herida

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Los pasos de la mujer se hacen mas notorios cuando cruza la puerta de la habitación del niño, hay un sanador, la nana de su hijo y tres sirvientes en ella. Le sorprende ver a la niñera de su hijo llorar en una esquina y mucho mas la mirada perdida de Morfeo dirigida al interior de la cuna. Los nervios se van apoderando de ella mientras se aleja de la puerta y en algun punto se detiene, todos se niegan a verla. Esta a punto de pedir una explicación cuando su esposo levanta la cabeza, ella se congela en su lugar y traga saliva. No quiere pensarlo, no quiere ver esa imagen en su mente. No la desea. Pero él no dice nada, Ella continua con el corazón encogido en un puño y él abre la boca, de sus labios sale su nombre. Es ahi donde sabe que algo malo sucedió.

Corre sin pensarlo y lo empuja para tener espacio, la cara de su hijo es tan pacifica, tan calmada y tierna y hermosa, pero su cuerpo esta teñido de rojo. Un grito horrible y desafinado sale de sus labios y las lágrimas mojan sus mejillas. – Ella... – Repite él pero ella solo niega con la cabeza. Su mano esta temblando alzada cerca del rostro de su hijo, quiere tocarlo. Asegurarse que respira... El llanto de la nana solo empeora. – Ella.

– Vete – Apenas escucha su propia voz – Sal de aqui.

Morfeo pone una mano en su hombro y besa su mejilla. Luego sale con los sirvientes y sanadores, solo queda Marina en la habitación. Ella se inclina y toma a su hijo entre sus brazos, la sangre mancha su propia piel y vestido. Definitivamente no respira, pero ella se sienta en la mecedora. Se mueve lento, en el ritmo de la canción que solia cantarle. El cabello negro del niño resplandece ante la luz de la vela. Entonces llora, llora tan alto que es casi imposible detenerlo. Acaricia su mejilla con sus dedos, las lágrimas han puesto borrosa su vista.

– Hice todo lo que me dijeron que hiciera – Las palabras salen con furia de sus dientes apretados – Firme un acuerdo de paz, guarde el libro, deje ir a William y a mis planes de venganza. Solo un año me dejaron tranquila, me permitieron casarme, me dejaron a mi hijo el tiempo suficiente para amarlo y me lo quitan. Solo tuve un año, Marina. Un simple año. – Cerró sus ojos y se detuvo un momento, necesitaba sacarlo todo. – Yo teji su gorro, elegi su traje y ahora voy a enterrarlo con ellos.

– Lo lamento tanto – Expresó la mujer, se alejó de la esquina y se postró a los pies de su reina. – Vi al hombre pero no pude detenerlo. Su esposo si lo hizo, dijo que fue un tal Rumpelstiltskin ¡Pero yo debi saberlo! ¡No debi dejarlo solo! Aunque fueran solo cinco minutos... ¡Perdoneme mi reina! ¡Se lo suplico! ¡Perdoneme!

– Trae el libro – Le ordeno ella con la mente pérdida en otro lugar.

– No puedo, mi reina. Se ha ido. Revivirlo solo sera en vano.

Los ojos de Ella se dirigieron a ella, aun no se acostumbraba al haber recuperado su ojo, pero en ese momento casi no lo nota. Esta concentrada en algo mas. – No haré eso, Marina. Trae el libro.

La mujer sacude la cabeza – Se lo prometió a Morfeo. Desde que guardamos el libro aqui y no donde él dijo...

– Se lo prometi a mi esposo y a treinta cinco reyes mas. – Su mirada baja a su hijo y acaricia su mejilla de nuevo, su nombre era Daniel. Morfeo lo habia elegido pero a ella le gustó, incluso aunque le recordara a su otro hijo que jamas vio. Ahora perdia a otro. – No lo repetiré de nuevo, Marina. Ve por el libro.

Marina se levantó con un débil asentimiento y se fue, cuando volvió tenia una caja de hierro en sus manos. La dejó a un lado de Ella, encima de una mesa de madera. La abrió con la llave y levantó la tapa, después retrocedió.

– Al rey no le gustara esto, mi reina. – Exclamó Marina.

Ella acarició la tapa del libro con sus dedos de la mano derecha, se negaba a soltar a su hijo. Lo tendria hasta que llegara el momento de dejarlo ir. Esto lo hacia por él, por su familia, por el futuro de todos los que amaba. No importaba lo que tuviera que hacer.

– Si tuvieras el poder de mantener a tu familia a salvo, Marina ¿Lo harias? – La voz de Ella era un susurro – Imagina toda una vida donde nadie pudiera arrebatarte lo que amas, donde todos te temen tanto que jamas se lo propondrian... – Ella abrió el libro y pasó las yemas de su dedo con suavidad sobre la página. Mariana entendió que esa era su forma de calmar el dolor, buscar una solución y una venganza. Meterse tanto en sus planes que ya no doliera tanto. – Imagina un mundo donde puedes ser completamente feliz..

– ¿A cuantos condenaría con esa decisión? ¿Qué planea hacer?

Apoyó la palma de su mano contra la página en blanco, letras empezaron a aparecer y borrarse. Algunas se ponian sobre otras. Entonces tomó el suficiente control para seleccionarse asi misma como una cazadora, el libro se negó, la magia se rehusaba pero Ella no lo dejó. El libro cedió al final y su poder estaba de regreso, las historias tambien y el poder del libro era totalmente suyo. Lo estuvo investigando antes, pensando durante noches enteras como hacerlo sin perder el control como la primera vez y ahora aqui estaba, haciendo lo mismo que habia jurado no hacer. Pero Morfeo no podria entenderlo, él le daba paz, pero eso no seria suficiente cuando atacaran a su reino o alguien decidiera matarla a ella o a él, ¿Cómo podrían luchar contra eso? Morfeo deberia entenderlo y sino lo hacia lo obligaría a hacerlo. No podria soportar mas perdidas. Ya estaba casi al limite.

Cerró el libro y regresó a cargar a su hijo, era tan pequeño entre sus brazos... Lo acomodó mejor y se impulsó en sus pies para mecer la silla. Marina solo observaba en silencio.

– ¿Qué hará, mi reina? – Preguntó con la voz quebrada, su cara era una combinación de tristeza y preocupación – ¿Qué planea hacer?

– Voy a matarlos a todos, Marina – Ella cerró los ojos tratando de recordar ese momento en su mente, la última vez que abrazó a su hijo. La última vez que podria tenerlo de esta forma. – Los mataré a todos.

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⏰ Última actualización: Oct 09, 2023 ⏰

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Érase una vez una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora