Capítulo 1

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Una mezcla de nieve y ceniza caía sobre Desembarco del Rey. En la Fortaleza Roja, en los suelos del salón del trono se encontraba el cuerpo sin vida de Daenerys Targaryen, asesinada por aquel a quien amaba, Jon Nieve, tras proponerle que cambiaran el mundo, que rompieran la rueda juntos. Al ver a su madre inerte en el suelo, Drogon rugió, en realidad era un grito. Un grito de ira y dolor que parecía que la tierra y el cielo se iban a partir en dos. Recogió a Daenerys con una de sus patas, extendió sus alas y alzó el vuelo. Todo el mundo en Desembarco contempló como el dragón desaparecía entre las nubes, y muchos se alegraron pero esa alegría al momento se convirtió en silencio al escuchar de nuevo su rugido, un rugido que hizo eco en todas las calles de Desembarco del Rey, un rugido que era su lamento, al escuchar como un hijo había perdido a su madre, un rugido que hizo sentir miedo a todos.

Tras los sucesos acontecidos tras la última guerra, se formó un gran consejo para decidir el futuro de los Siete Reinos. Allí se encontraban los representantes de todos los reinos, desde el Norte hasta Dorne. Tras una votación y una victoria unánime se eligió a Bran Stark, como rey de los Seis Reinos, ya que el Norte sería independiente y lo regiría Sansa Stark, la Reina en el Norte. Tras la decisión empezaron los juicios ya que Gusano Gris advirtió que si no había justicia habría guerra, el último heredero varón de la casa Targaryen, Jon Nieve (Aegon VI), renunció a su apellido y orígenes, eligió el destierro y marcharse más allá del muro con el pueblo libre. Tyrion Lannister, a su vez se convirtió de nuevo en Mano del Rey, pasaría su vida sirviendo a los reinos.

Así termino el Juego de Tronos, pero esto es solo el principio de esta historia.

Como hemos comentado antes, Drogon alzó el vuelo y desapareció entre las nubes, pero no su rugido. Y aunque nadie lo esperaba, Drogon sabía qué hacer, era como si el destino, la magia o el vínculo con su madre le indicara que pasos debía seguir. No volaba sin sentido alguno, tenía un rumbo, hacia el este. En pocas semanas había cruzado el gran mar Angosto hasta el Continente de Essos. Al ver sus costas se dirigió hacia el sur y si seguía ese rumbo, a los pocos días llegaría a Volantis.

Mientras caía la noche una gigantesca forma apareció en los Cielos de Volantis, al verla sus gentes entraron en pánico, creyeron que había llegado su final, algunos se escondieron en sus casas, otros corrían por las calles sin rumbo fijo, pero el dragón no les hizo el menor caso, es como si no les escuchara, como si no existieran. Sus ojos se centraban en otra cosa, en un gran edificio, justo en el centro de Volantis.

En el templo, una mujer de pelo negro como la noche y ojos verdes, vestida completamente de rojo se encontraba orando de rodillas frente a una gran llama, tras ella había varias de sus hermanas. En ese momento, se escuchó como se abrían las puertas del gran altar:

- Disculpadme, suma sacerdotisa Kinvara, se acerca el dragón.

- Nuestras oraciones han sido escuchadas hermana.

- La bestia ha llegado a Volantis, no sabemos qué va a hacer tras la muerte de Daenerys Targaryen. La gente grita y corre por las calles, piensan que ha llegado la muerte.

- No temas hermana, como tampoco temo yo. Al igual que no deben temer las gentes de Volantis, al contrario, esta noche somos los afortunados, somos dichosos. Esta noche cumpliremos nuestro destino, esta noche recibimos a la reina dragón.

-Suma sacerdotisa, Daenerys Targaryen murió asesinada.

- Solo el señor de luz decide quien vive y quien muere (dijo con una leve sonrisa en sus labios). Todo está listo. Abrid las puertas del templo, todas las sacerdotisas bajaremos a recibirla con los brazos abiertos.

- Como ordenéis.

Drogon llegó finalmente al centro de Volantis, tras varias semanas de vuelo finalmente volvió a tocar el suelo. Se dejó caer justo delante de aquel gigantesco edificio, giró lentamente su cabeza y cogió a su madre en sus fauces y la dejó suavemente en el suelo.

En aquel momento las puertas del templo se abrieron y de ellas surgieron dos filas de sacerdotisas rojas, seguidas por el puño de fuego con antorchas en sus manos. Empezaron a bajar las grandes escaleras de la entrada hacia el templo y fueron formando un círculo alrededor de Drogon. El dragón al verse rodeado mostró sus ojos amenazantes y sus dientes y garras. Al tenerlo completamente rodeado una última persona salió del templo, una última sacerdotisa, bajó los escalones y se paró justo enfrente de la bestia. Drogon la olió y no sintió ninguna amenaza.

-Bienvenido seas al templo del Señor de la Luz pequeño.

Drogon al escuchar su voz arqueó la mandíbula y enseñó sus dientes.

-No temas pequeño, sabemos porque estás aquí.

Entonces Drogon abrió sus alas y rugió delante de Kinvara. Eso hizo que muchas sacerdotisas y hombres del puño de fuego echarán un paso atrás. Pero al contrario, Kinvara se quedó inmóvil como una piedra y sonriendo.

-No tengáis miedo (dijo hacia sus hermanas y hermanos), este dragón al igual que todos nosotros servimos al señor de luz.

Entonces se arrodilló frente al cuerpo de Daenerys Targaryen y le acarició el pelo.

-Aún no ha llegado vuestro momento majestad, tenéis muchas cosas que hacer, vos sois aquella que se nos prometió, aquella que nos traerá la luz. (Entonces levantó sus manos y hizo un gesto para que se acercaran todos)

Cuando todos se acercaron y vieron a la reina dragón tendida en el suelo se sorprendieron.

-Imposible, con el tiempo transcurrido desde su muerte debería haber empezado el proceso de descomposición (dijo un soldado del puño de fuego a otro).

-R'hllor no abandona sus paladines (dijo Kinvara). Ella no es una mujer corriente, es la elegida. Recogedla y encended hasta la última llama del templo. Esta va a ser una noche larga, esta noche traeremos a nuestra reina de vuelta.

Todo el mundo asintió. Seis hombres del puño de fuego recogieron el cuerpo de Daenerys y lo depositaron sobre sus hombros y se dirigieron hacia el templo, seguidos de las sacerdotisas y del resto del puño de fuego en dos filas.

Kinvara aún se quedó fuera junto a Drogon y empezó a acariciarle el rostro. Entonces, Drogon se tumbó en el suelo, con los ojos fijos en Kinvara:

-Tranquilo pequeño, tu madre y tu hermano regresarán pronto, lo prometo.

El Rey Cuervo y la Reina Dragón - Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora