Capítulo 45

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De acuerdo con las antiguas tácticas de guerrilla de sus antepasados, los dornienses no presentaron batalla hasta no haberla ganado, Arianne dejó que su enemigo se agotara, se cortara su propia retirada y avanzara dando traspiés hasta detenerse de forma desorganizada ante una oposición relativamente escasa. Y aun así, Arianne no se lanzó a una carga decisiva, inteligente y paciente, no necesitaba resultados espectaculares para saber que había ganado. Se conformaría con obtener calladamente lo que deseaba a un precio más bajo, y siempre tenía presente la situación estratégica a largo plazo.

Las fuerzas de Arianne avanzaron en formación, pero se detuvieron antes de tomar contacto. Arrojaron una lluvia de flechas sobre la exhausta y desorganizada fuerza bravosi que llevaba semanas bajo el sol del desierto. Esto planteó a Bron y su ejército un terrible dilema.

Podían desencadenar una carga de caballería, que, debilitada como estaba, seguía poseyendo una tremenda capacidad de ataque. No obstante, era probable que la carga se perdiera en el vacío, al desaparecer los dornienses sin dejar de disparar. Por otro lado, los bravosis podían no hacer nada y ser abatidos ininterrumpidamente. Entre tanto, su resistencia iba siendo mermada por el calor y la sed, y por las flechas arrojadas deliberadamente a las monturas de para quitar a Bron su principal fuerza de ataque.

La apurada infantería, desesperadamente sedienta, con el desierto a la espalda y completamente harta de no ser más que una diana ambulante de tiro con arco, intentó forzar la marcha hasta el mar de Dorne, que se divisaba a poca distancia. La turba desorganizada que había sido la infantería bravosí fue incapaz de abrirse camino hasta las costas del mar, y fue rechazada por elementos de la fuerza dorniense. La infantería se refugió en las laderas de la más oriental de dos colinas próximas. Allí se quedaron, desafiando o desoyendo las órdenes, ruegos y exigencias de reiniciar la batalla. La mayoría de ellos fueron masacrados después de la batalla propiamente dicha. El resto fue vendido como esclavos por sus captores. Ahora no había más opción que atacar y tratar de abrirse camino a través de la fuerza dorniense. Bron, con unos 600 jinetes, ordenó avanzar y realizó su noble, aunque desastroso, ataque al enemigo.

Como había ocurrido muchas veces antes, los dornienses rehusaron recibir la carga de los cruzados y se apartaron de su camino, disparando a los caballeros desde los flancos y por la espalda cuando pasaban. Bron fue herido en tres lugares sin haber sido capaz de tomar contacto con el enemigo. Sus debilitados caballos estaban reventados y no había perspectivas de conseguir nada más que una muerte bastante ignominiosa, por lo que Bron condujo lo que quedaba de su fuerza fuera de la trampa mortal y se dirigió a Lanza del Sol. Arianne pareció contentarse con dejarle ir.

El resto de los bravosis lanzaron también cargas contra las fuerzas dornienses. El resultado fue muy similar; la caballería dorniense, muy móvil, evadía las torpes cargas y derribaban a los caballeros y a sus caballos, aproximándose para separar pequeños contingentes que pudieran ser aplastados.

Fueron empujados gradualmente hasta las colinas, donde no estaban mejor que la infantería en el oriental. Bron hizo plantar su tienda en la colina y la convirtió en el centro de la posición defensiva.

Arianne ya había ganado, aunque los acorralados bravosis todavía podían infligir fuertes bajas a sus fuerzas si decidía cargar y buscar un final espectacular. En cambio, se contentó con contener a los bravosis en su refugio sin agua y destruirlos lentamente con sus arcos.

Los bravosis defendieron el área en torno a la tienda de Bron mientras pudieron, lanzando débiles y frustrados contraataques que no tenían ninguna probabilidad de éxito. Aun cuando los dornienses prendieron fuego a la maleza, atormentando a los sedientos bravosis con el humo además de todos los demás sufrimientos, aguantaron lo mejor que pudieron.

No obstante, su resistencia se agotó finalmente y la tienda de Bron fue tomada. Los supervivientes se rindieron y decidieron entregar a Bron sin embargo cuando fueron a entregarlo Arianne dio la orden y sus hombres los masacraron con sus lanzas. Arianne también mostró cierta clemencia. Perdonó a Bron pero lo encerró en las mazmorras de Lanza del Sol.

Varios días después de estar encerrado Arianne fue a visitarlo.

- Sabes, una vez estuvo aquí- dijo Bron.

- Y como fue tu estancia?- preguntó Arianne.

- La mujer más bella del mundo me envenenó. Así que mejor- dijo Bron.

- Por ahora- dij Arianne.

- Cometí un error- dijo Bron.

- Es cierto. Mi padre una vez me dijo «No interrumpas al enemigo cuando está cometiendo un error» y soy lo bastante inteligente para dejar que mis enemigos se equivoquen antes de considerar siquiera entablar batalla.

- Porque nos traicionaste?- preguntó Bron.

- Te lo diré. Al menos te debo eso. Todo cuanto he hecho ha sido por Dorne. Mi lealtad es a esta tierra, mi hogar y sus gentes. Yo no me arrodilló ante Bran Stark, no me doblego ante nadie. Nunca doblegado, nunca roto. Ese es el lema de mi casa.- dijo Arianne acercándose a los barrotes.

- Y ahora qué sucederá?- preguntó Bron

- Pronto lo sabrás.- dijo Arianne sonriendo.

Al salir de las mazmorras Arianne marchó hacia sus aposentos y empezó a escribir una carta a Gendry Baratheon.

Al salir de las mazmorras Arianne marchó hacia sus aposentos y empezó a escribir una carta a Gendry Baratheon

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El Rey Cuervo y la Reina Dragón - Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora