Capítulo 19

393 30 3
                                    

Los meses pasaron desde que la ciudad de Meereen volvió a ser libre y se librara del asedio. Aquel acto de astucia por parte de Daenerys había salvado la ciudad y había obtenido una pequeña flota. Los habitantes de la ciudad regresaron cuando las noticias se desperdigaron por el continente y la calma reino de nuevo. Daenerys desde ese momento que vio partir a los yunkios se encerró en la Gran Pirámide, apenas salía, no se encargaba del gobierno de la ciudad aun siendo su reina. No montaba a Drogon, lo que hizo que el dragón pasase poco tiempo en la ciudad. Lo único que hacía era ver la hermosa vista de la ciudad desde el balcón de su habitación, comer, descansar y hablar con Daario.

El mercenario era el único con el que se sentía protegida. Tras contarle todo lo sucedido en Poniente Daario se volvió muy protector con ella. Incluso mostraba arrepentimiento por no haber ido y haber evitado lo ocurrido. La intentaba hacerla sonreír todos los días y Daenerys veía su esfuerzo. En alguna que otra ocasión consiguió que saliera de la habitación para pasear con él por la pirámide.

Cuando veía su gran barriga pensaba como sería el pequeño de su interior, si era chico o chica, si se parecía a ella o.....ha Jon. Las probabilidades de que su hijo se pareciera a su padre eran elevadas y eso la asustaba. Pues aunque lo quería fue él quien la mató. No solo a ella sino al él. Sin embargo intentaba pensar lo menos posible en eso, tenía una segunda oportunidad y no la iba a desaprovechar. Poniente y Jon Nieve eran el pasado, su hijo era el futuro.

En los últimos días llegó a la ciudad una visita inesperada. Kinvara había llegado a la ciudad con sus hermanas sacerdotisas que habían escapado de la quema del templo de Volantis y con 10.000 soldados sagrados del Señor de Luz, la Mano de Fuego.

Explicó que tras escapar de Volantis se marchó en dirección a los demás templos esparcidos por Essos y empezó a reunir fieles para sumarse a Daenerys y su futura causa. También vino para ayudarla con las labores del parto, pues ese pequeño que iba a nacer, sería un paladín del R'hllor.

Los dolores comenzaron antes de que el sol remplazara a la luna en el cielo, entonces no parecían causarle demasiados daños. Desayunó junto a Daario. La verdadera acción llegó en el momento en que los fluidos bajaron por sus piernas y rápidamente se la llevaron a sus aposentos. Las comadronas llegaron de inmediato al igual que la sacerdotisa Kinvara, ella dirigiría el parto. El olor de la sangre impregnaba la nariz de Daenerys y el espeso líquido manchaba las sábanas; una de las doncellas le limpiaba el sudor de la frente a la reina.

El único pensamiento de Daenerys era el no perder a esta criatura, como ocurrió con su anterior hijo hace años. Debía dar su mayor esfuerzo y pronto vería que todo su sufrimiento habría valido la pena, pronto tendría a su hijo en sus brazos y que había amado desde el primer momento que supo que estaba en su vientre. El corazón le latía con fuerza, tenía las manos entumecidas por la fuerza con la que cerraba los puños. Daenerys empezó a gritar cuando la criatura empezaba a darse paso para salir. Con el rostro lleno de lágrimas Daenerys empujó por última vez y sintió como su cuerpo se partía en dos.

Nada más salir se escuchó el llanto de la criatura y una sensación de alegría y alivio recorrió el cuerpo de la reina. Kinvara y las comadronas vieron al bebé, lo limpiaron y lo envolvieron con un manto con el símbolo Targaryen bordado en él. También quitaron las sábanas ensangrentadas y cambiaron las ropas de la reina.

Kinvara con gran cuidado lo cogió en brazos y se lo llevo a su madre que se había incorporado levemente en la cama.

- Mi reina, el señor de luz os brinda a vuestro heredero.- dijo Kinvara.

Daenerys cogió a su pequeño entre sus brazos, al verlo solo podía pensar que era perfecto. Sonrosado y rechoncho, diez pequeños dedos en manos y pies. Un pequeño mechón plateado en la cabeza. Se parecía a ella y eso le transmitía paz, no se parecía a su padre. O eso pensaba ella, porque en el momento que abrió sus ojos lo vio, dos pequeños ojos negros la miraron un instante antes de cerrarse. Daario entró después y contemplo la hermosa escena, madre e hijo.

- Como estas, tú y el bebe quiero decir- dijo Daario.

- Ambos estamos bien.- dijo Daenerys mirando a su pequeño felizmente.

- Se parece a ti.- dijo Daario cuando se acercó y lo pudo ver bien.

- Tiene los ojos de su padre.- dijo Daenerys con un tono de voz más triste al anterior.

- Lo lamento.- dijo Daario.

- No importa, él es mi hijo, mi pequeño y es perfecto.- dijo Daenerys.

- As decidido ya un nombre para él?- dijo Daario mirando al pequeño.

- La verdad que sí, pienso ponerle el mismo nombre que mi padre- dijo Daenerys.

- Tu padre, Aerys? No creo que sea sensato, me contaste que fue apodado el Rey Loco- dijo Daario preocupado ante la elección de Daenerys.

- Es su nieto y que lleve su nombre no significa que sea como él. Ha habido muchos Aegons en la historia y todos han sido distinto, algunos alcanzaron la grandeza, otros fueron tiranos y otros nos traicionaron. Un nombre no marca a una persona. Y hay algo dentro de mí que me grita que este pequeño será mejor que sus antepasados, mejor que mi padre, mejor que yo. Nuestras hazañas y nuestros reinados no serán nada comparados con el suyo. Sé que un día todos lo amaran y lo temerán. Sé que el mundo jamás olvidará a mi pequeño, Aerys III Targaryen, el hijo del dragón.


Y con esto llegamos a la mitad de la historia. Ahora habrá un salto temporal de 6 años. Muchas cosas habrán cambiado, no solo la apariencia de nuestros personajes.

Gracias por leer mi historia, por votarla y comentarla. Gracias.

El Rey Cuervo y la Reina Dragón - Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora