LEVI.
Mi madre solía decir que una vez que algo se llevaba a cabo, no había retorno, mas existía la oportunidad de disculparse por ello. Algunos sentimientos se comportaban mejores en el fondo de una cajonera, encubierto por una manta de misterio hasta que la esencia se disolviera lo justo para confundirlo con otro sentimiento, entonces, ya no sería tan complicado enfrentarse a la verdad.
No pude evitar arrepentirme en cuanto no recibí la respuesta que esperaba de Mía.
Tal vez me permití ser conducido por la furia que había sentido el día anterior, cuando el grupo de idiotas sin futuro hicieron lo que hicieron, tal vez me desquité con el carro de uno de ellos, tal vez debí hacer más por ella. No era venganza, era justicia. Ellos no tenían derecho de tratarla de esa manera, incluso si fue una confusión, jamás se disculparon. Eran unos cobardes. Conrad supo cómo ponerlos en su lugar, aunque él no salió ileso tampoco.
El odio era una emoción fuerte, una enfermedad social creada para sembrar el caos.
No odiaba a Mía, sin embargo, no tenía muy en claro qué sentía por la oruga. ¿Cariño? ¿Aprecio? Me ayudaba de maneras que ni yo era capaz de comprender, pero ¿éramos amigos?
Expresé mis pensamientos sobre ella y solo lo agradeció. De cualquier forma, me sentía más libre, menos atado a aquello que ansiaba declarar. Invitarla al club de debate o al C.L.C.A (Club de Los Cerebros Antisociales) como a mi hermana le gustaba denominarlo, no se encontraba en mis planes, ni de broma, no obstante, teniendo en cuenta la situación que vivía en su casa y el hecho de que fuera el aniversario del fallecimiento de su padre, no mucho después del de sus amigas, sacó mi parte noble y humana.
El aroma a cafeína inundaba el sótano en el que nos reuníamos dos o tres veces al mes, con el objetivo de debatir temas que en otro sitio, con otras personas, no nos sentíamos cómodos. La duración y la frecuencia dependía del chico dueño de la vivienda, más bien, de que sus padres no estuvieran en casa para no molestarlos con el ruido de nuestros argumentos que, a veces, pasaban a ser quejas. La decoración cambiaba dependiendo de la temática, la de hoy era...
—Amor: ¿condena o bendición?
—Interesante... Tus amigos se adaptaron a Halloween. —Hizo una mueca de desagrado—. Otro zombi con sesos al descubierto. ¿Eso qué tiene que ver con el amor? —preguntó barriendo con la vista el espacio ornamentado de corazones rotos y sanos, alados y realistas, a medida que nos adentrábamos tomados de la mano para no extraviarla.
—No son mis amigos.
El Sombrerero pasó frente a nosotros, alzando una taza inexistente a manera de bienvenida.
—¿Y Alicia en el país de las maravillas? No entiendo nada.
—Cada uno tiene su definición del amor. —Me encogí de hombros—. ¿Sino qué harían reunidos Edgar Allan Poe, Tinker Bell y Batman en la misma habitación?
—¿Poe? ¿Dónde? —Estiró el cuello, buscándolo entre la multitud.
—Allá. —Le señalé con el índice al chico afirmado en una esquina, apartado de todos, con ropa a blanco y negro, un espeso bigote y mirada seria.
—Creí que era un emo.
Me fue inevitable no reír.
Si me pusiese a repasar la vida de Poe, demoraría horas. Fue un sujeto intrigante, incluso en el momento de morir. Adoraba el drama y el drama lo adoraba a él. Su final no pudo ser diferente, no hubiese sido justo. Algunos enigmas debían permanecer sin ser resueltos.
Poe, pionero en el Romanticismo Oscuro, no seguía el típico patrón del amor idealizado, por lo que era de esperarse que en su época fuese una libélula en medio de un conjunto de mariposas risueñas. Luego teníamos a la famosa parejita conformada por Romeo Montesco y Julieta Capuleto, ambos pertenecientes a familias rivales en disputas iniciadas muchos años antes de que ellos hubiesen nacido siquiera. Para el pobre (inocente y apasionado) Romeo, su amada era la historia más bonita jamás contada, incluso si era una niña de trece años, lo que se convertía en un punto extra para mi rechazo a la obra. Finalmente tenemos a la novia cadáver, Emily, hermosa y enamorada del amor, la prometida de un canalla que acaba con su vida.
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Si las estrellas mueren [✔]
Teen Fiction"Quisiera no haberme despedido entre gritos, y que ese no hubiera sido nuestro último adiós". Último año escolar. Mía enfrenta un futuro inminente que avanza rápidamente y amenaza con llevarse todo a su paso, si no logra liberarse del peso del pasad...