03. Parte uno | ¿Quién es Rory?

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Actualidad.

MÍA.

—Así que sí tienes nombre, chico impulsos.

Giré la mitad superior de mi cuerpo, apoyando el codo sobre la superficie del banco indivudual para no darle la espalda, decían que eso era muestra de una mala educación, yo por mi parte no sabía si había recibido una buena educación, pero estaba cien por ciento segura de querer volver a mirar la suma de azules y amarillos conviviendo en sus ojos. Él estaba a unos cinco lugares más al fondo, en la fila del medio, un aire de nervio mezclado con la calma desprendía de sí; los extremos opuestos se fundieron en su cara y expresión corporal.

—¿Acaso no todos tenemos uno, chica odiadora serial del color verde? —Alzó una ceja poblada en un gesto que me se antojó burlesco—. Por cierto, soy de Hudson & Grayson.

Tal cual lo había supuesto.

—Bueno... —Inflé mis mejillas con aire y lo solté—. Lamento que tu bienvenida haya sido en detención. Quizá Rory sepa dónde guardan los globos.

—¿Quién es Rory?

—Yo soy Rory —el conserje respondió por mí con su notable acento alemán—. ¿Por qué? No estarán planeando escapar por las ventanas ¿o sí? —Nos señaló de manera acusatoria y directa con su índice.

Mi boca quedó entreabierta. Ese hombre se había desvelado, o estaba ebrio, para mi calma preferí pensar que la primera opción era la correcta.

—No hay ventanas, señor...

—Ninguna —Levi se unió a la extraña y breve charla.

Nuestras afirmaciones solo hicieron que el hombre de barba espesa, traje con manchas que prefería no saber procedencia y cabeza siendo demasiado similar a una bola de boliche beige, pusiera una expresión de confusión absoluta. Al final se encogió de hombros y volvió a ponerse sus audífonos al tiempo que movía la boca, en lo que supuse era la letra de la canción.

—Yo no lo lamento —prosiguió el ojiazul.

Yo tampoco lo lamentaba, pero nunca se lo dije.

La noche anterior tuve que hacerme la idea de pasar un día repleto de soledad, compartiendo una que otra palabra con gente que había conocido desde casi siempre. El inicio de clases había sido apenas un mes atrás, y no ayudaba el hecho de que Conrad hubiera decidido abandonar las responsabilidades escolares, pero ese era otro asunto. Al principio funcionó compartir pupitre con algún compañero para llenar ese vacío, ir de clase en clase, escuchar música en la cafetería en vez de tomar una bandeja y sentarme a comer junto con los demás. Algunos intentaron acompañarme, me invitaban a sus mesas e incluso a las fiestas de cada fin de semana, pero nada cambiaba... y ese era el problema.

Yo seguía siendo yo, sin importar dónde o con quién estuviese, y la única forma de lidiar con ello era ver series hasta terminar las temporadas en un solo día. Eso explicaba porqué mis ojos estaban arruinados, aunque con salvación.

—¿No? Estás en detención, ¿cómo puedes verle el lado bueno?

—Quizá estaba escrito en el destino.

Mordí mi labio, conteniendo una carcajada. ¿Destino? ¿En serio creía en eso? Por favor. Yo no era una fiel creyente de que las cosas tenían un motivo de ser, una explicación lógica o ilógica. Las cosas a veces ocurrían y era una mierda porque los hechos inesperados existían y no hacían más que arrastrarte sobre el asfalto para cambiar la forma en que veías al mundo. Que la magia no existía porque hasta los magos tenían sus trucos. Si el destino tenía lápiz y papel, ¿por qué fue tan cruel al escribir lo que ocurrió hacía ya casi un año?

Si las estrellas mueren [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora