MÍA.
—Mi inspiración es un fiasco.
—¿Y eso a mí me involucra porque...?
Minutos después de mi cita con la psicóloga, tomé un autobús hacia la tienda de helados y desvié mi horario principal, el cual me conducía directo a casa sin obstáculos de por medio. Levi llamó en un momento bastante oportuno, no porque lo hizo en medio de mi descarga emocional, sino porque las palabras que había dicho la psicóloga todavía flotaban en el aire, ahí; dispuestas a ser vistas y analizadas.
Siempre supe que me había cerrado al mundo, a la posibilidad de conocer personas que llenaran el vacío, pero me daba temor de que eso significase dejarlas atrás. No quería que pasaran a ser un recuerdo perdido entre tantos otros. A veces podía oír sus voces, risas y llantos, como un fantasma que no me dejaba dormir.
Temía perder a esa otra nueva persona. Las despedidas no eran mi fuerte, eran mi punto débil.
Las sesiones comenzaban con una simple pregunta: «¿Cómo te encuentras?», lo cual al principio me pareció un tanto divertido, puesto que una vez que me perdí, ya nunca más supe cómo encontrar las piezas que me conformaban. Pero la pregunta no iba por ese lado, aunque no por ello dejaba de ser difícil de contestar. El rumbo de la siguiente hora dependería de mi respuesta.
Aquella sesión fue diferente a las demás.
Por primera vez en meses quise que algo cambiara, necesitaba derribar el muro que yo misma construí a mi alrededor. Empezando por Conrad, una vez que respondiera mis llamadas, claro. Desde que regresó a la ciudad no hizo más que evitarme, al menos esa era la impresión que me daba, y excusarse con que los ensayos de la banda lo dejaban exhausto.
Por otra parte, a la situación con Levi no sabía qué etiqueta colocarle.
Lo único que tenía por seguro era que quería cambiar mi vida. No, no solo lo quería; lo necesitaba para dejar de sentirme miserable. No entendía por qué Levi creía en la mierda desordenada llamada destino, porque hacerlo era similar a caminar con los ojos vendados sobre un puente tambaleándose y había que ser demasiado ingenuo para atreverse a ello.
El ambiente en la heladería era mucho más agitado que la última vez que estuvimos ahí. A pesar de tener el beneficio de situarse en una esquina, no tenía demasiados metros cuadrados como para soportar al gentío en su interior. Familias riendo, amigos contándose chismes o anécdotas, parejas compartiendo un mismo cono y manchando el costado de sus labios a propósito con tal de luego pasar su pulgar e imitar las típicas escenas que me producían una montaña rusa de azúcar en sangre con solo verlas.
Volqué los ojos cuando vi a la pareja detrás de Levi besuquearse como si no hubiera un mañana.
Las estufas estaban encendidas para apaciguar el frío que se había levantado, haciéndole honor a la estación del año. Podía ver el cielo en distintos tonos grises más allá del vidrio de la ventana.
—Y debo terminar un libro.
—¿Con terminar te refieres a leerlo? No creo que necesites de mí para eso.
—Escribirlo —corrigió—. Yo escribo, en ocasiones, pero esto es más importante; es para una beca.
—¿Te piden escribir un libro? ¿No hay otra forma de que ingreses?
Asintió, considerando mi pregunta.
—Si vendo un riñón.
El batido que estaba bebiendo, a través del sorbete, casi se me salió por la nariz. Conseguí que el ahogamiento provocado por mi risa no llegase a un ataque de tos. Carraspeé, frotando mi pecho y apartando el vaso de mi alcance. Levi me miraba con una amplia sonrisa.
ESTÁS LEYENDO
Si las estrellas mueren [✔]
Ficção Adolescente"Quisiera no haberme despedido entre gritos, y que ese no hubiera sido nuestro último adiós". Último año escolar. Mía enfrenta un futuro inminente que avanza rápidamente y amenaza con llevarse todo a su paso, si no logra liberarse del peso del pasad...