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La secadora no daba a más, JungKook sabía que abusar del uso de aquel aparato le iba a dejar dos tipos de facturas, la de la luz y la de su esfuerzo. El cabello de su cachorro había crecido mucho y secarlo correctamente era un dueto diario y costoso, para el pequeño sin embargo no suponía mucha molestia, le encantaba tener el cabello largo.

—Vamos talde -Murmuró, moviendo los brazos articulados de su figurita de Iron Man, escuchó al mayor farfullar antes de apagar el secador y dejarlo de lado, su cabecita fue girada y cerró sus ojitos dejando que el Alfa acomodara su cabello en una coleta no muy ajustada.

—Salimos en cinco minutos, prepara tu mochila -Tomando las mejillas coloradas de su pequeño, JungKook dejó besitos pequeños en su naricita rojiza por la temperatura. Rápidamente el azabache se quejó arrugando su entrecejo y evitando los cariñitos.

De un salto bajó de las piernas del mayor junto a su preciada figurita, corriendo a su habitación a rellenar de juguetes y calcomanías su mochila, debía llevar también esa cámara instantánea que le regaló JungKook en su cumpleaños número 5 para fotografiar el crecimiento de su pez dorado.

Mientras que el mayor le vio indignado, terminando de recoger todo el desorden que quedaba después de bañar al pequeño del departamento, ya sea por el agua que se escapa de la bañera cuando empiezan a jugar a los barcos o a los tsunamis que simula el mayor.

Dejando todo medianamente presentable, salió directo a la habitación, calzándose y retocando su ropa para luego tomar su maleta junto a la de YeonJun.

Hablando del azabache de largos cabellos, el mismo salió de su cuarto con una expresión malhumorada y poco amigable, acostumbrado a la misma situación, JungKook le ignoró completamente yendo en dirección contraria a la de su cachorro.

—¡No puedo dejal a Cuscus! -Vociferó cruzando sus bracitos e irguiéndose totalmente, una piedrita pequeñita en medio del pasillo, su papá bufó.

—Quédate entonces -Se alzó de hombros restándole importancia a la situación preocupante del infante, sus ojitos acuosos por las lágrimas vieron al pez quieto en la enorme pecera- La vecina le dará de comer puntualmente, no podemos llevar a Cuscus a todas partes, Yeonnie... -Intentó convencer utilizando un tono meloso y amigable, sin embargo aquel cachorro era difícil de llevar por las buenas.

—Me quedale -Sentenció orgulloso de su decisión, si él era el dueño de aquel animal pequeñito y aburrido, lo cuidaría pese a los problemas de transporte, sin saber que el verdadero Cuscus murió dos semanas después de traerle a casa por sobrealimentación y aquel pececillo dorado era su remplazo.

JungKook vaciló en encontrar una alternativa acertada para el nuevo problema presentado, YeonJun era un niño terco, llorón, asocial, berrinchudo, manipulador y con poco gusto por el orden, así que cualquier solución que él le propusiese sería instantáneamente rechazada por el azabache.

Aveces se paraba a pensar cómo un cachorro tan recto como el suyo pudo acabar así de malcriado, tal vez era por su forma de enseñarle o el poco tiempo que le dedicaba entre semana, era realmente una bola de malas enseñanzas la que conllevaba al comportamiento del menor, también la mínima atención que JungKook lograba sacar para él.

Pero ahora sabía que debía sacarle de casa, ya sea llorando o pataleando, debía llegar al aeropuerto en veinte minutos y contaba con menos diez minutos por el transporte de su casa al mismo aeropuerto.

—Cuento cinco y te quiero calzado -YeonJun sonrió- No es un chiste, es una orden -Las carcajadas fueron detonadas, los pasos del cachorro se escucharon por el pasillo en dirección al salón, no era bueno poniendo orden y su hijo jugaba con esa debilidad- Jeon YeonJun, sino vienes aquí, Cuscus se dará un chapuzón en el inodoro.

Eso ya era llevar las cosas al límite y tocar ese preciado tesoro, pero las cosas no pintaban tan bien como el mayor esperaba que resultaran, el chillido de las puertas fue audible y reconoció ese característico sonido de su oficina al introducir la contraseña para entrar.

Perdió el color total de su rostro y quiso saber si aquel retumbante sonido eran sus verdaderas pulsaciones haciendo eco en su cabeza, ¿cómo aquel pequeño trasto sin frenos había dado con la contraseña de su oficina? ¿por qué le puso su fecha de cumpleaños por contraseña?

¿Por qué YeonJun se saciaba de su poca suerte?

Cuestiones extraordinarias sin respuesta fija que se añadirían a su lista.

Sus pasos fueron más marcados de lo que imaginó o ideó, y su mirada endurecida junto aquel agrio aroma serían una prueba de lo molesto que llegó a ponerse en tan sólo veinte segundos de espera.

Subió las mangas de su jersey al cruzar la puerta de acero de su oficina, tensó su mandíbula al no localizar la melena negra del menor pero fue pillado un segundo posterior por sus sollozos audibles bajo el escritorio caoba.

YeonJun conocía las debilidades de su padre.

El corazoncito de JungKook no vaciló en romperse al escucharle llorar y las malas vibras que sentía se disiparon como agua entre sus manos, acudiendo al menor con tristeza y empatía.

Y cuando pensó que estaba sacándole de casa a las buenas después de decirle que Cuscus llegaría a Icheon después que ellos, un nuevo llanto se escuchó en el vestíbulo del edificio.

Al final YeonJun fue atado con el cinturón de seguridad del taxi y amenazado por el mayor en todo el camino hasta llegar al aeropuerto.

Estaba rezando por tener un vuelo de 2 horas y media en paz y armonía con su pequeño, y unas vacaciones sin altibajos con el mismo.

Tal vez los vecinos del departamento de Icheon sufrieran un poco las navidades pasadas al ser YeonJun un cachorro de cuatro años y unas energías desorbitantes, pero estaba decepcionado porque estas serían peores.














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feeling blue | KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora