18🍁 Antes Del Tsunami El Agua Se Calma

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Mood de hoy: puta vida, puto despertador, puto colegio, putos profesores, puto todo el universo

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Mood de hoy: puta vida, puto despertador, puto colegio, putos profesores, puto todo el universo.

Y para colmo la vieja de Katerpill nos mandó a hacer una investigación, ¡a mano!, de seis páginas. No dormí nada. Cerré los ojos a las cuatro de la mañana y los abrí a las seis y media.

—Ya terminé de revisar sus trabajos, los voy a entregar puesto por puesto.

Al escuchar eso alcé la cabeza del pupitre y con mi cara de muerto esperé a que pasen por mi puesto.

Katerpill llegó a mi puesto y dejó mi trabajo en la mesa.

¿Seis? ¡¿Seis!? ¡¿SEIS!?

—¿Qué es esta nota, Jessica? —dijo con decepción.

Me pasé las manos por la cara ya harta y alcé la cabeza mirándola con enojo.

—Es el resultado de su enseñanza, profesora.

Sorprendida por mi respuesta, se dirigió a mí con furia.

—¿Me estás respondiendo?

—Así funcionan las conversaciones, ¿no?

—No me hagas sacarte de la clase.

—Sería la segunda cosa injusta, en el día, que me hace.

—¿Injusta? No seas insolente.

—Miré —puse mis manos sobre la mesa— demoré seis horas haciendo su investigación, ¡sin usar Wikipedia!, y usted me quiere poner seis. Y ahora quiere sacarme solo porque estoy tratando de no explotar por la mezcla que tengo de malgenio por no dormir y que usted de ponga esa nota después de todo el esfuerzo que le puse a la pinche investigación.

—¿Estas insinuando que mi nota no es benigna?

"¿Eso fue lo único que entendiste, pinche pendeja?" Quise decirle.

—Solo le pido que lo revise de nuevo. Con más calma —dije controlándome.

Me miró a mí y a mi trabajo varias veces hasta que por obra del altísimo lo tomó y me dijo:

—Mañana le tengo una respuesta.

Y dicho eso, se fue.

No del salón, obviamente, de mi puesto.

Horas después llegué a mi casa temporal.

Tres días habían pasado desde el incidente.

Me saqué los zapatos y los dejé en una esquina.

Dejé mi mochila en el sofá y me tiré en él.

Después de un rato Andrew entró a la casa.

—¿Comiste? —preguntó.

—No —contesté sin mirarlo.

—Pasé por una hamburguesería y me sobró una hamburguesa, ¿quieres?

Giré hacia donde se encontraba parado.

—¿Estás intentando comprar mi perdón con comida, hermanito? —dije con una sonrisa.

—Estoy siendo amable, hermanita.

—Entonces estás intentando comprarme con comida —afirmé.

Mi hermano estaba a punto de responderme, pero papá y Antonella entraron.

—Vete a jugar a las muñecas, el futbol no es para niñas.

—No digas tonterías. Apuesto a que juego mejor que tú.

—Bueno, le digo a mis amigos y tú y yo vamos de delanteros, ¿ok?

JESSICADonde viven las historias. Descúbrelo ahora