Hay cicatrices que son algo más que una simple marca en la piel, o incluso en el alma. Lo que te llevó a conseguirla podría unirte a otra persona, quizás guiados por el mismo sufrimiento... uno reprimido en pedazos dentro de un pequeño rincón de tu mente y el otro suelto por la vida, haciéndole imposible la existencia a su portador. ¿Qué pasaría si ambas cicatrices se cruzaran entre sí? Bien podrían sanarse las heridas, o hacerse sufrir el uno al otro como si fuese una pesadilla. Serena Wells tiene veintiún años y está perdidamente enamorada de su carrera universitaria como historiadora, todo parecía ser increíble aunque... no siempre lo que brilla es oro, a veces es el sol del amanecer tocando un cuerpo teñido en carmín. Ella nunca podría haber imaginado que, después de su viaje a Rumanía, su vida cambiaría por completo. Harry Drakul, huérfano de padres, vive en un castillo desolado de Transilvania, oculto la mayor parte del tiempo en un ataúd desde los seis años, pero se rumorea que su largo sueño casi eterno se desvanece el día en que la joven tocó las tierras extranjeras... sus tierras: él era amo y señor de aquel lugar. Serena no tardará en volverse la tierna obsesión del Conde, eso la llevará a descubrir la existencia de muchas criaturas que una vez creyó que solo fuesen cuentos de pura fantasía. Estos inquietantes y en algunos casos sangrientos seres han vivido mucho tiempo infiltrados entre los humanos, luchando entre sí por aplacar a los clanes que ceden ante la codicia y el egoísmo... cuando en realidad su misión es proteger a la humanidad de su propia ignorancia. Ahora ella se verá envuelta en toda esa guerra y en los sentimientos tan fuertes y casi salvajes que se apoderan de su cuerpo cuando tiene a su secuestrador cerca: el príncipe de la oscuridad cautivó su corazón y Serena le regaló a él una paz como la que siempre deseó, un amor que se esfumará con la misma velocidad con la que llegó.