Cincuenta y dos.

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Ginger Richet, amaba a su hermana gemela Rosie. Aun así, no tenía temor alguno en admitir que estaba un poco loca. Rosie requería de cierto control en su vida ya que se le ocurrían ideas muy ambiciosas que podían escaparse de sus manos con facilidad.

Cuando la reina los invitó a todos para quedarse en el palacio por la nevada navideña, Rosie tuvo la gran idea de hacer un intercambio que tendría lugar en el palacio durante la víspera de la nevada. Lo que significaba que Ginger tendría que organizar todo y procurar que su hermana se mantuviera dentro de sus casillas.

Cuando los chicos volvieron de su segunda cena. Rosie los reunió a todos en altas horas de la noche para que eligieran un papel que contendría el nombre de la persona a quien debían de regalar. Tal vez fue por la nevada, pero todos aceptaron.

— ¿Y de donde esperan que saquemos dinero para hacer un intercambio? — Preguntó Lucas.

El brujo las acompañaba en el mercado de la ciudad. Detrás de ellos, se había detenido el soldado junto a la carroza en la que habían venido.

— Solo debemos ir a buscar un envío, no te preocupes. — Le respondió Rosie emocionada.

Cuando llegaron al gran local comercial de madera, repleto en sus mostradores de gemas de todo tipo y clientes, se acercaron sin pena alguna a la oficina del encargado de la tienda. Lucas las siguió maravillado con el lugar. Era una más de las sucursales que tenía su padre esparcidas en toda Ylia. Ellas habían venido a este sitio con cierta frecuencia para comunicarse con su familia desde el día en que pidieron permiso para quedarse en el palacio.

Una vez, las gemelas propusieron a Lucas e Ivy que podían comunicarse con sus seres queridos a través de la sucursal de su padre, ellos solo dijeron que no tenían nadie a quien precisamente hablar.

— Buenos días. — Saludó Rosie al encargado con su melosa vocecilla. — Nos gustaría saber si ya tiene respuesta de nuestro padre.

El señor detrás del escritorio asintió y sacó una pequeña caja cuadra de cartón con un orificio en uno de los extremos. Una carta encantada. Rosie prácticamente se la arrebató al señor y la acercó a su oído. Lentamente y conforme iba escuchando el mensaje de su padre, su animo fue disminuyendo.

— Dice que te den todo el dinero a ti. — le dijo molesta a su hermana Ginger.

— Me lo esperaba. — Respondió esta orgullosa.

— ¿Por qué te lo dan todo a ti y a ella nada? Se supone que fue su idea.— Cuestionó Lucas.

— Porque yo soy más responsable que ella.

— No es cierto. — Ladró Rosie. — Es más, le voy a dejar bien claro que se equivoca al no confiar en mi.

El pobre señor tuvo que extenderle una carta sin usar a la pelirroja furiosa para que expresara su enojo en la grabación. Ginger tomó el dinero y la ignoró sin perturbarse mucho.

— Aunque no lo creas, tiene cuatro vestidos de boda. — Ginger le explicó a Lucas con detenimiento. — No se la puede dejar sola en una tienda.

— Oye te escuché. — Se le acercó su hermana ofendida, cuando terminó de enviar el acalorado mensaje. — Los vestidos los compré porque me gusta tener opciones.

— Rosie, cuando los compraste eras soltera.

— Si, pero ahora no. Así que si mi novio me propone matrimonio en cualquier momento estaré lista.

Ginger decidió que era una perdida de tiempo hacerla entrar en razón, así que hizo como que no existía.

— Como te dije, un descontrol. — Le seguía explicando a Lucas al tiempo que abría las puertas del local y se lanzaban a las calles del mercado nuevamente.

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