Veinticinco

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Circe.

Había caído en la trampa de Ivy, y ahora debía pagar las consecuencias. La bruja se había ofrecido a acompañarme hasta el dormitorio de Lucas, pero gracias a los Dioses Aiden la detuvo a tiempo exigiéndole que debían hablar, al parecer estaba molesto por el descarado beso robado.

Quedé sola en la salida de la torre, y con una largo suspiro me abracé a mi misma. Me dispuse a bajar por las escaleras que se enroscaban bajo la torre de los chicos, y con cada escalón que alcanzaba sentía que las corrientes de gélido aire no hacían más que aumentar. Pero el sonido de unos pasos que se detenían frente a mi me sacaron de mis pensamientos. T

enía a Esdras de frente, y el enojo volvió a mi interior.

— Circe. — Luego de unos segundos, sus labios resolvieron en mencionar mi nombre de manera casi inaudible. Por alguna razón, tal vez su escepticismo, me parecía que lo decía a modo de pregunta.

— ¿Tienes idea de cuanto tiempo tenía esperándote allá arriba? — Bramé.

Su rostro se inclinó a un lado, haciendo que la cortina castaña de cabello que enmarcaba las fuertes lineas de se rostro, se meciera con el movimiento.

— ¿Me esperabas?

— Pues claro que si idiota. Quiero saber que te pasaba por la mente cuando amordazaste a Lucas.

Esdras abrió bastante los ojos, y dejando escapar aire de sus pulmones se rascó detrás de la cabeza. La acción me tomó desprevenida, ya que al levantar el brazo sus músculos se flexionaron. Seguí el rastro de su camisa y noté que se llegaba a marcar los músculos de su pecho, levanté la vista y encontré aquellos ojos oscuros mirando directamente a los míos. Tragué en seco.

— Así que, ¿piensas decirme él porqué tienes la necesidad de meterme en mi vida todo el tiempo? o simplemente te quedarás ahí sin decir nada todo el día.

— ¿Que tanto te hice para que me odies?

Mi respiración se tornó irregular, no creía lo que acababa decir, no sabía como se había atrevido a pensar algo así siquiera.

— Pues me fuiste infiel más veces de las que podría contar. — Intenté que mi voz no saliera quebrada.

— No te fui infiel nunca, lo juro. — Tensó la quijada. — Pero al parecer, no importa todas las veces que te lo repetía, tu seguías haciendo caso a tus supuestas amigas.

Estaba empezando a exasperarme. Ya habíamos tenido esta discusión, varias veces en Caelum, y en ninguna de esas veces había resultado nada bien.

— Esto no tiene nada que ver con eso Esdras, ¿podrías superarlo?

— No, jamás podré superarlo. ¿Pero sabes que es peor? que lo intenté, en miles de ocasiones de hecho, y aun así nunca pude borrarte de mi mente.

Dejé de respirar, el prosiguió.

— Pero veo que tú nunca dejaste de creer todas las mentiras que ellas te decían. Te hacía mejor que eso Carruzo.

— Pues pruebalo. — Susurré, una lagrima corrió a lo largo de mi mejilla.

El lucía aun enojado y pensé que fue un error confrontarlo. Un error recurrir a él luego de dos años sin contacto alguno.

— Podrías preguntarle a ellas. Al final todas se me insinuaron luego de tu mudanza.

No podía soportar más esto, todos los recuerdos buenos y malos de mis últimos días viviendo en la ciudad pasaron por mi mente y yo sentía que me faltaba el aire gracias al nudo que apretaba mi garganta. No le daría el lujo de verme llorar nunca. Sin ser capaz de verlo a los ojos, pasé de largo y seguí bajando escalones.

— No planeaba decirte esto porque sabía que te pondrías así, y verte triste es lo último que quería.

Que irónico se antojaba todo. Esta mañana me había enojado al punto de salir dispuesta a reclamar a mi primo por lo que había hecho con Lucas, y ahora estaba destrozada nuevamente tras solo una discusión de unos cuantos minutos con Esdras. En el fondo deseaba que no todo fuera así, que la vida fuera más simple y que hubiese alguna forma en la que pudiera todo volver a empezar, donde solo fuéramos él y yo sin nadie en el medio que nos de razones para discutir, pero eso era imposible. Supongo que algunas cosas están destinadas a nunca cambiar y debemos aprender a vivir con ellas, por más que duela.

— No me debes cuidar Esdras. — Me detuve por un momento, pero no volteé atrás. — He llorado lo suficiente durante estos dos años, creo que hasta ahora he descubierto que puedo vivir sin ti.

Si me había escuchado, no lo sabría nunca porque no me tenía intenciones de volver a verlo hoy, y fue una decisión que tomé por mí. Tendría que aprender a vivir con este extraño sentimiento que aun estaba vivo por él, pero primero que todo debía darme a mi misma el amor que merecía, ya que con o sin él siempre me tendría a mi.

***

Decidí que luego de una larga ruleta de emociones recostarme en mi dormitorio sería mi única actividad por el resto del día, pero Ivy llego más tarde y decía que entre todas las cosas que podría copiar de ella esto era sin dudas lo peor que podría hacer, así que me forzó a salir a caminar por los alrededores de la Academia.

— No quiero alejarme mucho, puede ser peligroso. — Repliqué.

A nuestro al rededor no había más que un gran bosque, montones de hojas danzaban con el aire y se entrecruzaban por los troncos de los arboles. Detrás nuestro, la academia y el río nos esperaban.

— Claro que sí señora. — Respondió mi amiga con sarcasmo.

Estaba abrazándome más a mis abrigos cuando entre los arboles grises, a unos pocos metros de nosotras, un casi imperceptible movimiento captó mi atención.

— ¿Viste eso? — Ivy habló antes de que yo pudiera ordenar mis pensamientos.

De repente, las alas coloridas y los destellos plateados se hicieron presentes en la distancia. Era como si estrellas fugaces bajaran a la tierra y decidieran hacer una hermosa escena entre los gruesos troncos.

— Son hadas. — Yo sonreí.

Sin aguantar más mi emoción me acerqué con cuidado a los arboles gruesos, pero no demasiado cerca, solo quería una mejor vista. Reparé en que algunos troncos, tenían minúsculas puertitas, y que en medio de todo eso miles de pequeñas figuras con alas de colores pálidos se paseaban y cargaban con pequeñas frutas y herramientas hechas de palitos y piedras.

 Reparé en que algunos troncos, tenían minúsculas puertitas, y que en medio de todo eso miles de pequeñas figuras con alas de colores pálidos se paseaban y cargaban con pequeñas frutas y herramientas hechas de palitos y piedras

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— Es hermoso. — Susurró Ivy acercándose a mí, me estremecí un poco porque había olvidado su presencia.

Era algo mucho más que eso, era el sueño de toda pequeña niña que se había devorado todos los libros existentes en el palacio, que trataban sobre hadas. Era una acaricia al alma después de tantos día malo.

— Demasiado hermoso. — Susurré también.

— ¿Por qué susurramos?

— No lo sé. — Respondí.

Reímos juntas y admiramos al pequeño pueblo frente a nosotras por el resto del día, hasta que calló la noche y nuestros estómagos vacíos se quejaron.

En todo el camino de vuelta pensé en que bien se sentía hacer algo para mi misma.

Ylia  | Academia de Brujas ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora