Treinta y Tres

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-ESPECIAL DE HALLOWEEN-

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Lo que empezó siendo una Inocente fiesta se había acabado y en su lugar, Aiden y sus amigos terminaron cargando con con el cuerpo inconsciente de Esdras hasta la torre donde dormían, dejándolo tirado en medio de la alfombra de la sala común.

Lucas y Circe voluntariamente cuidaron de Esdras, y aplicaron los ungüentos correspondientes en los lugares del cuerpo en que se había hecho los golpes más peligrosos al caer.

— Fue divertido mientras duró. — Dijo Ginger rompiendo el silencio.

La pelirroja estaba sentada en el elegante mueble viendo como Esdras recibía los cuidados requeridos. A su lado, acompañándola con las piernas cruzadas estaba su hermana Rosie quien asintió dándole la razón.

— Creo que es buen momento para darle su regalo a Aiden. — Dijo Theo recargado en una de las paredes mirando a Moll. Este asintió y se excusó antes de adentrarse al taller de arte que tenía por dormitorio.

— No quiero nada. — Se quejó Aiden desde su cama.

Cuando habían traído a su amigo, el príncipe se dejó caer rendido con la excusa de que estaba muy harto de todo lo que tenía que ver con Esdras, sin embargo dejó la puerta abierta de modo que tenía una visión perfecta del cuerpo de su amigo desde donde estaba. Aunque no quería admitirlo, se preocupaba demasiado por él.

— Tarde. — Replicó Moll ya en el marco de su puerta y dejando caer un pesado libro sobre su estómago.

La acción provocó que Aiden emitiera un chillido, pero cuando retiró el libro de su vientre y estuvo a punto de soltar las mil y una maldiciones sobre Moll, se fijó de lo que le había lanzado. Un gran libro de tapa dura en terminados dorados y forrado de lo que pudo identificar era cuero auténtico, para evitar el maltrato de los años. En el medio, una ilustración de la dama de la noche misma, la diosa de las sombras y el inframundo, Coryanne.

"Cantos para Coryanne", ponía el título. Aiden perdió el aliento, no sabía si por el golpe que acababa de recibir o por el hecho de que tenía tal reliquia, miles de páginas dedicadas a la Diosa. Si bien estaban prohibidos los libros que tenían algunas líneas destinadas a ella, no se imaginó lo que suponía tener tal pieza entre sus manos.

— ¿Cómo?. — Fue lo único que se vio capaz de articular.

— Un pirata estuvo de paso vendiendo cosas en la ciudad esta primavera. — Se acercó Theo. — Dijo que es una traducción del élfico. Sabíamos que era algo que apreciarías ya que no se ven estas cosas todos los días.

— ¿Pero por qué tuvieron que esperar hasta ahora? Hubiera sido increíble la tarea de Saías.

— Esa cosa resultó ser exorbitantemente cara, no te lo daríamos si no hubiera una celebración de por medio. — Moll rodó los ojos. — Afortunadamente lo pude cargar a la cuenta de mi papá.

Aiden no tenía palabras, palpó la portada con las puntas de sus dedos como si quisiera constatar que efectivamente era real, que no era un sueño.

— Muy bien, es mi turno. — Cortó Circe atravesando a los dos brujos, y sonriendo ampliamente se acercó a la cama, dejando allí una bolsa pequeña.

Aiden la abrió con cierto escepticismo, y descubrió un mazo de cartas del tarot.

Sus amigos se ahogaron de la risa, recordando cuando el príncipe de pequeño soñaba con vivir de las adivinanzas, claro está tiempo después le informaron que tenía una corona esperando por él y desde ese momento no había vuelto a tocar unas cartas.

Ylia  | Academia de Brujas ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora