Once.

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• I V Y •

Y así, sin darme cuenta, ya mi nueva realidad me había sorprendido.

La cena en la academia consistía en un caldo de verduras y carne. Un poco insípido en mi opinión, pero pasable. Aunque claro, era más entretenido enfocarse en el caldo que las conversaciones de Lucas y Circe.

Cuando las cosas se oficializaran, serían una pareja que provocaría mucha pena ajena la verdad.

Acabada la cena, nos decidimos por ir al dormitorio, separándonos de Lucas ya que también se dirigía al suyo.

—¿Te sobra espacio en el armario? —preguntaba Circe.

Desde que habíamos llegado, ella no paraba de ordenar y acomodar su gran pila de ropa.

—Si, me sobra —le señalé algunos cajones donde podía poner sus cosas. — ¿Si sabes que la mayor parte del tiempo tendremos un uniforme?

—Si, lo se — respondió entrando el resto de la ropa doblada en los cajones. 

Lucía imperturbable a ese dato.

Si a ella no le importaba cargar con tanta ropa que no usaría, mucho menos tendría que preocuparme yo, pensé.

—Por fin acabé — anunció mientras se dirigía a su cama. — ¿te importaría si apago las luces?

—Yo lo hago.

Cuando apagué las velas con mi magia, me encontré inquieta. Mi mente estaba en muchos lugares a la vez y no podía controlarlo.

Por un segundo envidié a la pacifica bruja que descansaba a tan solo unos pasos de mí.

Con cuidado de despertar a Circe, decidí que lo mejor sería salir a tomar aire fresco. Tomando el primer abrigo que encontré a mano y lo posé sobre mis hombros sin un plan en específico.

Camine por los pasillos de los dormitorios, y las escaleras del fondo llamaron mi atención, se me antojó saber que habría hasta arriba del todo. Así que subí tres niveles y me recibió la noche misma que abrazaba la azotea de la Academia.

La azotea era al igual que la Academia, una basta extensión de ladrillos de color claro, cuyos bordes eran delimitados por un barandal compuesto por complejas ramificaciones de metal plateado que simulaban flores.

Juré que incluso olía a flores.

No.

Definitivamente habían flores cerca.

Siguiendo el potente aroma, seguí caminando por la azotea y descubrí la presencia de una pintoresca pintura de cristal que exhibía plantaciones en su interior. Era un invernadero. 

Hice una nota mental de traer a Lucas cuando tuviera la oportunidad, el amaría el lugar.

Frente al invernadero, vi que se podía apreciar en todo su esplendor el río que atravesamos hoy, para llegar al islote. Las luces provenientes de la academia se reflejaban en él y lo volvían aun más perfecto en la noche.

Encantada con la escena me acerqué al barandal, me senté sobre él por pura inercia. Miré al cielo y conté las estrellas, se me antojaron más bellas que nunca. 

Así que en medio de la noche, con la cabeza mirando hacia el cielo y los pies colgando en el peligroso borde, dejé que mis lagrimas se liberaran.

Odiaba tener que cambiar mi vida gracias a decisiones que tomaron otros hace ya mucho tiempo, odiaba estar lejos de tía Arlen, odiaba no poder dormir por las noches y mucho más odiaba no tener control de nada.

Ylia  | Academia de Brujas ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora