Cuarenta y cuatro

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Aiden

Todos los estudiantes estaban preparándose para irse a sus hogares. Esto realmente estaba pasando. El caos era inmenso, las barcas no daban abasto y los equipajes estaban por todos lados. Sumándole a todo eso, Ivy había desaparecido y nadie daba con ella desde ayer.

Mis amigos recogieron toda la academia, Circe y Lucas cubrieron el bosque e incluso su tía Arlen se unió a la búsqueda. La noticia de la muerte de la directora fue tan cruda e inesperada, que supuse no lo había aceptado bien, me dí cuenta de eso cuando al escuchar la noticia en medio de la clase se fue del gimnasio sin más, no fui tras ella porque quise darle tiempo a solas sin estorbar, pero cuando las horas empezaban a correr me empecé a preocupar bastante. Ese día no dormí, en su lugar pasé toda la noche en vela en el invernadero esperando que ella apareciera allí como siempre lo hacía, incluso miré a la luna y le recé a Izar porque la protegiera y que sin importar donde ella estuviera, que nada le pasase.

Ya era temprano por la mañana, el sol estaba acabando de salir y yo decidí hacer el último intento de ir en su búsqueda, no me perdonaría partir a la ciudad sin haber podido dar con ella.

No estaba preparado para el salto que dió mi corazón cuando por fín la encontré. Como si fuera una broma de mal gusto, ella estaba en el último sitio donde la vi, en el gimnasio. Cuando la vi sentí como que me volvía el alma al cuerpo y por fin podía respirar.

Ivy estaba hecha un desastre. Dormía echada de lado en medio del gimnasio su cabello grasoso se pegaba en su cuello por el sudor, estaba descalza y desde lejos se podían notar sus pies manchados de negro. Me acerqué un poco más y noté que su rostro estaba igualmente sucio y sudoroso. Y sin embargo, ella lucía en paz, resguardandose del frío únicamente con una capa oscura que se veía azulada contra la luz. Extrañamente, esa capa parecía estar en mejor estado que ella misma.

Ahí agachado junto a su cuerpo, no resistí el impulso de plantar un beso en su frente, agradecí a los Dioses porque habían escuchado mis súplicas. Lentamente, aparté mis labios de su piel caliente y ella se removió al segundo. Tratando de acostumbrarse a la luz, pestañeó y luego me miró por un largo momento.

Yo decidí que era mejor no decir nada y me recosté a su lado, escuchando su respiración uniforme, y mirando sus grandes ojos. Suspiré y con un ademán le pedí la mano, a lo cual ella aceptó extendiendola para que la tomase.

— Llegué tarde. — Suspiré.

Ella negó, mi pulgar estaba trazando círculos contra su mano.

De algún modo sentí que era mi deber estar con ella, me maldije varias veces por no salir corriendo hacia ella en el momento en que partió. Siempre tendemos a reprimir nuestros sentimientos por el miedo de la intensidad o de ser juzgados pero creo que prefería eso a sentir que perdía a un ser querido por culpa de los mismos seres despreciables que habían atacado a la directora. El terror y los pensamientos horribles que rondaron por mi mente toda la noche era algo que no le desearía ni a mis peores enemigos.

— Llevaran su cuerpo a Caelum. Puedo llevarte allí si quieres y encargarme de todo lo que necesites. — Le ofrecí.

Traté de cuidar mi tono para evitar provocar un detonante. A pesar de que ella trataba de ocultarlo, la bruja tendía a ser una persona bastante sensible y sin embargo prefería nunca exteriorizar sus sentimientos. No sabía sus razones, pero pensé que había sufrido demasiado en algún punto de su vida. Invitarla y acompañarla al acto fúnebre de la directora parecía lo mejor que podía hacer por ella ahora.

Ivy asintió, aceptó ir a la ciudad.

— Vendrán por nosotros luego del almuerzo, puedes invitar a Lucas si quieres también.

Ylia  | Academia de Brujas ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora