Diez

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• C I R C E •

Esdras Grieff, conocido por ser el hijo del tesorero de la corona y lord de Viridis. Aunque también, se le atribuía el puesto de uno de los más conocidos mujeriegos de la ciudad.

Para mí no era más que mi primer novio.

Verlo atravesar las puertas de la Academia despertó el desprecio que había estado oculto durante tanto tiempo en mi ser.

Dicen que una no se olvida nunca de su primer amor, ¿pero sobre tu primera infidelidad? nadie habla de eso y mucho menos de como deberías sentirte al respecto.

—Estaré buscando nuestra habitación — informé a los dos brujos que me hacían de compañía.

Sin esperar respuesta, arrastré mis cosas dentro de las instalaciones, utilizando la información y llaves que me había pasado Lucas como única guía en mi búsqueda.

Era evidente que este año sería el peor. No permití que los pensamientos que revoloteaban por mi cabeza me distrajesen mucho, ya que no quería que mi humor se desplomase aun más.

Luego de unos minutos atravesando pasillos de amarillentos ladrillos en juego con el suelo de mármol crema, decorados por anchas columnas. A los laterales se mostraban filas de puertas de roble oscuro numeradas. Ya al frente de la mía, pensé por unos momentos lo que estaba a punto de hacer.

—Sé que estás siguiéndome hace un buen rato — espeté volteándome.

Detrás de una de las anchas columnas del pasillo, una figura de piel pálida me sonrió. Era Moll. Su cabello tenía mechones verdes tan brillantes, que por un momento me pregunté si brillaría en la oscuridad.

—Carruzo — dijo a modo de saludo.

—Molligan. — Sonreí de lado.

—Ha pasado mucho tiempo.

—Si, lo sé.

—Siento que Esdras viniera pero ya sabes, educación obligatoria. — Se excusó intentando ser gracioso.

Me crucé de brazos y miré a mis zapatos.

—¿Qué quieres de mí? —pregunté notoriamente molesta del tema.

—Nunca cambias Carruzo — espetó divertido ante mi actitud. — Pues quería saludar, te vi antes y no estabas sintiéndote muy bien allá fuera.

Asentí. Dos años desde nuestra ruptura, una mudanza y aun así no era suficiente para superarlo, seguía sintiéndome como la mierda por su culpa.

—Es solo que... dioses — bufé sin poder formular una respuesta. — ¿Por qué todos creen que el es Aiden? — cambié de tema.

—Se nos ocurrió de camino en la barca, así Aiden evitaría mucha atención y Esdras tendría más atención —respondió emocionado. — Al final Theo y yo apostamos cuanto tiempo les tomaría a los estudiantes para darse cuenta de que es una farsa.

No pude ocultar la gracia que me causaba la idea, sin importar cuanto tiempo pasase estos brujos nunca cambiaban.

—Theo jamás pierde una oportunidad para generar dinero —observé.

— Si, por eso dejó su taberna a cargo de sus hermanos hasta que termine este año y volvamos —informó recostándose de la pared a mi lado.

—debe ser muy incomodo para él este cambio.

—No lo creo, trajo algunas cosas para traficar —dijo como si no fuera gran cosa. —si se te antoja fumar o un trago, sabes que eres bienvenida y no debes pagar.

Intenté procesar sus palabras. Mi cara debía parecer un poema.

— ¿Están importando alcohol y drogas a la Academia?

—Es cosa de Theo —se defendió. — a mi solo se me ocurrió lo de las drogas.

No podía hacer más nada que negar con la cabeza.

—Pues que bien por ustedes pero, ¿Qué me dices de tu cabello colorido?

—Lo hice anoche —pasó una mano por su cabeza feliz. — ¿Te gusta?

Moll era un artista en todo el sentido de la palabra.

Por un momento pensé que todo era igual que antes, que teníamos doce años y estábamos sentados en el jardín del palacio, y él entre risas me contaba de las ocurrencias de sus amigos mientras dibujaba las flores que nos rodeaban.

—Me encanta — sonreí sincera.

El me devolvió una inocente sonrisa.

—Creo que debo ayudar a Theo, hay mucha mercancía por ordenar — guiñó el ojo.

—De acuerdo.

—Hablamos luego —se despidió. — Por cierto, no dejes que nadie te quite esa bella sonrisa.

—Lo tomaré en cuenta. — respondí un poco apenada. —Sobre la apuesta que tienen, inclúyeme y digo que serán tres meses.

Moll sonrió.

—Que bueno tenerte de vuelta.

Con eso se volteó orgulloso y entrando las manos a los lados de sus bolsillos siguió su camino.

Aprecié la delgada y pálida figura del brujito hasta que se perdió entre los escalones por donde había aparecido.

Un segundo después, ya me encontraba dentro de una habitación bastante simple. A los lados dos camas y dos armarios, al fondo un gran ventanal y frente a este dos escritorios con sus respectivos asientos.

No tenía espacio para toda mi ropa. Genial.

Me dejé caer en la cama de mi izquierda y miré al techo.

La situación era agridulce, pero no podía culpar a nadie de esto. Los dioses deben de estar jugando con mi vida para entretenerse pensé.

Pero vamos Circe, ¿que puede salir peor desde ahora?

—Dejaste tus cosas abajo —anunció Lucas atravesando la puerta con mis maletas en mano.

—yo ... — mi lengua se sentía pesada en mi boca.

Incapaz de decir algo coherente, me senté y observé sus movimientos. Dejó mis cosas junto al armario de la izquierda y luego me hizo señas para que me moviera.

Obedecí sin meditarlo demasiado.

Lo noté cansado cuando dejó salir de sus pulmones una bocanada de aire y su cabeza se recostó en la pared.

—Siento haberte hecho cargar con mis cosas —murmuré.

Él alzó una ceja.

—¿Acaso traíste rocas en esa bolsa?

—Claro que no. — fruncí el ceño.

De sus labios escapó una risa como respuesta.

—¿Cuál es el color de tu cabello? —pregunté de la nada.

Lucas parpadeó.

—¿Por qué la pregunta?

—No puedes responder una pregunta con otra pregunta —ataqué.

— Bueno, de acuerdo —volvió a sonreír y sus ojos ámbar de achicaron. — Entre castaño muy claro y anaranjado podría decir.


A mi se me ocurrió que podría ser considerado como pelirrojo. Tal vez incluso su ascendencia provenía de Terra donde los brujos de cabello rojizo abundaban al igual que las minas repletas de gemas. Así que continuamos la conversación toda la tarde hasta que cayó la noche, hablando de todo y nada a la vez sólo porque si. 

Ylia  | Academia de Brujas ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora