Cuarenta

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Aiden.

Circe había relatado con lujo de detalle todo lo que le había hecho Ivy. La rubia estaba visiblemente enojada con la susodicha, y con razón. Nos contó sobre la nota que le había dejado, nos dijo de lo celosa que estuvo Ivy por la prueba de Saías e incluso habló sobre la amenaza de Lucas.

Moll, por el contrario, no se atrevió a hablar y por esa razón no supimos qué mierdas le había pasado. No nos preocupamos mucho porque estaba bien, no tenía moretones y lo único fuera de lugar era el vestido. He de reconocer, que viéndolo desde cierto ángulo se llegaba a parecer a Circe, ese descubrimiento me perturbó bastante.

Cuando llegó el atardecer, ya era el final de la clase. Le confesé a Circe que no tenía nada que temer respecto a Ivy, yo me las arreglaría con poner la bruja en su lugar y le haría saber que mis habilidades no era nada de lo que tenía que preocuparse.

Por esa razón, al terminar nuestra clase en la tarde, la cité en el invernadero.

— No me importa lo que tengas para decirme Arcoelli, sólo espero que seas rápido. — Escupió molesta, acercándose a mi lado. — Tengo que buscar a Tramy para entrarla en su jaula y luego debo ir por mi quimera donde las Wiccianas.

Alcé una ceja.

— ¿Cómo conseguiste que las Wiccianas te cuiden la quimera?

— Les caigo bien supongo. — Rodó los ojos. — Ahora, si fueras tan amable ¿Por qué estoy aquí?

Sonreí con suficiencia, estaba esperando este momento todo el día.

— Tu dime, enviaste a la pobre Circe a mi torre. — la molestia de hace un momento se desvaneció de su rostro. — Creo que tienes varias preguntas para mi, Bren.

Ivy inclinó la cabeza a un lado y entrecerró los ojos. La acción hizo que su cabello se meciera hacia un lado en cascada y sentí unas ganas inmensurables de acariciarlo y saber cómo se sentía.

— ¿Cómo es posible que alguien que pasa todo el día leyendo o insultando a sus amigos sea capaz de tanto? — Se cruzó de brazos.

Hice amago de toda la cordura que tenía para no reír. Ivy era tan pequeña que verla celosa me producía miles de sensaciones de ternura.

— ¿Qué quieres que te diga? nací así.

Por la expresión dura en su rostro supuse que estaría considerando como estrangularme sin hacer mucho ruido.

— Te vi lanzar la nieve directamente a la pared desde diez metros de distancia, repetidas veces.

El sol se ponía, los últimos rayos en tonos cálidos pintaron el cielo y tenuemente tiñeron de rosa su cabello. En mi corta vida había aprendido que muchas cosas no tenían explicación, como por ejemplo; los demonios apareciendo cerca de mi y mis amigos, la intensidad de mis poderes o los sentimientos que Ivy Bren despertaba en mí con tan solo mirarme de esa forma tan desafiante.

— Si te digo que lo imaginé y tan solo ocurrió, ¿me creerías? — musité.

Ivy volvió la mirada a un lado y negó con la cabeza. No tenía forma de demostrarle que era cierto y supongo que las cosas serían así por ahora. Ella permaneció ahí parada mirando hacia una de las plantas como si fuera la cosa más interesante del mundo, aun mantenía los brazos cruzados, y se me ocurrió que tal vez tendría frío.

Sin pensarlo mucho me quité mi chaqueta y la tendí sobre sus hombros. Ella parecía negarse pero la corté.

— Ni lo intentes porque no lo aceptaré. — Le recrimine.

Ylia  | Academia de Brujas ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora