Veintiseis

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Aiden.

No podía acostumbrarme a la idea de volver al salón de clases. Pasaron unos dos días desde que para sorpresa de todos, se tomó la decisión de retomar las clases. Considerando el tiempo perdido en este mes, el profesor de historia Saías, había optado porque lo más conveniente para todos sería adelantar el trabajo final sobre la Diosa Coryanne, por lo que todos estában sumamente estresados por la noticia tan repentina, provocando así que la biblioteca de La Academia estuviera llena todo el tiempo y que no hubieran libros disponibles para el trabajo. Se habían creado listas de espera que si bien funcionaban un poco, no te daban seguridad de en que momento exacto te tocaría usar el libro solicitado, en fin todo era un solo caos.

— ¿Podrías dejar de ignorarme? — Ivy suplicaba a mi lado.

La bruja desde que había llegado a la biblioteca y se había sentado en el sillón a mi lado, no paraba de molestarme. Luego de que superé la sorpresa de su inesperado beso le dejé bien en claro que no estaba de acuerdo con esas cosas fuera de mi voluntad y que sencillamente no estaba bien. Pero Ivy siendo ella, se burló en mi cara y me dijo que deje de ser tan virgen. Desde ese momento decidí dejar de prestarle atención.

— Por favor, extraño tus crisis existenciales.

Me estaba empezando a hartar, pero se lo merecía. Ese día, cuando la vi en el salón junto con Circe estaba muy orgullosa de si misma ya que según ella delatarnos fue una sutil forma de venganza. Sin nada que temer, me limité a reírme a su lado ya que no tenía nada que ver con la escena y como siempre, Circe lo supondría, pero en el momento en que Ivy tomó el control sobre mis labios me había descolocado completamente, y aunque me encontré desde ese momento pensando en la suavidad de sus labios me recordé a mi mismo que no le daría el placer de salirse con la suya.

— Vamos, haré lo que sea. — Empezó a retorcerse en su lugar, hasta que quedó de cabeza en su lugar.

Sus piernas reposaban en el espaldar del mullido sofá y su cabeza en el asiento. Mordí el interior de mi mejilla para reprimir una sonrisa, Ivy era una bruja un tanto pequeña de estatura, por lo que se veía muy adorable en esa posición.

— ¿Lo que sea? — ironicé, ella asintió como respuesta. — Pues consígueme una biblioteca que esté vacía donde pueda hacer esta estúpida tarea.

Por un momento frunció el ceño, y yo estaba preparado para la retahíla de insultos obscenos, pero en lugar de eso sus ojos se iluminaron.

— Puede que tenga acceso a una biblioteca privada.

***

— Sigo sin creerme que tú y la directora sean tan cercanas. — me sinceré.

Ivy me guió hasta la oficina de Aurora, y como si fuera lo más casual del mundo le informó que estaríamos usando algunos de sus libros, a lo cual ella aceptó y nos invitó a tomar asiento frente a su largo escritorio. El aroma de las antiguas páginas y cenizas de la chimenea inundaron mis fosas nasales al llegar, era un acogedor y cálido espacio en contraste con el frente frío que nos había atacado las últimas semanas.

— Ventajas de ser la favorita. — Ivy respondió desde su asiento.

Poco tiempo después de que habíamos llegado, la directora se excusó ya que tenía que atender ciertos asuntos. Así sin más, me dispuse a leer cualquier cosa que tuviera que ver con los dioses y no pude ocultar la sorpresa por todos los títulos que pasaron por mi vista, iban desde los clásicos, ediciones antiguas, pergaminos y hasta me pareció ver algunos escritos en el lenguaje de los Elfos. Sin duda esta biblioteca era una colección basta y exquisita.

Entre tanta variedad decidí que lo mejor sería empezar por un libro de cuero que llamó mi atención, y como era de esperar, era una edición prohibida por las Wiccianas por su contenido extenso de relatos divinos sobre Coryanne. Claro está, la palabra extenso era muy subjetiva, ya que el libro contenía un capitulo sobre cada uno de los seis Dioses, pero las Wiccianas consideraban como "ofensivo hacia la majestad divina" cualquier libro que contuviera más de dos lineas destinadas a la Diosa del submundo y poseedora de la oscuridad.

— ¿No deberías hacer la tarea? — pregunté.

Cuando levanté la vista hacia Ivy al otro lado del escritorio, me percaté de que el libro que había elegido cuando llegamos no era uno sobre historia o religión precisamente, más bien me parecieron ver quimeras entre las páginas. Sea lo que sea, era de mucho interés para ella pues me percaté que iba muy avanzada en su lectura al punto de que casi terminaba el libro, pensé que puede que ella haya estado leyendo desde hace un tiempo en esta misma biblioteca.

— No tengo tiempo para eso, la robaré de Lucas más tarde.

Lucas Tamber llegó a mi mente, el pobre niño al que Esdras había intimidado y la razón por la cual se habían enojado dos brujas. Era una persona bastante afortunada si tenía la dicha que tanto Ivy como Circe se preocuparan tanto por él.

— Parece que existe mucha confianza entre ustedes.

Ella asintió.

— Consecuencias de pasar con alguien toda tu vida.

— ¿y tus parejas nunca han tenido problemas con eso?

La pregunta salió de una forma poco sutil, creando un ambiente incomodo en esa biblioteca/oficina. Claro que quería saber más de ella pero espantarla así no era la forma pensé, y me arrepentí de la pregunta en el segundo que las palabras dejaron mis labios.

— Mis parejas nunca se meten en esas cosas porque no les doy el derecho. — Se apresuró a responder antes de que yo mismo pudiera retractarme. — Ellos solo están de paso en mi vida.

A pesar de que sostenía aun el libro, su atención estaba puesta en mi, en busca de cualquier reacción de lo que trataba de decirme. Miles de pretendientes, había dicho Circe y supuse que tal vez no tendría una buena reputación en su aquelarre. Ivy nunca había ocultado estas cosas, al contrario, su frente permaneció en lo alto y su expresión desafiante.

— Supongo que estas cosas no están bien vistas en tu corte.

— No me importa. — Respondí sin pensar, lo decía en serio. El hecho de que muchas personas hubiesen dejado su huella de algún modo en ella no significaba nada para mi. — Mi padre siempre ha dicho que somos consecuencias de muchas casualidades. A eso yo le agrego que cada experiencia que hayas tenido en el trayecto de esas casualidades forma la persona que eres hoy.

Ivy parpadeó, y segundos después sonrió volviendo a su lectura.

— Es lo más virgen que has dicho en todo el día.

Reí entre dientes.

—Ya conoces a mi amigo Esdras, sería hipócrita de mi parte que piense lo contrario.

Decía en serio cada palabra porque sabía que no debían ser así las cosas. Me había prometido a mi mismo hace mucho tiempo atrás, que ninguna bruja en mi reinado sería menos por el simple hecho de disponer libremente de su de su vida intima. Cualquiera, hombre o mujer, tenía el derecho de ser respetado y hablar libremente de estos temas debía ser normalizado.

Cuando la bruja de larga y blanca melena rió, no pude contenerme y reí con ella. Sin dudas, Ivy era un trago muy fuerte de tomar, pero yo estaba dispuesto a intentarlo y asumir las consecuencias que conllevara nuestra casualidad en esta vida. 

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Yo solita estoy enamorándome de Aiden XD

Gracias a todos por leer, y gracias a la gente nueva que ha leído/agregado a sus listas esta historia. Por alguna razón la mayoría son de México, lo cual es cursioso porque hace un mes no me leía nadie de ahí, aun así gracias a todos y tengan bonito día.

xoxo

Ylia  | Academia de Brujas ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora