Treinta y Nueve

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Arriba, imagen de Ezekiel Molligan III. Sus amigos lo llaman Moll ;)

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Aiden.

Estaba más que enojado. Moll tendía a ser demasiado infantil cuando se lo proponía y eso era algo que me tenía fuera de mis casillas. Luego de desperdiciar una hora de mi vida esperando por él susodicho, no tuvimos más opción de ir por él. Se suponía que hoy por fin se iba a discutir toda la información nueva que teníamos sobre los demonios, reunión que por motivos de las clases y mi cumpleaños seguíamos posponiendo hasta hoy. Pero el señorito no apareció.

— Creo que no está aquí. — Dijo Theo saliendo de su habitación.

Por mi mente pasaron miles de formas en las que podía decirle a Ezekiel Molligan y toda su maldita descendencia que podían irse a comer mierda en lo más profundo del inframundo. Pero Esdras llamó mi atención.

— Creo que tenemos un problema. — Dijo paralizado en el umbral de su puerta.

Se echó a un lado, y casi tan estupefacta como lo estaba él apareció Circe Carruzo de pie. No hizo falta que dijera nada para darme cuenta que había escuchado todo, su rostro pálido por el miedo habló por sí mismo.

Miré a mi entorno, Theo y Esdras se habían echado a un lado como para dejar que resolviera por mi cuenta el lío en que yo mismo nos había metido. Traidores.

Para su crédito, la bruja aun asustada no salió corriendo cómo lo pensé. Ella permaneció ahí aun de pie en la alcoba de Esdras, esperando una explicación.

Suspiré de manera muy pesada.

— Creo que vas a querer tomar asiento antes de contarte una historia. — Sentencie rendido.

Ella obedeció y se sentó en uno de los muebles de la sala, no apartó la vista de mí expectante. Yo decidí entrar mis manos a los bolsillos de mi chaqueta y miré a la nada, esperando que las imágenes volvieran a mi mente.

— Ya eres consciente de que cuando éramos muy pequeños; Moll, Esdras y yo, teníamos la tendencia de escaparnos del palacio, solo porque sí. — Circe asintió, atrás Esdras hizo el mismo gesto cómo si también estuviese recordando aquellos tiempos. — Pues un día de esos decidimos ir a caminar por la costa, no muy lejos del palacio y reparamos en que había una cueva entre rocas que nunca habíamos visto, nos acercamos para inspeccionarla y de ella emergió una criatura simplemente horrible y oscura que emitía unos chirridos agudos.

— Un demonio. — Siseó la bruja, yo asentí.

— Éramos muy pequeños así que aun no teníamos nuestras gemas, pensé que moriríamos ya que no fuimos capaces de movernos. Pero entonces, un niño nos gritó que corramos. Sin conocernos, se atrevió a lanzarle rocas y botellas vacías al demonio para distraerlo y así conseguir que corrieramos, esa fue la primera vez que habíamos visto a Theo en nuestra vida. — Theo se ruborizó levemente y bajó la cabeza. — Intentamos escapar, corrimos como nunca sobre la arena para intentar perderle. Pero por alguna razón sentí un impulso de mirar atrás y encontré alas, alas blancas que resplandecían con dorado y se interpusieron entre el demonio y nosotros.

Circe me miraba de hito en hito.

— Era un ángel, que lo atravesó con su espada, y nos salvó la vida. — Agregó Theo. — Luego se llevó el cuerpo sin vida del demonio con él.

La historia era muy difícil de creer. Los demonios no vivían en nuestro mundo y los ángeles se habían extinguido hace muchísimo tiempo atrás. La bruja tenía todo el derecho de creernos o pensar que habíamos perdido la cabeza.

Ylia  | Academia de Brujas ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora