44. Mi intención era que Christian se quedara sin nada -como yo- y lo logré.

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44. Mi intención era que Christian se quedara sin nada —como yo— y lo logré

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Y la semana que se supone debería ser rápida, pasa de una forma lenta y tortuosa. Comenzado por el martes. Por la mañana estoy a unos cuantos pasos del portón. Con mi bolso cruzado y mi uniforme puesto.

Cruzo los dedos y lo traspaso. Es frustrante saber que tendré el rechazo de la mayoría de conocidos, y eso me va pesar tanto como el odio que él me tiene.

En los corredores todos me quedan viendo, murmurando cosas entre ellos que no puedo escuchar; al entrar al salón mis compañeros dejan de hacer los que están haciendo para verme, también.

Es hasta que voy directo al pupitre del fondo y me siento ellos siguen en lo que estaban y dejan de verme.

Audrey, Bonnie y Steph están en los pupitres de adelante. Las dos primeras me hacen mala cara. Steph me saluda con la mano, y esboza una sonrisa. Estoy segura que no se me ha acercado por que Audrey y Bonnie, prácticamente la están obligando a no hacerlo.

Me duele el hecho de que he perdido, definitivamente, las pocas amigas que había hecho en el Elit. Justo antes del receso nos informan que ya no habrá más actividades en la tarima y no dan más detalle.

Estoy segura que no lo hacen por que la causa de que no haya tarima es por que McKenzie ya fue denunciado con las autoridades por sus graves faltas como director.

Y han cancelado por completo el juego, la tarima y todas las actividades que violentaron las normas generales que las autoridades escolares mayores le imponen a los colegios.

¿Quién lo diría? Este año fue el fin de la dictadura Collins y de sus peculiares actividades. Todo gracias a Michaell.

En el comedor retiro la merienda, y busco un lugar con la vista donde sentarme, pero todas las mesas están ocupadas y para rematar estoy siendo otra vez el centro de las vistas.

Me extraño de que entre esas vistas no están los Collins. Seguro están atendiendo el nuevo problema familiar que enfrentan. Me desespero cuando me los imagino maldiciéndome por creer que yo tuve algo que ver en eso.

Me retiro del comedor, con la cabeza en alto y puedo escuchar murmurios de los demás mientras camino a la salida principal.

«Ella es la ganadora», «Tenía un plan contra los Collins» «Tenía un plan en contra de Christian» «Le queda bien su nuevo cambio de look» y bla bla bla.

Entre esos murmurios no encuentro ni el de Johana, ni el de Hanzel, ni el de Argell. Le echo un ligero vistazo a la mesa donde se sentaban y de su grupo de amigos son los únicos que no están.

Seguro el vídeo de Steph les dió la pena suficiente como para no volver a pisar el Elit nunca en sus vidas.

Sé que el único lugar donde puedo estar en paz (sin que nadie esté sobre mí) es en el baño así que me voy para allá. En cuanto entro dejo la bandeja con la comida sobre el lavabo y me miro al espejo.

Ya tengo los ojos cristalizados. Mi lente de contacto izquierdo se sale un poco de su sitio, pero me lo acomodo. Después lloro, preguntándome: ¿Qué ha pasado conmigo?

He pasado de ser la chica que se venía al baño para esquivar las burlas y el rechazo de todos a ser la chica que se viene al baño por que ha perdido a las personas que se había ganado. 

He acabo como empecé: sola y en el baño.

En los próximos períodos de clase me concentro en las evaluaciones que la señora Wiseman y el señor Porter han puesto. Mientras voy encerrando con círculos la respuesta correcta me pongo a pensar en mi único propósito antes de partir.

El Juego de Las Apuestas © [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora