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TOKYO

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TOKYO

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Tanto dolor era el que producían mis recuerdos, que incluso en los más profundos sueños, eran capaces de despertarme, haciendo que mi cuerpo se estremeciera al mismo instante.

Con la respiración agitada, llevé una mano hasta mi frente, donde retiré algún que otro mechón que se había pegado a mi piel debido a la fina capa de sudor que cubría mi cuerpo.

La cortina azulada permitía que la luz entrara en la sala con demasiada fuerza, posiblemente serían las primeras horas de la tarde.

Había logrado dormir durante bastante tiempo, aun sabiendo que mi visado terminaba ese mismo día, pero no me influyó, no tanto como esos recuerdos que cada día taladraban mi cabeza con más fuerza.

Con algo de pereza y tras maldecir un par de veces, me levanté del colchón, dejando las sábanas blancas sobre el mismo. Después de todo lo ocurrido, había comenzado a malvivir en una especie de almacenes situados en los grandes edificios de Tokio, en los pisos superiores.
Valiéndome de la gran cantidad de muebles que abarcaban todo el lugar, pude hacerme con un pequeño rincón donde descansar.

Aquellos edificios no eran nada fuera de lo común, pero tenían algo especial, y es que eran tan altos y tenían tantos pisos, que me permitían observar la ciudad entera por todas las direcciones, dejándome mantener el control, recluida entre aquellas cuatro paredes.

Me lavé lo mejor que pude y me cambié, optando por un conjunto de ropa completamente negro, semi deportivo y cómodo, ese que me permitiera moverme con agilidad en el siguiente juego, pese a no saber a que palo jugaríamos esa vez.

Comencé a atar los cordones de mis botas con suma precisión, ya que no podía permitirme ningún despiste en el juego. Fue en ese momento cuando, sin ni siquiera notarlo, comenzó a caer la noche sobre nuestras cabezas.

Mientras terminaba de comer las sobras del día anterior, buscando recuperar las energías necesarias, pude ver en la oscuridad de las calles como los letreros y pantallas que indicaban las posiciones de los juegos se iluminaban.

- Llegó la hora. - me dije a mi misma, fijando la mirada en el gran ventanal, donde se proyectaba mi reflejo por encima de la imagen de Tokio, como la reina que era. La gran sensación de poder fluía a mil por hora bajo mis venas, activándome, preparándome para un próximo duelo del que saldría victoriosa.

Con el cabello sujetó en una trenza baja, coloqué la capucha de mi sudadera negra sobre mi cabeza. Inspiré y exhalé por un par de segundos, clavando mi mirada en mis propios ojos, y finalmente me puse en marcha.

DAMA DE PICAS; ChishiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora