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DIFICULTAD: REINA DE PICAS

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DIFICULTAD: REINA DE PICAS

"¿Nos besamos?"
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Arisu era un chico bastante peculiar.

Su encanto y su valentía eran capaces de llenarte de un optimismo completamente irreal. Sobre todo, dentro de un mundo como Borderland.

Pero, seamos sinceros, ninguna de esas dos virtudes eran capaces de compararse a su atractivo. 

Sus facciones eran finas, elegantes y delicadas, pero sus labios eran bastante gruesos. Su boca tenía la forma de un corazón completamente simétrico, armonizando sensualmente el resto de su rostro hasta dotarle de una seducción sinigual. Esa belleza oculta bajo ese aspecto desaliñado y ciertamente escuálido, que un mundo como Borderland le hacía mantener.

Ocultando su cuerpo delgado, pero perfecto, entre ropas sucias, desgastadas y algo rotas tras la masacre de los propios juegos. Tras todas las vivencias que el chico tuvo que superar desde que nos separamos en el Terreno del Rey de Tréboles. Y, con solo verle, pude averiguar que las adversidades a las que se tuvo que enfrentar por su cuenta no habían sido pocas.

Las ligeras cicatrices frescas en su rostro, sus labios suavemente cuarteados, el sudor y la suciedad impregnados en su piel, dotándole de un aroma natural. No asqueroso, sino salado. Casi marino.

El color de su piel no era demasiado claro, era como de ensueño. Un pálido, pero tostado tono al mismo tiempo, que solo hacía de su oscura mirada algo todavía más penetrante. Con esos ojos rasgados, ligeramente almendrados y extremadamente elegantes.

Y su calor...

El calor de aquel abrazo con el que me envolvió nada más verme, fundiendo mi cuerpo contra el suyo a través del calor de la añoranza. Derritiendo a través de ese mismo abrazo todas esas rencillas y ese resentimiento, que se había instalado entre ambos la última vez que nos vimos. Varios días atrás y tras la victoria contra el Rey de Tréboles.

Todo ese odio momentáneo, mutuo incluso, desapareció en el momento en el que me abrazó. En el instante en el que nos abrazamos. Ese mismo instante cálido y cómodo, mientras sus brazos seguían ejerciendo fuerza sobre mi cuerpo. Deshaciendo mi carne con sus manos, amoldándose a las curvas de mi fisionomía con gran facilidad. Sintiendo su torso en colisión con el mío, su pecho aprisionando mis senos bajo la ropa. 

La totalidad de su cuerpo pegado al mío, con sus manos de largos dedos rodeando mi espalda. 

Acunando mi cabeza, incluso.

He de admitir que no me esperaba una reacción semejante, ni mucho menos, tras haberle encontrado sólo, vagando en medio de las calles de Tokio. 

En dirección al juego de la Reina. En mi misma dirección.

DAMA DE PICAS; ChishiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora