En un tablero, donde la diferencia entre la vida y la muerte lo es todo, una joven había logrado tener ese mundo a sus pies.
Yuna creía poseerlo todo,
¿Quién diría que le faltaba un rey?
Chishiya x OC
ALICE IN BORDERLAND S1 & S2
#1° En Alice in bord...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
GUINZA
"Podríamos haber vivido este baile para siempre" _____________
La hora de jugar había llegado una vez más, como si nada, después de tres días.
Reclinado sobre aquella pared del recibidor principal, esperaba a que el Sombrerero dejara de relatar su estúpido discurso diario, ese que solo buscaba animar más a los imbéciles que formaban parte de su ejército, generándoles unos cuantos segundos de adrenalina, sin saber si serían los últimos.
Siempre era lo mismo, las mismas largas y aburridas palabras de siempre, como si fueran a cambiar algo. Había que tirar a ese estúpido del trono cuanto antes, de una manera o de otra, pues los paramilitares terminarían por arrebatarle el poder, si no se deshacían de él antes durante alguno de los juegos.
Con la capucha sobre mi cabeza, como muchas otras veces, esperaba a que terminara para ponerme en marcha junto al resto, percibiendo la presencia de Kuina en cuestión de segundos, posicionándose a mi lado al instante.
Me preguntó algo acerca de Arisu y la otra chica, aquellos que habían llegado ese mismo día a la PLAYA, siendo un punto más a mi favor, pues serían figuras clave en mi plan.
Me disponía a responder, creyendo finalizado el discurso diario, mas me quedé en silencio al ver como el Sombrerero añadía un par de palabras más.
Aquella noticia azotó todo mi cuerpo cual cubo de agua helada, pues sentía una mezcla extraña de sentimientos revolviendo mi organismo en cuanto sus ojos oscuros se proyectaron sobre mí con una fuerza e intensidad mortales.
Había venido, después de todo lo había hecho, por mí.
Mi primera parte del plan había dado resultado, pero no esperaba encontrarla de la forma en la que lo hice. Acompañando al Sombrerero como una maldita reina que era, tenía una gracia maligna que escoltaba a todos sus movimientos, dirigiéndome una sonrisa perversa que comenzó a calentar toda la sangre de mi cuerpo, llevándola hasta el punto más delicioso de ebullición.
Sabía que estaba enfadada y que en sus ojos se reflejaba aquella ira que me gritaba a los cuatro vientos "me abandonaste para hacer que te buscara", pero todo tenía una razón de ser, y aunque tardara en perdonármelo, lo entendería, tenía que hacerlo.
Después de todo me había convertido en su punto débil, no me destruiría, no sería capaz, por muy enfurecida que estuviera.
He de decir que la expresión de sorpresa se mantuvo hasta que ella desapareció al lado del Sombrerero, al igual que aquella pizca de miedo que se proyectó en mi rostro al sentirme reinado por dos focos de luz negra, coronando a esa reina hermosa y magnífica, vestida tan simple como sensual, con un sujetador que no dejaba cabida para la imaginación.
Tardé mucho en volver en mí, siendo de nuevo traído a la tierra por las incesantes palabras de Kuina, esas que me recordaban que un duelo me esperaba aquella misma noche.