2.10

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DR

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DR. SHUNTARO

"Abre la boca y saca la lengua"

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Las manos de todo amante eran pinceles exquisitos sobre el lienzo de la piel desnuda.

Creando arte por medio de las caricias, de las gentiles pinceladas de los besos suaves y de los exigentes brochazos de las mordidas sobre la carne tierna y temblorosa.

Provocando un sexo carnal por medio del contacto, que no necesitaba de ningún tipo de penetración para arrancar de los cuerpos fuertes orgasmos desmedidos.

Esos que hacían temblar las piernas. Esos orgasmos intensos que aumentaban las ganas de mearse encima.

Las manos expertas de Chishiya retorcían y jugueteaban a su antojo con las puntas erectas de mis pezones. Haciéndome jadear como un animal sin aliento. Llevando las yemas de sus dedos hasta su propia boca para poder humedecerlas con su saliva caliente y, en el acto, deslizar ese mismo contacto húmedo por debajo de mi ropa. 

Sobre mi piel desnuda. Sobre mis pechos erectos de tanto placer.

Firmes, temblorosos y prietos bajo un toque lascivo, ardiente y fogoso.

A lo largo de aquella breve sesión de sexo fluido, sus manos y cada uno de sus dedos se habían transformado en pequeñas garras afiladas, que se enterraban con salvajismo en la carne más blanda de mis glúteos. En todas y cada una de esas porciones de carne rechonchas establecidas en mis caderas y en mis muslos.

En el pequeño monte ligeramente abultado, que comenzaba a remarcarse sobre mi bajo vientre.

Porque sus manos de médico, cálidas y suaves, sabían muy bien dónde y cómo tocar cada porción de piel de una paciente tan inestable como yo.

Aplicándome la mejor de las curas a través de esa vacuna carnal adosada a su entrepierna que, más que salvación, era puro veneno denso, blanquecino y caliente.

Su boca se abrió lento y cálido sobre la mía. Tan suave, tan adictiva... 

El choque perfecto de nuestras lenguas en movimiento generaba una sensación húmeda y carnal, que nos hacía succionar y acariciar la lengua ajena con gran efusividad. Recorriendo su lengua con la mía, mordiendo los labios del otro. 

Tan hambrientos, tan necesitados, que lo único en lo que ambos podíamos pensar era en la boca ajena. 

Los labios, los dientes chocando abruptamente y las salivas entremezclándose de forma golosa hasta transformarse en una sola. Dulce, caliente, enriquecida con el sabor de sus galletas favoritas, todavía presente dentro de su boquita. Dentro de esa sucia boquita que no dejaba de gemir y gemir descontroladamente.

DAMA DE PICAS; ChishiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora