CRIATURITA

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Liam miraba agitado como su amigo limpiaba con el pulgar la sangre que brotaba del labio de aquel omega inconsciente. Estaba seguro de que en cualquier momento Desmond aparecería tras esa puerta de metal y sería el fin para ambos, pero Harry no parecía preocupado en absoluto por la posibilidad de que ese día fuera la última vez en ver el sol para ambos si su padre los descubría.

Todos los sentidos de Harry se encontraban volcados en aquel pequeño omega de ojos azules que a cada segundo que pasaba parecía perder un poco de vida. Algo lo empujaba como una especie de imán a tomarlo entre sus brazos y sacarlo de allí, jamás había experimentado una sensación parecida y sería terriblemente imbécil si no reconociera que lo asustaba y lo maravillaba a partes iguales.

Liam dio unos pasos hasta Harry, debían salir de allí rápido. Un fuerte olor lo embriagó por completo haciéndolo sentir mareado cuándo estuvo apenas a un par de metros de su amigo. Nunca había olido nada igual, era muy extraño, en todos lo años que llevaba conociendo a Harry reconocía su olor a la perfección y ese definitivamente no lo era, aunque tampoco era un olor de omega. Confundido volteó hacia los otros omegas, pero ninguno parecía ser consciente de el perfume que estaba comenzando a impregnar la habitación.

"Tenemos que hacer algo" La voz de Harry tembló con ansiedad. No era capaz de apartar la mirada de aquel omega, estaba completamente hipnotizado por su belleza.

"¿Qué narices quieres que hagamos Harry?" Gritó Liam frustrado por la estupidez de su amigo. Por muy iluso que pudiera parecer Harry ambos sabían que sería imposible esconder a aquel chico. Ni si quiera tenían un plan. "No tenemos dónde llevarlo, además tu padre nos matará si falta uno" Los pies de Liam se movieron solos con firmeza hacia el rizado con la intención de arrastrarlo fuera de aquel lugar, no estaba dispuesto dejar que su amigo jodiera su vida por aquel desconocido. Un fuerte gruñido lo obligó a retroceder, Harry le había gruñido, su mejor amigo acababa de gruñirle con una fiereza que jamás había visto. Los ojos verdes de Harry se clavaban sobre Liam fijamente con el ceño profundamente fruncido y la mandíbula apretada.

"No te acerques a él" Aquella no era la voz de Harry. Era demasiado ronca y espesa como para serlo. El entendimiento golpeó a Liam con fiereza en ese preciso momento haciendo que su corazón bombeara con fuerza ¿podría ser posible? "No te acerques Liam" murmuro volviéndose de nuevo hacia el omega. La sala se sumió en un completo silencio, ni siquiera se oían ya los gemidos lastimeros de los omegas enjaulados, todos permanecían expectantes sobre lo que sucedería.

"Esta bien" Liam apretó su mandíbula con fuerza aceptando las suplicas de su amigo. Sabía que si la situación fuera diferente Harry lo haría por él sin ni siquiera pensarlo, aunque eso significase un suicidio en toda regla. "Vamos"

Liam tuvo que armarse de toda la paciencia que un alfa podía tener para aguantar los gruñidos y miradas asesinas de Harry cuándo lo ayudó a cargarlo a su espalda. Aunque el omega era bastante pequeño de estatura era muy pesado, sus músculos contorneados indicaban qué no era tan delicado como se podría pensar.

"Te juro que como me gruñas una vez más os dejo a ti y a tu chico tirados" susurró Liam cogiendo aire para calmarse. Aunque se esforzaba en entender la preocupación de su amigo, su alfa interior quería estampar el puño contra su boca. Si alguien podía llevar al límite a uno de los alfas con más paciencia que podía existir en el mundo ese era Harry. El chico miraba con ansiedad cada movimiento que hacía su mejor amigo asegurandose de que no tocase más de lo justo y necesario. Se estaba volviendo loco, casi podía sentir el dolor que sentía aquel omega y ni siquiera sabía su nombre.

Cuándo Liam pensó que había perdido la capacidad de sorprenderse, ahí estaba su amigo cargando a un omega entre sus brazos para volver a pintar en su cara una sonrisilla confundida en su cara. Por nada del mundo hubiera esperado que la mañana fuera a terminar así, de todos los escenarios que había imaginado le había parecido más realista terminar en un ataúd que encontrando al alma gemela de su mejor amigo. Harry, que siempre había rechazado el afecto y el amor y que se había reído de los cuentos de hadas se estaba convirtiendo en el príncipe azul de aquel desamparado chico qué aún inconsciente parecía ronronear complacido entre los fuertes y seguros brazos del rizado, casi sentía lástima por él, algo le decía que las cosas no serían nada fáciles.

PECADOS CAPITALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora