ROTO

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Louis odiaba las tormentas, en especial cuándo estaba lejos de su familia. Su madre, siempre solía abrazarlo y cantarle al oído hasta que él se dormía profundamente ajeno a la oscuridad que reinaba fuera. Tiró de la manta hasta que esta lo hubo cubierto por completo, quedando sumido en una falsa seguridad que de alguna forma lo reconfortaba. Aunque Harry le había explicado que todo esto era por su bien, se sentía como un prisionero encerrado en esas cuatro paredes.

Sus dedos viajaron inconscientemente hasta la cadena que colgaba de su cuello, en una pequeña chapa podía llegar a leerse inscrito en una bonita y delicada caligrafía el nombre del alfa, Louis jamás había tenido una joya como esa, ni siquiera sabía que alguien pudiera permitirse algo como aquello en Marmore. Se acomodó en el desvencijado colchón buscando un poco de calor.

Su mente voló de nuevo a la imagen del rizado sentado sobre su cama la noche anterior. El alfa tenía un extraño efecto sobre él, era apuesto, es más se atrevería a decir que era verdaderamente guapo, pero más allá de su belleza había algo que despertaba un nuevo sentimiento bajo el pecho de Louis. Algo le decía que debería sentirse asustado, pero le era francamente muy difícil sentir algo más allá de esa nueva y loca sensación que parecía haberse mudado a su corazón.

La primera vez que el alfa entró en aquella habitación casi tuvo que contenerse para no saltar a sus brazos, el aroma que desprendía era como una droga bajo el juicio de Louis, su omega interior solo quería que ese chico lo tomara entre sus brazos y dejara fundirse con su olor. Louis se estaba volviendo loco, básicamente estaba entregándose inconscientemente al hombre que lo tenía preso.

Unos golpes en la puerta que comenzaban a resultarles familiares lo sacaron de sus pensamientos. Apresuradamente apartó las mantas lo justo para poder sacar su cabeza.

"Adelante"

Una cabellera rizada se asomó al interior de la habitación. El corazón de Louis dio un vuelco al ver el rostro aún adormilado del alfa mirándole con una bonita sonrisa.

"He pensado que quizás tendrías hambre y he preparado el desayuno" admitió el alfa. Louis reparó en como atrapó su labio inferior con sus dientes. Su parte omega gemía como una adolescente hormonada.

"Eh... sí gracias" mostró una sonrisa nerviosa.

Harry se quedó mirándole por unos segundos más como si esperara algo.

"Voy a lavarme la cara y..." explicó Louis esperando que el alfa le dejase algo de privacidad.

Por un momento le pareció ver como la vergüenza bañaba las facciones del rizado, aunque estaba tan oscuro que perfectamente podría habérselo imaginado.

"Oh claro, te espero en la cocina"

Una pequeña sonrisa sincera se dibujó en sus labios una vez que se hubo quedado solo. Aquel alfa definitivamente tenía algo.

Con un gran rápidez Louis apartó las mantas que hacía unos segundos le brindaban protección y corrió con sus pies descalzos hasta el espejo más cercano. Su parte coqueta quería verse bien ante aquel alfa sacado de cualquier película romántica. Una leve mueca de decepción entristeció su rostro al comprobar en el reflejo su patético aspecto ¿a quién quería engañar? Él no era un omega bonito, era bastante pequeño, escuálido y ojeroso. En la escuela siempre había tenido que lidiar con las burlas de sus compañeros por su aspecto aniñado y demasiado delicado para ser un hombre, ser un omega en una sociedad tan podrida era a veces un martirio.

El olor a pan caliente llegó hasta su nariz despertándose a su quejoso estómago. Recordó que no había comido nada desde que esos hombres lo sacaron a la fuerza de su cama, hacía ya dos días de aquello.

PECADOS CAPITALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora