EPÍLOGO

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Todos hemos oido hablar de la rivalidad entre ángeles y demonios, una lucha de poder que se viene sucediendo desde millones de años atrás, cuándo la tierra no era tierra y la inmensidad de lo desconocido llegaba hasta límites impensables para el mortal, ¿pero qué pasaría si un demonio se enamorara de un ángel? Si la lucha de poder acabara con beso bajo las sábanas de lo prohibido ¿sería pecado?

Hoy era de esas mañanas, cuándo la casa se convertía en un completo caos y se llenaba de risas, aquello indicaba que todo esfuerzo había merecido la pena. Eran las favoritas de Harry.

Aún con los ojos cerrados podía imaginar lo que pasaba a su alrededor. Louis tarareando su canción favorita mientras el pequeño cachorro sobre sus brazos toma de su pecho. Louis meciendo sus caderas de un lugar a otro, marcando cada recodo del dormitorio con su olor. La dulce voz de su omega regalando palabras de cariño a sus pequeños.

Aunque no puede verlo, sabe que Helena está intentando trepar a la cama como cada mañana para conseguir su beso de buenos días, y a juzgar por como por como el frío ha tomado su cuerpo al ser despojado de su manta sabe que está muy cerca.

Harry ama el caos de los domingos. Mañanas sumidas en la tranquilidad como la paz antes de la tormenta, mañanas de risas y bailes lentos en la cocinas, amaneceres con olor a cortitas recién hechas y llenas de dibujos en el jardín y paseos por el lago.

Muchos podrían pensar que la rutina se ha apoderado de ellos, pero Harry la ama. Ama cada momento en que Helena consigue un nuevo logro o cuándo el pequeño Aiden lo mira con sus grandes ojos verdes. Ama cada segundo de su vida; de su rutina.

"Papi despierta que ya ha salido el sol"

Sonríe. Helena parecer haber conseguido escalar la cama y llegar a su lado. Está completamente seguro que necesitó ayuda de su madre para lograrlo, pero como cada mañana ahí está, perseverando y un pasito más de lograrlo sola.

"Seguro que será alfa" había opinado Louis una noche en la que compartían una botella de vino sobre la hierba del jardín. La primavera había entrado con fuerza y el frío había amainado casi por completo dando paso a noches cálidas y días de baños en el lago. La tripa de Louis para ese entonces ya era demasiado grande como para encontrar una posición lo suficientemente cómoda por si mismo, por lo que se encontraba entre las piernas de Harry, apoyado sobre su pecho y dejándose mimar por las caricias del alfa.

Aiden nacería en tan solo un par de días. Una noche igual que esa, estrellada y de luna llena.

Harry se mantuvo en silencio bebiendo a sorbos pequeños de la copa. Dejando que el líquido afrutado bajara por su garganta, despertando sus papilas gustativas en el proceso.

"Será una omega" aseguró. Desde el primer momento en que la vio Harry pudo haberlo sentido. "Será una bonita omega como si mamá"

Louis sonrió, frotando su nariz sobre la tela de la camisa que vestía, tal y como siempre había cuándo demandaba su cariño.

"Tiene madera de alfa. Es muy valiente y segura de sí misma."

La mano de Harry se perdió bajo la tela de la túnica que Louis vestía, pasando sus dedos sobre la cálida piel de su vientre, disfrutando de como el bebé golpeaba al sentirlo cerca.

"¿Acaso los omegas no son valientes? Tienen todo en su contra y aún así logran cada objetivo que se proponen, con la mirada siempre al frente y haciéndose más fuertes a cada paso" el cachorro pateó con fuerza "Ser valiente siendo alfa es muy fácil"

PECADOS CAPITALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora