CAP 1

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PRIMERA PARTE

"-Harry Potter- un silencio inundó la sala- ¡HARRY POTTER!"
Volvió a gritar Albus Dumbledore, todas las miradas incluyendo la mía estaban sobre Harry, podía notar el miedo y la confusion en su rostro.

Un par de días después de la elección de los tres magos, todos seguíamos desconcertados. Algunos estaban muy molestos con Harry, y muchos estudiantes creían que él había puesto el papel con su nombre en el cáliz para llamar la atención. Pero yo no creía eso; había algo muy raro en todo esto.

Mientras caminaba por el pasillo tratando de apresurarme porque ya iba tarde a mi clase de Aritmancia, intenté repasar con mi libro lo que habíamos visto el primer día. Nunca fui buena con los números, y esta era la clase que más problemas me daría. Solo esperaba que Camille o Thomas me guardaran un puesto, ya que estaba segura de que ellos me ayudarían con los problemas.

Al ir por el pasillo que daba al jardín, un rayo muy estruendoso hizo que las ventanas retumbaran con fuerza. Esto me sobresaltó y tiré el libro al suelo. De mala gana, lo tomé y corrí con más rapidez. Ya no había ningún alma fuera de las clases, y si me veían, tendría problemas. Mi mayor temor era encontrarme con el profesor Snape, Filch o incluso con Peeves. No pretendía que en los primeros días nos quitaran puntos a Gryffindor por mi culpa.

Cuando estuve frente al aula, abrí la puerta de un tirón. La profesora Septima Vector se giró y me miró con seriedad. Mis mejillas se pusieron rojas de nervios.

—Perdón, ¿puedo pasar?

—Es tarde —comentó sin ningún ánimo de gracia—. La próxima vez que llegue después de la hora de ingreso, se quedará afuera, señorita Grant.

—Sí, lo siento.

—Busque un puesto, por favor.

La profesora se dio la vuelta y siguió explicando la clase. Al ver todo lo que había escrito, no pude evitar mostrar una mueca de horror. En silencio, traté de buscar a mis amigos. Camille se giró discretamente y con la mirada me pidió disculpas. Estaba sentada con Thomas, él también me miró un poco afligido. No entendía la razón. No iba a molestarme con ellos por sentarse juntos.

Cuando me fijé en el puesto vacío restante, casi se me fue el aliento. Ahora entendía sus disculpas. ¿Por qué me habían dejado así? No era justo. Solo llegué unos minutos tarde y resulta que debía estar junto a Draco Malfoy, el mismo Draco odioso y arrogante que trataba de evitar, porque si soltaba alguna palabra, no temía en darle un golpe en la nariz. Él no era familia, así que no me contendría.

—¿Señorita Grant? —dijo la maestra girándose levemente para mirarme tras su hombro—. ¿Hay algún problema?

"Claro que hay problemas, no quiero estar sentada junto a Malfoy".

—No, no, profesora.

—¿Entonces, qué espera?

Solté un suspiro silencioso y me dirigí a mi puesto. Dejé mi maleta a un lado y me senté. Draco me miró de reojo sin ninguna expresión en su rostro.

Nunca creí que odiaría tanto una clase, y no lo decía solo por mi compañero. La aritmancia me estaba comiendo viva el cerebro. Además de perderme una parte de la explicación, los ejercicios estaban imposibles.

—Parece que necesitas ayuda, Grant —susurró Draco a mi lado con un tono de suficiencia, lo que hizo que me sobresaltara al escuchar su voz tan cerca.

—No —murmuré molesta.

—No pasas del primer ejercicio, y no me sorprende. Los Gryffindor siempre han sido unos simples idiotas.

Perdida en tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora