CAP 21

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Al llegar a la estación del tren, mi estómago rugía por los nervios de ver nuevamente a mis padres. Camille sintió mi malestar y me apretó la mano para darme ánimos. Thomas no habló conmigo, pero sí hizo un gesto de despedida antes de marcharse.

Me despedí de Camille y empecé a buscar a mis padres. Tanta gente alrededor me estaba sofocando, pero traté de mantenerme serena y esconder esos sentimientos. Estaba consciente de que llegaría el día en que tendría que contarles que tenía novio, pero no contaba con que sería Draco. Ese era el gran detalle de todos estos nervios y sudor en mis manos. Incluso el tic en el ojo amenazaba con hacer su gran aparición.

Los vi cerca de un muro de ladrillo. También me buscaban. Nuestras miradas se encontraron y los dos sonrieron emocionados. En ese corto lapso de tiempo, el miedo se esfumó y corrí hacia ellos para darles un gran abrazo.

—Hola, princesa, te extrañamos mucho —dijo mamá.

—Yo también los extrañé —dije entre risas. Nos separamos sin dejar de sonreír.

—¿Qué tal estuvo el viaje?

—Algo agitado, pero bien. Todo el mundo estaba ansioso por llegar.

—Me lo imagino.

—Pero mírate, qué grande estás —dijo papá agarrando mi mano—. Estás casi de mi porte —bromeó.

—Ay, papá, ¿qué dices? —reí— Me alegra mucho verlos y que tú estés aquí. No sabía si podrías acompañarnos en Navidad.

Mi padre asintió y me dio un apretón con calidez.

—Sí, pequeña. Es grato saber que pasaremos juntos esta Navidad.

—¿Y los abuelos? —mi pregunta no fue tan clara—. La abuela Olivia y el abuelo Jacob, ¿vendrán? —especifiqué.

—Sí, ellos vendrán un par de días antes de Navidad —respondió mi padre. Noté de reojo que mamá cambió su expresión a una de pesar por no preguntar por mis otros abuelos.

En realidad, no era tan apegada a ellos y se debía a una simple y llana razón. A quien ellos preferían por sobre mi cadáver era a Peter, quien los manipulaba hasta el cansancio. Para ellos, era el nieto perfecto, todo lo que habrían deseado desde los pies a la cabeza. En cambio, a mí siempre me criticaban y daban cuerda a mi tía o a Peter de los chismes que se inventaban. No estoy diciendo que no me querían, porque tampoco pretendía que pensaran que mis abuelos eran unos desalmados villanos, pero se notaba su favoritismo y casi siempre que íbamos a su casa, regresaba deprimida.

—Los abuelos John y Emma también estarán —se adelantó mi padre.

—Pero creí que iríamos a visitarlos antes de Navidad —casi era una protesta.

—Sí, así es, pero mis padres los invitaron —explicó con ojos severos para que no hiciera una discusión de esto delante de mamá.

—Aaah, ya... es una buena noticia, la familia junta —traté de sonreír no muy bien—. Entonces, me imagino que Peter y mis tíos estarán allá tambien.

—Vendrán a la cena de Nochebuena, princesa —esta vez fue mi madre la que habló. Se veía feliz. No quise arruinarle el momento, pero desde ya sabía que esto sería un suplicio—. La abuela Olivia quería que estemos todos juntos.

—Es... genial —mentí con una voz aguda.

—Bueno, es hora de irnos. Seguiremos hablando de esto en el camino —dijo papá entendiendo mi incomodidad. Me envolvió con un brazo los hombros y dejamos que mamá se adelante al ir a saludar a otros padres.

—¿Por qué la abuela hizo eso? —me quejé con él.

—No lo sé, Gall, pero debes ser comprensiva. No hagas que mamá se ponga triste, sabes cómo se pone.

Perdida en tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora