CAP 3

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—¡NO, NO! Ya no quiero ir —grité en el gran comedor.

Camille se levantó para tratar de empujarme hacia la salida.

—Draco ya se fue hace un rato.

—¿Lo estuviste chequeando todo este tiempo? —murmuré con la nariz arrugada, como si hubiera olfateado algo desagradable.

—Más bien era él quien te estaba observando —hizo especial énfasis al referirse a Draco.

—El tonto de Malfoy solo quiere molestarme, entiéndelo.

—Ok... ya está, entonces no iremos y nos quedaremos aquí —soltó Camille mientras se dejaba caer en la silla.

El gran comedor se estaba vaciando; en pocos minutos seríamos las únicas presentes.

—Señoritas —nos sobresaltamos al escuchar a la profesora McGonagall acercándose.

-¿Qué hacen aquí? Creí que ya estarían de salida —dijo en un tono calmado.

—Sí —Camille sonrió y me tomó del brazo, volvió a jalarme. Esta vez accedí; no tenía pensado hacer un drama frente a la profesora—. Justo nos estábamos preparando para salir.

Camille se despidió, a lo que yo únicamente le mostré una sonrisa nerviosa. ¿Qué tal si la profesora sospechaba mi salida? ¿Sabría con quién pasaría el día? Pero claro que no, era imposible. Además, Camille era la única que conocía todo este ridículo e inimaginable asunto.

En todo el camino, fui llenando de quejas la cabeza de mi mejor amiga. Ella solo asentía y sonreía, pero en el fondo estaba que estallaba; yo lo estaba haciendo a propósito, obviamente. A poca distancia de la tienda de dulces, pudimos notar la silueta de Draco. Enseguida me paralicé y corrí tras una columna, como si estuviera escondiéndome de un animal salvaje.

—¿Qué fue eso? —preguntó Camille asombrada de mi comportamiento siguiendo mis pasos.

—No sé —admití. Realmente no sabía qué me pasaba.

—Vamos, Gall, tú no eres así, lo haces para tener tiempo y que Malfoy se vaya. Si no te sacas la duda de lo que él quiere, no podrás estar tranquila. Te conozco.

—De acuerdo... tienes razón, me estoy comportando como una niña ridícula. Prométeme que estarás pendiente.

—No te preocupes, desde aquí puedo ver todo, y si noto algo extraño, iré corriendo para salvarte, aunque creo que no vas a necesitar mucha ayuda.

Solté un suspiro y me impulsé a salir de mi escondite. Camille se despidió con un gesto de la mano. Empecé a caminar despacio, tan despacio como mis pies me lo permitían. Debía mantenerme calmada; era solo Malfoy, un insignificante estudiante.

A una corta distancia, Draco se giró y abrió los ojos al verme. Por su reacción, entendí que no tenía muchas esperanzas de que llegara.

—Si viniste —dijo en un tono suave de voz.

—¿Y lo dudaste? —bromeé.

Él se encogió de hombros y miró a su alrededor.

—De hecho sí, estabas muy convencida de no querer esto.

—Y aun lo creo. Sigo pensando que es una trampa.

Draco inclinó un poco la cabeza sin comprender. Parecía una expresión sincera.

—¿Por qué crees eso?

—Porque eres Draco Malfoy, el chico que molesta a la mitad del colegio. Tú no dejarías pasar una oportunidad como esta.

Perdida en tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora