CAP 4

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El lunes por la mañana, mientras desayunaba junto a Camille y Thomas en el gran comedor, recibí una carta de mis padres y un pequeño obsequio en una caja roja.

Querida Gallery:

Estamos muy contentos de que tengas tu primer baile de Navidad. Le hemos dado la noticia a la abuela Olivia; pronto te enviará un regalo muy especial. Por las fiestas, papá ha podido venir a casa y se quedará unos cuantos días. Te extrañamos mucho, princesa. Esperamos que te estés divirtiendo en este año escolar que estará lleno de sorpresas.

Te amamos mucho.

P.D: No te estreses con las clases de Aritmancia.

Sonreí y volví a guardar la carta. Luego, tomé el pequeño regalo y lo abrí con cuidado. En el interior, había una pequeña tarjeta que decía:

Para mi pequeña princesa.

Siempre y siempre.

Sin duda era un regalo de mi padre. Cada vez que nos despedíamos o nos enviábamos cartas, la firmábamos con esas palabras. Era nuestra frase para decirnos que nos queríamos con todo el corazón. Por lo general, los dos no éramos para nada sentimentales, así que reemplazamos el "te quiero" por un "siempre y siempre". Al fondo de la caja, encontré unos pendientes en forma de tres pequeños círculos brillantes con una mezcla de color plateado y rosado que simulaban ser diamantes. Volví a sonreír por el detalle, eran preciosos.

—Están lindos —comentó Camille tomando la pequeña caja—. Te van a quedar increíbles para el baile.

—Me los dio papá —dije con orgullo.

—Mmmh, pues déjame decirte que tu padre tiene buen gusto, lo cual me sorprende. El mío me hubiese regalado aretes color amarillo patito en forma de pollo.

Las dos reímos solo de imaginar la escena. Thomas nos observó sin entender completamente nuestras bromas.

—¿Ya saben con quién irán al baile? —terció para cambiar de tema.

Camille se aclaró la garganta por los nervios. Thomas lo notó y esperó su respuesta pacientemente. Yo ya lo sabía, por lo que ni siquiera se me ocurrió preguntar.

—Ok... bueno, ya conoces a Egil Tryggvason, ¿no?

Thomas sonrió de lado y asintió. Tenía la ligera impresión de que ya estaba enterado de todo.

—¿Te invitó al fin?

Camille se quedó boquiabierta.

—¿Ya lo sabías?

—Claro, ellos no se guardan secretos, ¿sabes? Ese chico está obsesionado contigo.

—¿Te lo contó?

Thomas rió y dejó el tenedor a un lado del plato. Apoyó los brazos en la mesa y miró a Camille fijamente con los ojos entornados.

—Egil ya le ha dicho a medio colegio que le gustas. ¿Cuánto creías que duraría el secreto?

—Bueno, no creí... él no —empezó a tartamudear, tomó aire y fingió serenidad—. Estoy sorprendida pero... sí, me invitó al baile. No hay nada raro en eso.

Thomas ahora me miraba, yo intenté parecer distraída mientras metía una tostada en mi boca. No tenía a nadie en mente.

—Gall —dijo Camille para llamar mi atención.

Me encogí de hombros, tratando de masticar lo que tenía en la boca lo más lentamente posible.

—Pues... no sé, nadie me ha invitado aún —admití con la boca llena.

Perdida en tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora