二十一

1K 177 24
                                    

— ¡No me gustan las mentiras, su majestad! — el grito de la reina fue escuchado no solo por los guardias que custodiaban las puertas del despacho del rey, también por su corte de doncellas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— ¡No me gustan las mentiras, su majestad! — el grito de la reina fue escuchado no solo por los guardias que custodiaban las puertas del despacho del rey, también por su corte de doncellas. Sin embargo, ninguno de los presentes fuera de ese salón dijo palabra alguna con respecto a lo que habían escuchado.

— Mi reina, tiene que controlarse, no es propio de una dama de su alcurnia gritar de esa manera. — el rey en todo momento fue paciente con su esposa, desde que esta entró a su despacho, siendo anunciada por los guardias, él se vio en la obligación de dejar de lado sus quehaceres para atenderla y aunque ella, al inicio, procuro ser muy cuidadosa al tratar de saber el motivo de las salidas del príncipe, terminó gritando al no recibir una respuesta que la convenciera. — No puedo creer que venga a mi despacho para gritar de esa manera y sobre todo, para tratar de obtener información que solo nos concierne al príncipe y a mí.

La reina no se vio afectada cuando el rey la reprendió por su actuar tan iracundo, pero sí que se vio avergonzada cuando le dio a entender que estaba siendo entrometida y que aquello no era propio de una mujer que gobernaba a su lado.

— Lo siento su majestad... — susurró, inclinando la cabeza. — pero realmente estoy preocupada por nuestro hijo. — a pesar de que no le gustaba ser humillada, mantuvo su cabeza y la mirada baja.

— Mi reina, no hay nada de qué preocuparse. El príncipe está en muy buenas manos, el general Choi es uno de los mejores en su trabajo y hasta el momento ha protegido muy bien a nuestro hijo.

La sonrisa de la reina no pudo ser vista por el rey, quien seguía explicando sobre el buen desempeño del guardia que protegía a su hijo cada mañana, desde que comenzó a salir del palacio.

La mujer pudo haber visitado a su esposo con todas las intenciones de sacarle información sobre su hijo, pero terminó con algo mucho mejor, a su parecer.

— ¿Lograste conseguir a la persona que se encargará de traernos información sobre el príncipe? — le preguntó a su fiel doncella, Sujin, una vez que ingresaron a sus aposentos. La doncella negó, con algo de vergüenza. — No importa, porque creo que hemos encontrado a la persona correcta para ese trabajo.

 — No importa, porque creo que hemos encontrado a la persona correcta para ese trabajo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— Está sanando más rápido de lo que creí. — Taehyung siguió observando la herida, ya casi imperceptible, en el labio del rubio.

— Tu mano también se ve mucho mejor. — susurró Jimin, quien tenía un ligero rubor en sus mejillas por la cercanía que mantenía con Taehyung.

— Lo sé, aunque mis heridas fueron revisadas por un doctor, a comparación de la tuya.

— Ya estoy sanando. — contestó el rubio, tomando la mano herida de Taehyung y comenzando a acariciarla, utilizando ese acto como un distractor.

Lo que realmente Jimin quería evitar era que Taehyung empezara con las preguntas, que llevaba haciéndole desde hace una semana atrás -cuando lo vio con aquella leve herida en el labio- y las cuales no solo lo incomodaban, sino que también ponían de mal humor al pelinegro, una prueba de aquello era esas heridas en sus nudillos, que ahora estaban sanando.

— ¿Cómo es el palacio? — preguntó de repente el doncel, llamando la atención del príncipe, quien salió de su cómoda burbuja, en la que se había sumergido apenas Jimin empezó con las caricias.

Taehyung se sorprendió un poco con la pregunta, pues desde que le confesó al doncel que era un príncipe y no un pueblerino, este no había hablado sobre el tema, tampoco se había dejado de presentar a sus encuentros. Se lo tomó muy bien, a diferencia de todas las personas que solían hacer una reverencia apenas lo veían y lo trataban como si fuera un dios y no un simple mortal.

La mirada llena de emoción del doncel terminó por convencer al príncipe, quien con muchos ánimos y una sonrisa en el rostro, empezó a hablar sobre su hogar.

— Es muy grande, cuando era niño siempre pensaba que me iba a perder... — Jimin lo escuchó atentamente, retomando las caricias en la mano de Taehyung. — tiene un jardín muy precioso y amplio, en el cual también te puedes llegar a perder. — el rubio rio bajito, pero prestando toda la atención necesaria. — casi todos sus ambientes son amplios, incluso la cocina, el comedor y el salón en donde se realizan los bailes.

— ¿Y cuál es tu lugar favorito? — preguntó Jimin, recibiendo una sonrisa a modo de respuesta. Al parecer Taehyung había recordado algo gracioso o simplemente algo especial.

— Cuando era pequeño tenía una habitación llena de juguetes, todos los juguetes que podrías imaginar y cada cumpleaños o fin de año me traían muchos más juguetes. No recuerdo bien, pero sé que esa habitación fue muy especial y no precisamente por los juguetes que tenía dentro.

— ¿Y sigues teniendo esa habitación?

— Sí, pero está bajo llave. Mi padre pensó que era un distractor y por tanto decidió que lo mejor era mantenerla cerrada mientras yo estudiara y entrenara, lo cual era todos los días, así que después de cumplir ocho años nunca más volví a entrar a esa habitación.

El doncel asintió, dejando de acariciar la mano de Taehyung y colocándose de pie. — Ya me tengo que ir. Nos vemos mañana.

El príncipe asintió, pues ya era algo común que Jimin se colocara de pie sin previo aviso y le dijera que ya era hora de que se retirara.

Taehyung se colocó de pie una vez que Jimin lo hizo y se despidió con un beso en la frente, un acto que ya se estaba volviendo algo común en ellos. El doncel sonrió y se marchó con la promesa de que lo vería al día siguiente.

 El doncel sonrió y se marchó con la promesa de que lo vería al día siguiente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El chico de ricitos de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora