五十

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maratón 2/3

— ¿Crees que mamá nos castigará si escuchamos como insulta a Jimin? — preguntó Samantha, viendo a su melliza, quien estaba igual de curiosa por saber lo que ocurría entre su madre y el sirviente

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— ¿Crees que mamá nos castigará si escuchamos como insulta a Jimin? — preguntó Samantha, viendo a su melliza, quien estaba igual de curiosa por saber lo que ocurría entre su madre y el sirviente.

Hyoyeon, quien hasta ese momento había permanecido de pie en el mismo lugar, comenzó a sentir temor por lo que su madre podría hacerle a Jimin. No tenía idea de lo que en verdad ocurría, pero sabía que nada bueno podría salir si es que intentaba averiguarlo.

— Yo iré. — se apresuró a decir SunMi, colocándose de pie con la intención de salir del salón y espiar a su madre. Sin embargo, Hyoyeon la detuvo, sujetándola de la muñeca.

— Ni te atrevas a salir de esta habitación, porque te juro que soy capaz de decirle a nuestra madre que sus dos hijas favoritas andan escuchando conversaciones ajenas. — la firmeza y seriedad en la voz de Hyoyeon fue algo que atemorizó a las mellizas, pues siempre habían catalogado a su hermana mayor como alguien muy pacífica y sin carácter... hasta ese momento.

SunMi frunció su ceño y a regañadientes se soltó del agarre de su hermana y regresó al mueble en donde estaba sentada su melliza.

Cuando los minutos comenzaron a pasar y no había rastro de su madre, Hyoyeon decidió salir y dirigirse hacia la cocina. No quería pensar lo peor, pero al dar unos cuántos pasos y encontrar a su madre de pie, sin hacer nada más que mirar, delante de un Jimin totalmente adolorido y pidiendo ayuda, supo que la mujer que le había dado la vida no era nada más que una persona llena de maldad.

Apresurando su paso llegó al doncel, quien no hacía nada más que llorar y sujetar con fuerza su bajo vientre. Hyoyeon lo supo de inmediato. Jimin había entrado en labor de parto y su madre no hacía nada más que ser testigo de su sufrimiento.

— ¡Llama a la partera! — exigió la joven, arrodillándose al lado del doncel. — ¡Mamá, tienes que llamarla! — le gritó en esta ocasión, queriendo creer que tal vez su madre solo se encontraba algo sorprendida. — Mamá, ha entrado en l-labor, tienes que-

— ¡Sé lo que tengo que hacer! — gritó en respuesta su madre. — pero no pienso hacerlo. — Hyoyeon abrió sus ojos en par, aunque no estuviera sorprendida por la respuesta de su madre. — ese niño no debe nacer y tampoco pienso pagar por los errores de un doncel estúpido, que se dejó engañar y embarazar.

— P-pero... necesita ayuda, mamá. N-no va a lograrlo solo. — susurró lo último, mirando al doncel, que cada vez parecía sentir más dolor.

— Ayúdame a llevarlo al ático. — fue la respuesta de la señora Shin. Hyoyeon la miró con total enojo, negándose a la orden. — Si no me ayudas a llevarlo al ático lo obligaré a dar a luz en la calle, así que mejor levántate de una buena vez y ayúdame a alzarlo.

La señora Shin fue muy clara y fría al momento de hablar. Hyoyeon la desconocía por completo, pues jamás imaginó que su madre llegara a ser tan cruel, incluso con un bebé que no tenía la culpa de nada.

El chico de ricitos de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora