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maratón 2/3

nota: les va a doler

— Hoy tendría dieciséis años

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— Hoy tendría dieciséis años. — susurró el hombre de ya treinta seis años, tomando entre sus manos las únicas prendas que le quedaban de su pequeño y único hijo. — probablemente estaríamos recibiendo a sus pretendientes.

— Tú estarías espantándolos. — susurró su esposo, sonriendo apenas.

— Y no sabes cuán feliz estaría de alejarlos de mi pequeño.

— Nam, no hacemos nada torturándonos con...

— Fue mi culpa. — susurró NamJoon, sintiendo vergüenza por todo lo que hizo cuando apenas su hijo tenía cinco años. — s-si tan solo te hubiera hecho caso, t-tal vez...

SeokJin miró a su esposo derrumbarse y dejando de lado la olla en la que preparaba el almuerzo, se dirigió a este.

— Claro que no. — trató de convencerlo, mientras sujetaba entre sus manos el rostro de su esposo. — T-tal vez ese era su destino. — susurró, tratando de convencerse, esta vez a sí mismo, de que su hijo no se había extraviado por culpa suya.

La primera vez que NamJoon y SeokJin fueron a visitar a su hijo, después de casi dos años, el rey les había convencido de que su pequeño se encontraba en otro reino, aprendiendo adecuadamente todo sobre modales. Ellos creyeron firmemente en su palabra, pero después de las incontables veces que fueron a visitar a TaeHyung y recibieron un rechazo o excusa, se dieron cuenta de que el rey les mentía. NamJoon fue el que tuvo la valentía de preguntar directamente por su hijo y rogar por la verdad, pues Jin se encontraba totalmente destrozado en ese tiempo. El rey se vio en la obligación de confesarle a los padres la verdad y ver como estos lloraban sin consuelo alguno, pues al parecer ningún grupo de búsqueda había logrado hallar al niño.

NamJoon se sintió desfallecer cuando escuchó al rey y por poco lo golpea, cuando este les habló sobre la posibilidad de que el niño esté muerto. SeokJin fue un caso diferente, pues el doncel no hizo nada más que encerrarse en la habitación de su hijo, al llegar a casa, y llorar hasta más no poder. Fue un tiempo difícil y aunque les gustaría decir que ya era parte del pasado, no era así, pues ellos seguían en la espera de ser llamados por el rey y recibir la maravillosa noticia de que su pequeño apareció finalmente.

— Nosotros lo condenamos a ese destino. — dijo Nam, aferrándose a su esposo.

SeokJin trataba de ser fuerte, por el bien de ambos, necesitaba sostener a NamJoon, pues este se sentía más que culpable cuando se enteró de la desaparición y lo único que él hizo fue reafirmar esa culpa al encerrarse y perderse en su mundo, un mundo donde su pequeño aún seguía en sus brazos y no lejos de ellos.

— Él está vivo, cariño. — trató de convencer a su esposo, mientras limpiaba sus lágrimas.

— ¿C-cómo sabes eso? — NamJoon miró a su precioso esposo y trató de convencerse con sus palabras, pero no podía. La culpa seguía igual de fresca que el día que les dijeron que su pequeño rayo de sol ya no se encontraba en el reino y en ninguno, para su mala suerte.

— Soy su madre, lo tuve en mi vientre nueve meses y aunque no lo creas, una madre sabe cuándo un hijo ya no se encuentra en este mundo. Jimin sigue ahí, estoy seguro de que está pisando la misma tierra que nosotros y que nos busca.

NamJoon sonrió y dejó un corto beso en los labios de su esposo, para luego colocarse de pie y caminar hasta la habitación de su pequeño, en donde aún se encontraban los pocos juguetes que le había logrado comprar antes de su llegada. Se dirigió hacia un baúl pequeño, que se encontraba en una esquina de la habitación, y ahí guardó la prenda que aún tenía en manos. Vio las demás prendas de bebé que aún conservaban y sonrió, recordando todos los momentos que vivieron junto a un Jimin de apenas días o meses de nacido.

Una vez que cerró el baúl regresó hacia la cocina y vio a su esposo. Aunque SeokJin no se lo dijera y tampoco lo demostrara tan seguido, NamJoon sabía que él lo extrañaba, extrañaba tanto a su rayito de sol, lo podía notar al descubrirlo ciertas veces en la habitación de Jimin o en la mirada que le dirigía a algunos niños del reino. SeokJin fue el que más sufrió con la pérdida de su hijo, definitivamente fue él, y sabía que seguiría de esa manera, distante y ausente, hasta que lograran encontrar a su pequeño de ricitos de oro.

 SeokJin fue el que más sufrió con la pérdida de su hijo, definitivamente fue él, y sabía que seguiría de esa manera, distante y ausente, hasta que lograran encontrar a su pequeño de ricitos de oro

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El chico de ricitos de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora