三十四

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— ¿Todo está listo? — preguntó la reina, mientras inspeccionaba todo el salón, siendo seguida por su corte de doncellas

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— ¿Todo está listo? — preguntó la reina, mientras inspeccionaba todo el salón, siendo seguida por su corte de doncellas.

— Sí, mi reina, las invitaciones fueron repartidas a todas las familias más acaudaladas del pueblo y enviadas a otros reinos, quienes aseguraron mandar a sus doncellas. Todo está saliendo tal y como usted lo pidió. — informó Sujin, la única doncella que tenía permitido hablar sin que su reina le diera el permiso. — Así mismo, las invitaciones fueron enviadas a la mayoría de familias que tenían por primogénito a una doncella o un doncel.

La reina se detuvo abruptamente, dando media vuelta para pedirle una explicación a su doncella. Sujin se sintió un poco más pequeña y temerosa que de costumbre.

— Fue por orden del rey, mi reina. El rey mandó una invitación a todas las familias del pueblo, sin importar su posición económica. — explicó la doncella, quien hasta el momento temía por su vida.

La reina rio a medias, volviendo a dar una media vuelta para seguir con su recorrido por todo el salón en el que se realizaría el baile la noche siguiente.

— No hay ningún problema, sé que el rey no tiene distinción con su pueblo. — susurró con claro rencor, que solo fue reconocido por su fiel doncella. — Pero eso no importa. Solo dime si todos los preparativos estarán listos para el día de mañana. ¿La torta ya está lista, los bocadillos también? ¿Qué hay de las comidas tradicionales? — continuó preguntando. Sujin asintió a cada una de sus preguntas, siguiendo a su reina al jardín del palacio, en donde también se habían encargado de decorar el lugar.

 Sujin asintió a cada una de sus preguntas, siguiendo a su reina al jardín del palacio, en donde también se habían encargado de decorar el lugar

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Taehyung no podía dejar de sonreír en aquel día, estaba muy emocionado e ilusionado con la idea de ver a Jimin en un traje. El doncel le había prometido que estaría presente aquella noche y el príncipe confiaba ciegamente en sus palabras.

— Le dolerá el rostro de tanto sonreír, joven príncipe. — a JiHong le gustaba ver a su príncipe feliz, pero desde que este despertó no había dejado de sonreír o reír por cualquier cosa, incluso había ayudado a la servidumbre a servir el desayuno aquella mañana, acción que nunca había hecho en toda su vida.

El chico de ricitos de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora