五十二

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Por más que Jimin golpeó la puerta del ático con fuerza aquella noche no logró nada más que hacerse heridas las manos y agotarse aún más

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Por más que Jimin golpeó la puerta del ático con fuerza aquella noche no logró nada más que hacerse heridas las manos y agotarse aún más. No sabe cuánto tiempo estuvo llorando y gritando para que no le hagan daño a su bebé, lo único que sabe es que al parecer se quedó dormido, pues al abrir sus ojos se encuentra vestido con ropa limpia y un paño en su frente.

— Pensé que nunca despertarías. — dice una voz que, ante su aturdida mente, parece encontrarse muy lejos. Sin embargo, al voltear se encuentra con la mirada llena de tristeza de Hyoyeon. De inmediato recuerda todo lo que pasó y se aleja de la chica, quitándose de inmediato el paño de la frente y haciendo una mueca por el dolor que siente en su parte baja. — No me mires así, Jimin. — ruega la jovencita. — no tenía otra opción.

Jimin frunce su ceño y comienza a llorar de nuevo, pensando en su bebé. Hyoyeon trata de abrazarlo, pero este se niega a recibir cualquier tipo de muestra de afecto de la jovencita.

— Discúlpame, Jimin. — suplica la joven. Sin embargo, el doncel la ignora, soltando más lágrimas y maldiciendo a la familia Shin en su mente.

Eran pocas las veces que Jimin deseaba haber nacido en otra familia y esta era una de esas veces, pues si hubiera nacido bajo un techo con padres amorosos y comprensivos que no lo trataran como un sirviente, tal vez... solo tal vez su hijo estaría a su lado en ese momento.

Hyoyeon decidió salir del ático cuando ya no aguantó la culpa y se dirigió a la cocina, en donde tomó la bandeja que ya había preparado para aquel día y la subió al ático. Jimin había estado inconsciente tres días, en todos esos días se había encargado de cuidarlo y de preparar alguna merienda por si despertaba, pero hasta ese día no lo había hecho.

Al llegar al ático encontró a Jimin en la misma posición que lo dejó y con las lágrimas resbalando por sus mejillas. Hyoyeon se sentó a su lado, dejando la bandeja muy cerca del doncel.

— Tienes que comer, Minnie. — susurró. Sin embargo, el doncel no mostró ningún indicio de querer hacerlo. — tienes que hacerlo si quieres volver a ver a tu bebé. — volvió a hablar, ganando la atención del rubio.

— ¿Q-qué? — Jimin limpió sus lágrimas, miró a Hyoyeon y rogó en su interior que esta no le estuviera mintiendo.

Hyoyeon sonrió y lo abrazó sin dudarlo. — Tu bebé está bien, Jimin, pero tú tienes que recuperarte si quieres ir a buscarlo. — le susurró, temiendo que alguien los escuchara.

Jimin suspiró, lleno de alivio y comió todo lo que le preparó Hyoyeon. Estaba dispuesto a escaparse y buscar a su hijo, no iba a permitir que lo alejaran del ser más maravilloso que había conocido.

 Estaba dispuesto a escaparse y buscar a su hijo, no iba a permitir que lo alejaran del ser más maravilloso que había conocido

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El chico de ricitos de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora