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Jimin se calmó después de recibir un vaso de leche tibia y de entrar al cuarto de juegos de Taehyung, quien lo tomó de la mano en todo el trayecto hasta esta habitación y le prestó sus juguetes.
El rubio estaba disfrutando de todos los juguetes que su amigo le había prestado, incluso habían empezado a jugar, mientras que el rey solo observaba todo con una sonrisa en el rostro, pues sabía que ese era el comienzo de un perfecto matrimonio y de una hermosa descendencia que causaría envidia en otros reinos, pues el rey también estaba pensando en los bebés que podrían nacer de aquel doncel de belleza inigualable.
— Te vuelvo a repetir que traer a un campesino a este castillo no es la mejor idea que se te haya ocurrido.
La voz de su esposa lo sacó de sus ensoñaciones al rey, quien de inmediato cerró la puerta del cuarto de juegos y enfrentó a la reina.
— Ya te dije que no pienso ceder, ese niño tiene todos los rasgos necesarios para tener una descendencia hermosa y envidiable, además cualquiera diría que es hijo de nobles y no de simples campesinos.
La reina frunció su ceño y simplemente siguió su camino, sin contestarle nada a su esposo, siendo seguida por su corte de doncellas.
— Yo me encargaré de que te des cuenta de que la basura nunca debió salir del basurero. — susurró la mujer estando lejos de su esposo.
Todos los sirvientes habían preparado la habitación de Jimin, además de darle todo lo que él quisiera con tal de mantenerlo callado y quieto, solo así fue que el niño accedió a quedarse por esa noche y dormir en una cama inmensa, tan grande que podría albergar a sus padres también, según lo que pensaba Jimin.
Esa misma noche, la primera noche de Jimin en el palacio, fue que todo cambió, no solo porque al día siguiente este no apareció en la habitación que se le fue asignada, sino también porque los padres del niño de ricitos de oro se arrepentirían toda su vida por haber permitido que se llevaran a su hijo.
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