五十三

791 129 19
                                    

— No te muevas mucho, niña

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— No te muevas mucho, niña. — la mirada de advertencia de la costurera intimida a Hyoyeon, quien tras recibir aquella orden, trata de permanecer lo más quieta posible.

— El vestido debe ser el más bello que se haya visto. — habla, totalmente emocionada, la señora Shin, quien se encontraba viendo algunos de vestidos del libro de diseños que había traído la costurera consigo. — Quisiera un vestido mucho más llamativo que el que tuvo la reina en su boda.

La costurera rodó los ojos, percatándose de esto solo Hyoyeon.

— La reina ya tiene un diseño para el vestido de la jovencita, señora. Solo he venido para tomar las medidas y así empezar a confeccionarlo. — informó la modista, cansada de haber escuchado por más de una hora hablar a la señora Shin sobre lo grande y llamativo que debía ser el matrimonio de su hija.

La señora Shin se hizo la ofendida, pero finalmente se calló, algo que no solo agradeció la costurera, también su hija.

Una vez que las medidas fueron anotadas en el cuadernillo de la modista, esta pasó a retirarse, no sin antes hacerle saber a madre e hija que tendrían que presentarse en el palacio dos días antes de la ceremonia para que Hyoyeon pueda probarse el vestido.

La joven respiró con normalidad una vez que aquella señora se marchó de la casa. Desde que la costurera había llegado no había hecho nada más que perder el tiempo y fingir que estaba emocionada por una boda con la cual no estaba ni de acuerdo.

— Iré a llevarle el desayuno a Jimin. — anunció la joven, emprendiendo camino hacia la cocina. Su madre la dejó ir, pues sabía que en algún momento el doncel le sería de mucha ayuda.

Hyoyeon tomó la bandeja, con parte del desayuno ya frío, y salió de la cocina, pasando al lado de su madre, quien iba acompañada de sus hermanas, quienes parecían ser las futuras novias, pues estaban más emocionadas que ella.

Al entrar al ático se encontró a Jimin de pie. Sonrió de inmediato, pues el doncel estaba recuperándose cada vez más rápido y sabía que aquello iba a facilitar las cosas.

— ¿Por qué tardaste? ¿Sucedió algo? — preguntó el rubio, acercándose lentamente a Hyoyeon, quien se arrodilló con la bandeja en manos.

— Lo siento tanto, Jimin, sé que debí de subir hace más de una hora, pero la modista llegó y mamá me obligó a quedarme de pie por un largo rato mientras esa señora se encargaba de hacer las medidas. — más que una excusa parecía una queja, de la cual Jimin se rio. — ¡Hey, no te rías de mi desgracia! — la joven golpeó ligeramente su hombro y el doncel no hizo nada más que soltar otra risita.

— Perdón... — susurró, una vez que tomó entre sus manos el trozo de pan que Hyoyeon le había traído.

— No tienes por qué hacerlo, Minnie... — contestó la joven. — solo era una broma. — aunque Hyoyeon asegurara que solo se trataba de una broma, Jimin pudo notar la tristeza en su mirada.

El chico de ricitos de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora