四十三

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— Señora, ya le dijimos que hablar con la reina es imposible, especialmente si los que solicitan verla es gente del pueblo

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— Señora, ya le dijimos que hablar con la reina es imposible, especialmente si los que solicitan verla es gente del pueblo. — habló uno de los guardias, que ya estaba cansado de tener que lidiar con aquella mujer que, aseguraba, tenía un tema muy importante que tratar con la reina. — Puede dejar un recado, si así gusta, pero-

— Este asunto es de suma importancia y tiene que ser hablado frente a frente, por lo que no pienso dejar ningún recado, así que deja de ser tan insolente y busca a la reina. Ten por seguro que no me moveré de aquí hasta haber hablado con ella. — la mujer se cruzó de brazos, demostrando la firmeza en sus palabras y también en sus acciones al no moverse de las puertas del palacio.

El guardia, que hasta ese momento, había tratado de mantener la calma y controlar el asunto, terminó llamando a uno de sus subordinados y encargándole la tarea de hablar con una de las doncellas de la reina. La mujer sonrió al ver que su petición iba a ser concedida.

— No dude en que será la primera y última vez que usted entre al palacio de esta manera. — aseguró el hombre.

La espera fue mucha, pero cuando el guardia llegó junto a la doncella Sujin, la mujer supo que su plan iba a salir al pie de la letra.

— Le dejaré algo bien claro... — la voz firme de la doncella iba acompañaba de una mirada despectiva, que obviamente era dirigida a la mujer escandalosa. Si ella no tenía el gusto de ver a aquella desconocida estaba segura de que su reina tampoco lo tendría. — los plebeyos no tienen permitido el pase al palacio y mucho menos, tienen el derecho de solicitar la presencia de mi reina. Usted está completamente demente si piensa que podrá tener una reunión con mi-

— ¿Ni siquiera si el tema a tratar es el futuro del príncipe?. — aunque no le haya gustado nada de lo que dijo la doncella, sabía que tenía que aguantarlo si es que al final obtendría todo lo que quería. — No voy a desperdiciar el valioso tiempo que se me entregué, prometo que seré concisa y directa.

Sujin miró al guardia y solo eso bastó para que el hombre se marchara y dejara a aquella mujer, hasta el momento totalmente desconocida, a disposición de la doncella.

— ¿Qué es lo que sabe sobre el príncipe? — preguntó una vez que se encontraron a solas.

— Lo único que le diré es que tengo las suficiente pruebas para arruinar el futuro del príncipe y de todo este reino.

Sujin no quiso parecer sorprendida ante la confesión, lo más probable, falsa, de esa mujer, pero sí que lo estuvo, por lo que sin dudar permitió que la desconocida entrara al palacio.

— Sígame y manténgase en silencio. — fueron las únicas palabras que dijo la doncella antes de escoltar a la mujer hacia la alcoba de la reina.

 — fueron las únicas palabras que dijo la doncella antes de escoltar a la mujer hacia la alcoba de la reina

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El chico de ricitos de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora